P.albacena            Al comenzar el nuevo curso, quiero responder a las preguntas que con frecuencia os formuláis, con motivo de las defecciones que llamativas o “discretas”, verificáis cada temporada en las filas de la Unión Seglar. Hay nombres recientes y no tan recientes que están en la memoria de todos. ¿Por qué no perseveraron? ¿Por qué personas entregadas un tiempo nos ha dejado? La respuesta no la da el Evangelio en la parábola del Sembrador. “Salió el Sembrador a sembrar…” La Unión Seglar y su Asociación Juvenil es el campo del padre de familias donde el Señor por medio de sus ministros esparce la divina llamada.

Para unos la palabra cayó a la vera del camino. Fueron unos días de acudir a los actos comunes, pero sin dejar al mismo tiempo de merodear por los caminos que llevan en sentido opuesto, sin comprometerse a fondo, sin romper con amistades, con la TV, con diversiones y lecturas. El enemigo roba enseguida lo sembrado. Así son muchos. Oyeron y se fueron. Para ellos la Unión Seglar no es humana, no tiene acogida.

Para otros cayó la semilla entre piedras; brotó sí, pero no tenía profundidad aquella tierra, y al salir el sol se secó la semilla. Son los que tras el primer gozo, más o menos largo, de una entrega que no compromete para siempre, se cansaron de su trabajo con el ardor del sol de mediodía. Querían compromisos infantiles, pero no de hombres adultos. Entonces se descubren imperfecciones, se encuentran pretextos para no seguir un compromiso que llama a más. La tierra de poco fondo es la ausencia de una sólida vida interior que me lleva a cambiar según el temple emotivo a “un cierto grado de contentar mi alma…” como diría San Ignacio.

Lo sembrado entre espinas, se ahogó al crecer las espinas. La vida cristiana. La Iglesia, la Unión Seglar están rodeadas de espinas. Ellas son las preocupaciones de las cosas terrenas de este mundo, del trabajo, de la seducción de la riqueza, del prestigio social, de la soberbia. Se hace incómoda la Unión Seglar, demasiado marcada por la persecución, refugio a juicio de algunos de gente insincera e inútil o de poca personalidad que la hace desenvolverse en un ambiente pobretón, sin consideración social y relevancia. Por eso se alejan de ella, como de puntillas.

En el primer caso, otras codicias sustituyeron la llamada al heroísmo que sonaba en la Unión Seglar, al heroísmo cristiano. En el segundo caso, otros honores, o amores, o codicias, o vacíos de vida interior, llevaron a traicionar la primera vocación. El tercer caso la soberbia ahogó todos los deseos y el  cansancio hizo que se derrumbara a la hora de la prueba aquella alma. Cuando la Unión Seglar necesitaba apoyo y aliento rodeada de espinas, las espinas de la soberbia alejaron de ella a los que más debían haberla servido. En los tres casos, los escalones del diablo que descubre San Ignacio. En los tres casos la Unión Seglar fue abandonada, por los que no la amaban hasta el interior compromiso, fuera del alcance de las piedras, las espinas y las pisadas de los que pasan.

Dios quiera que todos vosotros pidáis al Señor el don de la perseverancia en vuestra llamada a la Unión Seglar. Que todos seáis tierra buena de humildad, para dar siempre fruto, cada día más fruto. Dios quiera de vosotros llenar la sala de su convite: el de los cojos, los lisiados, los que no son, para confundir a los que se creen que son. Caminemos todos en humildad, como la Reina que se llamó como su título real, La Esclava del Señor.

Rvdo. P. José María Alba Cereceda, S.I.
Meridiano Católico Nº 144, octubre de 1990

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