Querido lector, aquí me tienes de nuevo.
Esta vez con menos ánimos, pues escribo a contrapelo: Tengo este tema de la evolución tan reiterado, que me da pereza hablar de él. Además he pasado una semana regular porque un buen amigo abogado me ha pedido que le revisara una hoja de cálculo compleja, asunto que ha ocupado mis pocos momentos de la semana para centrarme en trabajo de ordenador. Con todo esto, estamos de nuevo a sábado y no tengo más que un guión medio vestido de mi artículo para pasado mañana.
Para colmo me he pillado el dedo anular con la puerta de un coche y el dolor me llega al dedo medio, que es el que ocupo en escribir…, por todo ello comprenderás, lector, que esté hecho unos zorros.
Me dirás lector, ¿”Por qué te enredaste en el compromiso de la hoja de cálculo”? Por ayudar a quien me necesitaba y me tenía como único recurso de confianza.
También me dirás, lector. ¿”Por qué no dejas el artículo para otro día”? Porque hay quién lo espera para el lunes; renunciar a un compromiso, si no es por causa mayor, es dar una victoria al egoísmo, y no está el mundo para eso.
Por lo demás, lo del dedo y la puerta es porque no me entero… otras veces es una farola o una columna. Cada uno tiene sus miserias, ¿no?
Por ello prefiero pedirte tu influencia, lector, para que reces por mí y tenga en lo sucesivo los ánimos que me falten, por la causa que sea.
Si tanto le molesta escribir sobre evolución, te preguntarás lector, ¿por qué lo hace?.
Tres son los motivos. El primero y principal, porque “contra pereza diligencia”. La pereza es mala consejera, siempre.
Dos, porque me comprometí implícitamente a ello al citar a Darwin en un artículo anterior (“es este un asunto que requiere una monografía, como el de Darwin …”, ¿recuerdas?
Y tres, porque es un tema tan tergiversado, que me veo obligado moralmente a dar mi opinión, distinta a las que he leído y basada en el sentido común.
Mi intención, lector, es ser muy sintético y darte argumentos, lo que creo es mejor que aburrirte con mil datos bibliográficos, con los que ya me he aburrido yo, y que puedes encontrar en la amplísima bibliografía que existe sobre el tema.
…bueno, te seré sincero, amigo lector. Esta labor de síntesis que te voy a hacer está también basada en mi dificultad en escribir. Pero me reconocerás que si lo que lees te interesa, te satisface y lo puedes contrastar – cuando tengas tiempo – con, la bibliografía convencional, mi síntesis habrá tenido sentido y será de agradecer.
Empecemos por el principio. Darwin debió ser un hombre inteligente y tenaz. Tanto que hay quien achaca la enfermedad crónica que hizo un Calvario del final de su vida, al tiempo de mareos y vicisitudes que pasó durante los años embarcado a bordo del Beagle, barco en el que circunnavegó la Tierra y del que obtuvo abundante información para sus estudios.
Darwin sufrió incomodidades hasta la enfermedad, por su vocación como naturalista. Ese carácter concienzudo y abnegado, fue sin duda fruto de su esmerada educación.
Darwin, y su familia eran cristianos, separados de la Iglesia Católica, pero firmes creyentes en Dios y en las Sagradas Escrituras, en las que está incluido, el Génesis, donde Dios revela de forma contundente y sin interpretaciones más allá de las desquiciadas, que fue Él quién creó el mundo, y al hombre.
Eso lo llevaba Darwin impreso en su esencia pues es lo que aprendió y vivió en su infancia y a lo largo de su vida. Darwin se mantuvo en la fe cristiana siempre, con sus momentos de dudas y vacilaciones, como nos pasa a todos los que, de corazón y buena fe, seguimos las enseñanzas de Jesús.
Nadie sensato puede argumentar que un hombre con semejante firmeza de carácter, y de tales convicciones morales, pudiera postular una teoría que desplazara a Dios de la creación del hombre. Porque ¿fue eso lo que postuló Darwin?
La respuesta es no.
Darwin propuso – en síntesis – que todos los seres vivos tenemos un origen común y que la selección natural y la adaptación, han llevado a la situación actual de las especies.
De su provechoso viaje alrededor de la Tierra, obtuvo lo que parecían pruebas de su tesis. De hecho, el conjunto de su argumentación era tan coherente y sugestiva – no original pues Darwin no fue original en su tesis, – que le valió gran prestigio en el mundo científico de su época.
Pero pronto surgieron detractores- no sólo ideológicos – sino y fundamentalmente científicos, que pusieron mil objeciones técnicas a los planteamientos de Darwin; las diferencias radicales entre adaptación y evolución, el carácter aleatorio de las mutaciones, la evidente disociación entre tiempos y estados evolutivos, la excesiva abundancia de “eslabones perdidos…,” a medida que la Ciencia ha ido avanzando, esas objeciones han sido cada vez más y más contundentes, demoliendo las bases fundamentales de la teoría de la evolución. Es decir, la teoría de la evolución, hoy no se sostiene técnicamente.
Entonces, ¿a qué se debió y debe semejante éxito la teoría de la evolución?
Darwin aventuró sus tesis, en el momento en que Marx planteaba las suyas del materialismo. Los planteamientos marxistas eran mera palabrería con una estructura formal de filosofía, que acaba argumentando la ausencia de Dios en la Historia.
Marx y los marxistas sabían que sus argumentos carecían de ninguna base científica, lo que les fastidiaba académicamente, y en ese momento apareció un científico, Darwin, que “demostraba científicamente”, que Dios no tenía por qué existir. Que el hombre es una evolución del mono, no la creación de un ser superior.
Faltó poco a los elementos mediáticos de la época para encumbrar a Darwin y atribuirle el oro y el moro. Todo eran parabienes y honras para la nueva teoría de la evolución que cerraba el círculo de la “ciencia” sin Dios. Y Darwin pasó a ser el ídolo del momento.
Si la teoría de la evolución hubiera tenido algún futuro, este quedó cercenado en el momento en que se empezó a edificar a martillazos.
Efectivamente, desde entonces y hasta hoy, la teoría de la evolución se edifica a base de tesis sin rigor científico, pero con la represión académica hacia quienes denuncian esa falta de rigor. Hoy el evolucionismo es un planteamiento fundamentalmente mediático, es una teoría cada vez más ignorada por científicos cuyas lentejas no dependen de la subvención y con el suficiente prestigio como para no verse coartados por la presión mediática.
La teoría de la evolución tiene puntos muy interesantes y planteamientos muy sugestivos. Pero le falta un hervor, fruto de la presión marxista que quiso forzar un resultado, al momento. Y es que cuando la Ciencia pierde el rumbo de la Verdad, todo deja de encajar. Estoy seguro de que, a corto plazo, Dios nos desvelará cuestiones que nos dejarán ver claro qué de aprovechable tiene la teoría de la evolución y qué es mera parafernalia ideológica.
Estoy agotado. Te dejo, amigo lector. Pero no sin antes plantearte una pregunta que será el argumento del próximo relato; ¿Cómo reaccionó la Iglesia Católica ante la enorme arremetida de la época, en la que la “ciencia” contemporánea dejaba tan diáfano que el hombre no fue creado por Dios, sino que desciende del mono?
Pero eso será la semana que viene, si Dios quiere.
José Cepero



