Cáritas nos invita en la fiesta del Corpus Christi a fijar la atención en la dimensión comunitaria de nuestra vida. Vivimos en un clima de individualismo creciente y precisamente por eso es tan necesario un testimonio de que es posible “ser comunidad”. La comunidad cristiana manifiesta la superación de dos tentaciones de sobras conocidas: por un lado, el individualismo, y por el otro, el conformismo gregario. El ser humano crece y se realiza como persona conviviendo, tanto en la proximidad física como en la psicológica, en la compañía de otras presencias amigas. Nacemos y crecemos en una familia, pero llega un momento en que no es suficiente la familia como estructura de convivencia, por eso los adolescentes y jóvenes necesitan el complemento de otros círculos de relación. Ahora bien, la pandilla o el mero grupo de amigos también resultan insuficientes. En definitiva, el ser humano necesita
un grupo básico en el cual las relaciones no sean meramente funcionales, sino que se llegue a una comunicación verdaderamente interpersonal.
Para ser constructores de comunidad es preciso que cultivemos una verdadera espiritualidad de comunión. ¿Y qué significa una espiritualidad de