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Publicaciones de la categoría: Guerra Campos

El octavo día 47 –PEDRO CONFIRMA A SUS HERMANOS EN MEDIO DE UNA TEMPESTAD (I)

23 martes Mar 2021

Posted by manuelmartinezcano in Guerra Campos

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San Juan Pablo II y Mons. José Guerra Campos, Obispo de Cuenca

D. José Guerra Campos
El octavo día
Editorial Nacional, Torrelara, Madrid, 1973

Estamos en vísperas de la fiesta de San Pedro y del día del Papa.

Cristo, cabeza, fundamento y pastor de su Iglesia, confía a Pedro y a sus sucesores la administración visible de sus propios oficios. Lo constituye su vicario y portavoz supremo, a la cabeza de los apóstoles; principio de unidad, sobre todo por la confesión de la verdadera fe.

A Pedro hemos de volver los ojos en las horas de confusión, como la que ahora atravesamos (1).

«¿Quién dicen los hombres que soy yo?», pregunta el Señor. Los discípulos refieren diversas opiniones humanas («Unos dicen… Otros dicen…»). El que acierta es Pedro; no porque fuese más sabio que los demás, sino por la revelación del Padre, acogida con docilidad (2).

¿Qué dice la gente sobre lo que es o debe ser la Iglesia? ¿Qué es Cristo para nosotros en el siglo XX? ¡Se dicen tantas cosas! Con tanta algarabía, que muchos terminan por no entender nada. Y ahí está, resonando de continuo, la voz del Papa; precisando, en un diálogo amoroso y comprensivo, cuál es la verdad divina, que corresponde a la revelación del Padre, y cuáles son habladurías vanas. Con sus instrucciones casi diarias y con su palabra más solemne -el Credo pronunciado en 1968- el Papa confirma en la fe a sus hermanos (3).

Notas:

(1) Pedro es al mismo tiempo portavoz de Cristo y portavoz de nuestra fe.

(2) Ver Mt. 16, 13-17.

(3) En la introducción a su «Credo», recitado en la plaza de San Pedro el 30 de junio de 1968, el Papa declaró que tenía presente la «inquietud que agita» a aquellos «católicos que se dejan llevar de una especie de pasión por el cambio y la novedad», que «no se sustraen a la influencia de un mundo en profunda mutación, en el que tantas cosas se impugnan o discuten». El Papa recuerda que la búsqueda de una inteligencia más profunda o de una presentación más inteligible de los misterios de Dios, labor propia de la Iglesia, no ha de degenerar en la suplantación de su sentido revelado por hipótesis arbitrarias. El Papa «responde a la necesidad de luz que experimentan tantos fieles» no sólo con sus instrucciones normales, sino con una «palabra más solemne» (el credo o profesión de fe, que pronunció) para cumplir el mandato del Señor de confirmar en la fe a sus hermanos, y también para orientar «a todos aquellos que en el mundo… están buscando la verdad».

«Como en otro tiempo en Cesarea de Filipo el apóstol Pedro tomó la palabra en nombre de los doce para proclamar verdaderamente, por encima de las opiniones humanas, a Cristo, Hijo de Dios vivo, así hoy su humilde sucesor, pastor de la Iglesia universal, levanta su voz rindiendo, en nombre de todo el pueblo de Dios, un firme testimonio a la verdad divina confiada a la Iglesia para que ella la anuncie a todas las naciones.»

«Debemos cumplir el mandato confiado por Cristo a Pedro, del que somos sucesor…, de confirmar en la fe a nuestros hermanos. Conscientes, ciertamente, de nuestra debilidad humana, pero con toda la fuerza que tal mandato imprime a nuestro espíritu, vamos a hacer una profesión de fe, a pronunciar un credo que… recoge en sustancia, y en algún aspecto desarrollado en consonancia con la condición espiritual de nuestro tiempo, el credo de Nicea, el credo de la inmortal tradición de la Santa Iglesia de Dios”.

El octavo día 46 – FE Y BUENA FE. NECESIDAD DE LA IGLESIA (IV)

16 martes Mar 2021

Posted by manuelmartinezcano in Guerra Campos

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Generalísimo Francisco Franco, Mons. José Guerra Campos, Obispos y personalidades

D. José Guerra Campos
El octavo día
Editorial Nacional, Torrelara, Madrid, 1973

Los que, sin culpa, desconocen a Dios, pueden salvarse con una religiosidad más o menos inconsciente; pero los que conocemos al Señor hemos de comunicarlo para bien de todos. San Pablo, en Atenas, no se conformó con registrar el hecho de que los atenienses adoraban a un Dios desconocido: se lo dio a conocer, revelándoles su íntima presencia, y la resurrección de Cristo (14).

