Publicado por manuelmartinezcano | Filed under Artículos - Contracorriente
Santa Jacinta Marto
30 jueves Ago 2018
30 jueves Ago 2018
30 jueves Ago 2018
Posted Mojones
inMontserrat
El sacerdote me dijo estas palabras profundas: Hay tres grados en el cumplimiento de la voluntad de Dios. El primero: es cuando el alma cumple todo lo que está notoriamente comprendido en los reglamentos y en estatutos de la observancia exterior. El segundo grado consiste en que el alma sigue las inspiraciones interiores y las cumple. El tercer grado es aquel en que el alma, entregándose a la voluntad de Dios, le deja la libertad de disponer de ella, y Dios hace con ella lo que le agrada, porque es un instrumento dócil en sus manos. (Santa María Faustina Kowalska – Diario – La Divina Misericordia en mi alma)
Por contraposición, la libertad del liberalismo consiste sólo en una “libertad de”: la libertad respecto del fin. Lo que obstaculiza la libertad es la propia naturaleza, la propia finalidad, el propio bien. Porque se parte de la base de que no existe nada a lo cual ordenarse. Todo lo define, desde sí mismo, la propia subjetividad. (Julio Alvear Téllez – Verbo)
La táctica de seducir con medias verdades a públicos que no disponen de preparación o -de tiempo para ver los complejos de realidad en bloque constituye un atentado contra la verdad que debe ser implacablemente delatado. Una verdad mutilada es de ordinario más perturbadora que un error integral. (Alfonso López Quintás – Manipulación del hombre en la defensa del divorcio)
¿Quiénes son los instrumentos de este círculo mediático? Los periodistas, esos analfabetos locuaces, que no paran de hablar de lo que no saben. Hoy los periodistas, sobre todo los locutores radiales y televisivos, son los verdaderos filósofos de este tiempo. Los que tienen respuesta para todo y para todos. Eso sí, siempre la respuesta es una respuesta única, la producida de antemano por los mass media que los emplean. Los analfabetos locuaces, como los futbolistas, son los nuevos esclavos, así unos venden su alma (conciencia) y otros su cuerpo (su primera juventud). (Alberto Buela – Razón Española)
Las premisas de la modernidad, según las cuales el Estado, y con él la ley positiva, tiene la soberanía, transforman en conflictiva la relación entre conciencia y ley. La soberanía se entiende como el poder superior del cual mana mediante la ley la de terminación del bien y del mal. De este modo la persona tiene la posibilidad de quedar enfrentada a dos leyes contradictorias: una, la ley natural que se manifiesta en la conciencia y que recoge el bien del hombre; otra, la ley positiva que mana del Estado, contraria a la ley natural. (José Luis Widow – Verbo)
En él me parece ver como reflejada esa alma heroica navarra, que, en medio de los cambios de los sucesos y los siglos, permanece enérgica, inmutable, con la misma virtualidad de los españoles de los siglos XVI y XVII, como desafiando al tiempo con los músculos de acero de sus hijos, más fuertes que las raíces de los robles que abrazan secularmente el granito de las montañas, que es uno de los pedestales sobre los que se ha de asentar la regeneración de la Patria española. (Juan Vázquez de Mella – El Verbo de la Tradición)
Que un periodicucho cualquiera de esos de burdel venda sus blasfemias en prosa, verso o grabado a dos cuartos ejemplar, es un exceso que él prohibiría: y hasta lamenta no lo prohíba un Gobierno conservador; pero que se diga todo lo mismo en frases cultas, en un libro de buena impresión o en un drama de sonoros versos, sobre todo si el autor es académico o cosa así, ya no ofrece inconveniente. (Sardá y Salvany – El liberalismo es pecado)
30 jueves Ago 2018
Posted P. Manuel Martínez Cano
inPadre Manuel Martínez Cano mCR.
Hace años, el padre Alba me encargó confeccionar unas lecciones, de moral para nuestros alumnos. Salió un texto de 32 lecciones con temas de este tenor: La ley, la conciencia, justicia conmutativa (tres lecciones) justicia legal, justicia distributiva, justicia social… la primera lección de justicia conmutativa, «Respeto a la vida» contiene los siguientes apartados: Noción de justicia y derecho, respetar la vida, la muerte del inocente, abortar es matar a una persona inocente, aborto terapéutico, ético y eugenésico, la eutanasia, la muerte del injusto agresor, la muerte del culpable. Toda esta doctrina extraída de los libros que yo había estudiado.
