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~ Blog del P. Manuel Martínez Cano, mCR

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Publicaciones de la categoría: Guerra Campos

El octavo día 62 – SANTIAGO APÓSTOL. LECCIÓN DE FE (I)

06 martes Jul 2021

Posted by manuelmartinezcano in Guerra Campos

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D. José Guerra Campos
El octavo día
Editorial Nacional, Torrelara, Madrid, 1973

El 25 de julio, la Iglesia universal festeja al apóstol Santiago. En la ciudad de Compostela, nacida en torno de su sepulcro, se concentran en estos momentos numerosos fieles. Allí, España le honra como a su patrono. Allí confluyen, desde hace más de mil años, innumerables peregrinos de toda la cristiandad. Santiago, Roma y Jerusalén han sido, durante centurias las metas de las mayores peregrinaciones de la Iglesia católica.

Pasados veinte siglos, entre los sepulcros o lugares de los apóstoles, solamente Santiago en Compostela, San Pedro y San Pablo en Roma, conservan vivo todavía un culto resonante; y acaso el de Compostela sea el más afectuoso y el más popular.

¿Qué podemos esperar del apóstol Santiago?

Según un conocido testimonio de la Europa medieval, el motivo principal de atracción para los peregrinos de Santiago era «visitar el cuerpo de un Apóstol que, a su vez, había tenido la dicha de ver y de tocar a Dios hecho hombre» (1). Visitaban a un testigo del Señor.

La Iglesia es apostólica. Está fundada sobre testigos enviados por Jesús. Por ellos enlazamos de un modo sensible con el Hijo de Dios asociado a nuestra historia. Los Apóstoles, por tanto, son piezas básicas en la vida cristiana, ya que ésta no se alimenta sólo de aspiraciones o de teorías, sino de realidades atestiguadas. Todos los apóstoles podrían suscribir estas admirables palabras de San Juan, el hermano de Santiago: «Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que contemplamos, lo que palparon nuestras manos tocando al Verbo de vida… -la vida eterna, que estaba en el Padre y que se manifestó…-, os lo anunciamos a vosotros, a fin de que viváis también en comunión con nosotros… para que sea vuestro gozo colmado» (2).

NOTAS:

(1) Libef Sancli Jacobi (siglo XII), lib. I, cap. 17.

(2) 1 Jn. 1, 1-4.

El octavo día 61 – RECAPITULACIÓN SEGUNDA. CRITERIOS PARA LA AUTODEFENSA DE LA FE (III)

29 martes Jun 2021

Posted by manuelmartinezcano in Guerra Campos

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Obispo D. José Guerra Campos

D. José Guerra Campos
El octavo día
Editorial Nacional, Torrelara, Madrid, 1973

Séptimo: Las normas de disciplina pueden variar, pero sólo por decisión de la autoridad de la Iglesia. La obediencia a las vigentes es voluntad de Dios y preserva la libertad contra las arbitrariedades.

Así, el Concilio Vaticano II dejó establecido que «nadie, aunque sea sacerdote, añada, quite o cambie cosa alguna por iniciativa propia en la liturgia» (2). En algún caso, además las normas condicionan la validez de los sacramentos; y ningún sacerdote ni otro fiel se atreverá a infringirlas, si conserva la fe en el misterio de salvación que es la Iglesia.

Octavo: Es legítimo renovar los medios prácticos de acción pastoral, siempre que se haga al servicio de los fines permanentes de la Iglesia y sin excluir los medios tradicionales que continúen siendo provechosos.

Noveno: Cuando se está a la busca de nuevas expresiones, aplicaciones o desarrollos de la verdad, mientras que alguna no sea propuesta a toda la Iglesia por el magisterio, hay una zona de opiniones libres, que es necesario respetar. Y lo mismo sucede cuando se buscan medios de acción, mientras la autoridad competente no dicte una norma.

Se ha de evitar una gran tentación actual: la de imponer la dictadura en materias opinables, donde son libres las apreciaciones de los creyentes, mientras por otro lado se tolera todo atrevimiento contra los dogmas.

Décima: Rechazar a toda costa las ambigüedades. Si son fruto de impericia, no tenemos por qué padecerlas; si son fruto de malicia, no podemos implicarnos en una traición contra Cristo y su Iglesia. Fieles a la Iglesia, diremos con los Apóstoles: «Es preciso obedecer a Dios antes que a los hombres» (3). Como dijimos en otra ocasión, será inevitable atravesar más de una vez la niebla de nuestras propias dudas, pero es forzoso repeler, como agresores, a los que tienden alrededor de nosotros cortinas de humo.

Estos diez «mandamientos» se resumen en dos: Vigilar y orar, según la palabra de Jesús y en unión con la madre Iglesia.

(17 de julio de 1972).

Notas:

(2) Constitución Sacrosanctum concilium, sobre la liturgia, 22. Antes del texto citado había dicho: «La reglamentación de la sagrada liturgia es de la competencia exclusiva de la autoridad eclesiástica; ésta reside en la Sede Apostólica y, en la medida que determine la ley, en el obispo. En virtud del poder concedido por el derecho, la reglamentación de las cuestiones litúrgicas corresponde también, dentro de los límites establecidos, a las competentes asambleas territoriales de obispos de distintas clases legítimamente constituidas”.

(3) Act. 5, 29.

El octavo día 60 – RECAPITULACION SEGUNDA. CRITERIOS PARA LA AUTODEFENSA DE LA FE (II)

22 martes Jun 2021

Posted by manuelmartinezcano in Guerra Campos

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«El Concilio Vaticano II no ha sustituido ni suprimido una sola verdad de fe ni un solo principio moral de los catecismos anteriores».

D. José Guerra Campos
El octavo día
Editorial Nacional, Torrelara, Madrid, 1973

Segundo: Todos debemos conocer estas verdades ya formuladas: en el Credo, en las profesiones de fe (como la de San Pablo VI), en los catecismos autorizados…

Tercero: El Concilio Vaticano II no ha sustituido ni suprimido una sola verdad de fe ni un solo principio moral de los catecismos anteriores.

Cuarto: Sin duda, puede haber novedad en el modo de expresar o de aplicar las verdades, con fide­lidad al contenido de las mismas. Puede haber des­arrollo orgánico, que ilumine distintos aspectos de la verdad revelada, pero en armonía con ella y sin su­ plantarla. El que oye cosas nuevas tiene derecho a ver esa armonía.

Para ello, tomará como puntos de referencia las verdades que ya conoce. Si su conocimiento se resume en un viejo catecismo familiar, debe pedir que el que habla muestre su conformidad con él, no porque no se pueda mejorar la exposición, sino por exigencia elemental de la pedagogía, según la cual se ha de avanzar desde lo conocido hacia lo desconocido.

Quinto: Si la conformidad no aparece clara, suspender el juicio. Si hay disconformidad, resistir en nombre de Dios.

Conviene advertir que las nuevas fórmulas o maneras de expresar la verdad se justifican solamente en cuanto sirven para hacerla más inteligible a los que escuchan. Si los destinatarios no las entienden como sucede ahora con frecuencia, algo falla. Al que las propone toca explicarse con más claridad; y mientras no lo consiga, no solamente es lícito, sino obligado, suspender el juicio.

Sexto: Todos los fieles, según su capacidad y con la ayuda de Dios, pueden contribuir a hallar las nuevas expresiones o aplicaciones, o una inteligencia más íntima de la palabra de Dios. Pero lo que garantiza autorizadamente a todos que no se trata sólo de consideraciones humanas en torno a la palabra, sino de su auténtico significado, es el magisterio, cuando propone la verdad que todos hemos de acoger por obediencia a la autoridad de Dios.

El octavo día 59 – RECAPITULACIÓN SEGUNDA. CRITERIOS PARA LA AUTODEFENSA DE LA FE (I)

15 martes Jun 2021

Posted by manuelmartinezcano in Guerra Campos

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«El magisterio de la Iglesia está subordinado verdades ya formuladas, a las que ha de conformar sus manifestaciones nuevas».

D. José Guerra Campos
El octavo día
Editorial Nacional, Torrelara, Madrid, 1973

Resumimos en el capítulo último las líneas principales trazadas hasta ahora en la serie de «El octavo día». Dejamos para hoy el resumen de los cinco capítulos dedicados a exponer criterios para orientarse en medio de la confusión doctrinal (1).

La Iglesia, por voluntad de Dios, pone sumo cuidado en preservar íntegra y pura su doctrina. La confusión, según el dictamen del Papa y de los obispos, sobreviene cuando «en el seno de numerosos grupos, desde publicaciones, cátedras de enseñanza religiosa y a veces desde la misma predicación sacerdotal, se vierten, como doctrina de la Iglesia, ideas contrarias a la misma; al parecer, sin una desautorización eficaz».