En el punto «La muerte del culpable» escribí: Por derecho natural (por la potestad recibida de Dios) y siempre que lo requiera el bien común, la autoridad pública puede aplicar la pena de muerte a los malhechores, culpables de gravísimos crímenes.
La pena de muerte es lícita si así lo requiere el bien común, única causa proporcionada para aplicar una pena tan grave (garantizar el orden y la paz con el escarmiento de los demás).
La Sagrada Escritura relata muchos casos de pena de muerte: «El que hiera mortalmente a otro será castigado con la muerte» (Ex 21, 12).
Hay criminales que sólo retroceden ante la perspectiva de una pena de muerte.
Santo Tomás de Aquino, único teólogo expresamente recomendado por el Concilio Vaticano II, enseña: «Es lícito matar al malhechor en cuanto se ordena a la salud de toda la sociedad, y, por lo tanto, corresponde a aquél a quien esté confiado el cuidado de su conservación, como al médico compete el amputar el miembro podrido cuando le fuera encomendada la salud de todo el cuerpo. Y como el cuidado del bien común está confiado a los príncipes, que tienen pública autoridad, solamente a éstos es lícito matar a los malhechores, y no lo es a las personas particulares».
El Catecismo de la Iglesia Católica, dice: «La enseñanza tradicional de la Iglesia no excluye, supuesta la plena comprobación de la identidad y de la responsabilidad del culpable, el recurso a la pena de muerte, si ésta fuera el único camino posible para defender eficazmente del agresor injusto las vidas humanas.
Pero si los medios incruentos bastan para proteger y defender del agresor la seguridad de las personas, la autoridad se limitará a estos medios, porque ellos corresponden mejor a las condiciones concretas del bien común y son más conformes con la dignidad de la persona humana. (n. 2267).
Jamás será lícito matar al malhechor por iniciativa privada; nunca será lícito el llamado «linchamiento” popular del malhechor, sorprendido haciendo el mal.
Del apartado «La muerte del inocente» transcribo estos testimonios: Sólo la ignorancia o la maldad puede afirmar que el feto no es ya una vida humana. La ciencia ha demostrado que «toda distinción entre el huevo, el embrión y el feto es arbitraria; el hombre entero se encuentra en el óvulo fecundado» (Jean Rostand).
«La ciencia y el sentido común prueban que la vida humana comienza en el momento de la concepción. Los padres no tienen ningún derecho sobre la nueva vida, sino que tienen la obligación de protegerla» (Asamblea del Consejo de Europa).
«La vida humana da comienzo en el momento de la fecundación y, por tanto, la interrupción de la misma, en cualquier momento que se realice conlleva la supresión de la vida» (Real Academia de Medicina de España).
«El aborto es una pena de muerte inhumana, practicada con premeditación y alevosía» (Real Academia de Doctores).
«Quien negara la defensa de la persona humana inocente y débil, a la persona ya concebida aunque todavía no nacida, cometería una gravísima violación del orden moral. ¡Nunca se puede legitimar la muerte de un inocente!» (San Juan Pablo II). Es «un crimen abominable» (Concilio Vaticano II).
Jesús dijo a los escribas y fariseos «¡Raza de víboras!, ¿cómo podéis decir cosas buenas si sois malos? Porque de lo que rebosa el corazón habla la boca». (Mateo 12, 34), «Él les contestó: “Esta generación perversa y adúltera exige una señal; pues no se le dará más signo que el del profeta Jonás». (Mateo 12, 39).
Vivimos en una generación perversa y adúltera, raza de víboras. Políticas satánicas, diabólicas, luciferinas que llevarán muchas almas al infierno. Quien muera con un solo pecado mortal, se condenará para siempre. El aborto es un pecado mortal gravísimo.
Jesús dijo: «Dejad que los niños se acerquen a Mí». Dejad que nazcan los niños, son hijos de Dios. Acercaros a un bebé, contemplar su rostro, sus sonrisas, sus manitas, sus pies; contemplad la belleza, ternura e inocencia de Dios. Os convertiréis en fervientes católicos.