En estos casos, el Papa ha recomendado la autodefensa. Pero se trata de defensa de la fe, no de posturas subjetivas arbitrarias. Y, por tanto, aun cuando en alguna ocasión hubiera que defenderse frente a actuaciones turbias de algún ministro de la Iglesia, se hará siempre de acuerdo con las normas superiores que nos dan la orientación auténtica de la jerarquía.

No es de este momento repetir explicaciones; pero, sí vendrá bien resumir los criterios ya apuntados, en una especie de decálogo.

Primero: el magisterio de la Iglesia está subordinado verdades ya formuladas, a las que ha de conformar sus manifestaciones nuevas.

Algunos hablan -según suele decirse, a lo loco­ de los cambios en la Iglesia, como si los papas o los concilios venideros pudiesen sustituir cualquier cosa. En materia de disciplina, por ejemplo, el ayuno antes de la Comunión, un papa o un concilio pueden modificar lo que otros establecieron como oportuno en circunstancias diversas; pero cuando el magisterio de la Iglesia universal -el Papa o el cuerpo de los obispos en comunión con él- propone de forma definitiva la doctrina de la fe y la moral, sus afirmaciones son inmutables. Los papas y concilios siguientes quedan vinculados, igual que todos los demás fieles. Así, la definición del Concilio Vaticano I sobre la infalibilidad del Papa, o la de Pío XII sobre la Asunción de Nuestra Señora, son válidas para siempre.

Notas:

(1) Ver capítulos 5, 6, 7, 8 y 9. Ver también capítulo 11.

El octavo día 58 – RECAPITULACIÓN PRIMERA (III)

08 martes Jun 2021

Posted by manuelmartinezcano in Guerra Campos

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«El desprecio de la verdad, es el desprecio de esa plenitud de vida que Cristo nos aposta».

D. José Guerra Campos
El octavo día
Editorial Nacional, Torrelara, Madrid, 1973

Dos veces (4) hubimos de tomar en consideración a quienes piensan que esta realidad sencilla y hermosa de Cristo en su Iglesia queda oprimida por la carga de los dogmas o de las verdades que hay que creer. Algunos menosprecian las verdades de la fe en nombre de la vida o con el pretexto de la humildad o de la libertad y unidad de los hombres.

Hemos visto que la verdad cristiana es precisamente la expresión de la vida plena, que se nos da por la persona de Cristo. Y, como verdad y vida son inseparables, lo que se esconde realmente en el desprecio de la verdad, es el desprecio de esa plenitud de vida que Cristo nos aporta, para encerrarnos en los límites de nuestros proyectos o de la acción humana.

Hemos visto que la firme orientación que nos da la fe, en medio de las oscuridades, no se funda en la presunción orgullosa de ser, nosotros, propietarios de la verdad. Se funda en un don de Dios, que todos hemos de acoger con humilde gratitud, que a todos se ofrece y a todos ha de juzgar. Y no puede haber amor a los hombres sin amor a la verdad, que es la que nos hace libres.

Por eso mismo hicimos notar (5) cómo, según el Concilio y en contra de lo que algunos propalan, la acción misionera sigue siendo, como siempre, una función primaria de la Iglesia. E indicamos cómo se relaciona con la predicación del Evangelio la buena fe de los que caminan a tientas hacia Dios, sin conocer todavía la verdad.

Pero, sobre todo, «El octavo día» ha mirado con simpatía fraternal a lo innumerables hijos del pueblo que respiran confiadamente la atmósfera de la fe y que ahora se ven acusados de poseer una fe de inferior calidad, porque no entienden las interpretaciones nuevas que algunos tratan de imponerles.

Puedo afirmar que el móvil principal de «El octavo día» ha sido decir a todos, como si me dirigiese a mi madre: «No desconfiéis de vuestra fe. Es válida, para la vida y para la muerte. La fe cristiana no es más accesible para los que presumen de sabios que para los sencillos, los auténticamente inteligentes. ¿Os invitan a renovaros? Si es una invitación a mejorar en amor de Dios, en amor del prójimo, en desprendimiento, en colaboración activa con la Iglesia, en asimilación más honda de las verdades y valores del Evangelio…, aceptadla. Si os invitan a can­ celar, por inútil, la formación, a veces muy honda, que habéis recibido o heredado de la madre Iglesia, rechazad la invitación; no viene de Dios.

En ciertos ambientes de confusión, esto exigirá que cada uno sepa defender su fe. Para tal autodefensa hemos dado criterios en «El octavo día». Será conveniente recapitulados de nuevo. Lo haremos en la próxima emisión.

(10 de julio de 1972).

Notas:

(4) Ídem 3 y 4.

(5) Ídem 10 y 12.

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