La oscuridad de los que caminan a tientas incluye a veces la actitud positiva del que busca y se acerca. La oscuridad de los que se desentienden de buscar es negativa. La inhibición de los creyentes, cuando omiten proponer la luz, sería una regresión, una traición al Evangelio y a nuestros hermanos.

Por tanto, según la doctrina de la Iglesia, la buena fe está necesariamente orientada hacia la fe en Cristo, que nos habla en la Iglesia.

La Iglesia, según la voluntad salvadora del Señor, invita a los no creyentes a que abran su corazón al Evangelio (15).

No emitimos juicio sobre la culpa interior de nadie, porque «sólo Dios es juez y escrutador del corazón humano» (16), y todos estamos pendientes del juicio de Dios. Cuando nos dirigimos a los no creyentes, nos desnudamos de toda orgullosa seguridad. Nos lo advierte el Concilio: «No olviden todos los hijos de La Iglesia que su excelente condición no deben atribuirla a los méritos propios, sino a una gracia singular de Cristo, a la que si no responden, con pensamiento, palabra y obra, lejos de salvarse, serán juzgados con mayor severidad» (17).

Es Cristo resucitado el que ha dicho: «Predicad el Evangelio a toda criatura: el que creyere y fuere bautizado, se salvará, más el que no creyere se condenará» (18). Lo ha dicho para todos: para todos es la vocación, para todos la esperanza, para todos la responsabilidad.

(19 de junio de 1972).

Notas:

(14) Ver Act. 17, 22-31.

(15) «Consideren sin prejuicios el Evangelio de Cristo» (GS., 21). «La Iglesia ora y trabaja para que la totalidad del mundo se integre en el pueblo de Dios» (LG., 17).

(16) GS., 28.

(17) LG., 14.

(18) Me. 16, 15-16.

El octavo día 45 – FE Y BUENA FE. NECESIDAD DE LA IGLESIA (III)

09 martes Mar 2021

Posted by manuelmartinezcano in Guerra Campos

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mons. josé guerra campos, obispo de cuenca

D. José Guerra Campos
El octavo día
Editorial Nacional, Torrelara, Madrid, 1973

Por eso -escuchemos de nuevo al Concilio-: «La Iglesia, acordándose del mandato del Señor…; procura con gran solicitud fomentar las misiones, para promover la gloria de Dios y la salvación de todos estos» (9). «La actividad misionera conserva íntegra, hoy como siempre, su fuerza y su necesidad» (10).

Se necesita la luz de la revelación para desvelar en su plenitud la significación de la misma conciencia, como reflejo de Dios y aspiración a Dios. Al apreciar los valores humanos, lo que hace la Iglesia es «referirlos a su fuente divina» (11). Porque la valoración del hombre depende de la dignidad de la persona humana; y ésta sólo tiene sentido si somos algo más que brotes transitorios de una naturaleza en continua mutación: si estamos en comunión con una libertad personal e inmortal, superior a todas las cosas. El hombre -recuerda el Concilio- es para sí mismo un problema y un misterio. Sólo la «manifestación del misterio de Dios ilumina el sentido de la propia existencia, la íntima verdad del hombre mismo» (12).

Así la luz de la conciencia, de la buena fe, remite al Evangelio. Está esperando la presentación de éste, como respuesta a las aspiraciones que el mismo Dios siembra en nuestro corazón. «Cuanto hay ahí de bueno y verdadero -entre los hombres que no conocen a Dios- la Iglesia lo juzga como una preparación del Evangelio» (13). Ella sabe que tiene por misión manifestar al Dios oculto.

Notas:

(9) LG., 16.

(10) AG., 7.

(11) GS., 11.

(12) GS., 41. «La dignidad humana tiene en Dios su fundamento y perfección»… «Todo hombre resulta para sí mismo un problema no resuelto… A este problema sólo Dios da respuesta plena y totalmente cierta» (GS., 21). «El misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado»… «En Cristo se ilumina el enigma del dolor y de la muerte, que fuera del Evangelio nos envuelve en absoluta oscuridad» (GS., 22).

(13) LG., 16.     

El octavo día 44 – FE Y BUENA FE. NECESIDAD DE LA IGLESIA (II)

02 martes Mar 2021

Posted by manuelmartinezcano in Guerra Campos

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D. José Guerra Campos
El octavo día
Editorial Nacional, Torrelara, Madrid, 1973

Gracias a Dios, el Espíritu actúa en el interior de los hombres, incluso donde no alcanza la acción exterior de la Iglesia. Y hay hombres que se dejan guiar por el Espíritu; tienen, sin saberlo, valores religiosos. Pero no se puede desorbitar, con optimismo infundado, esta situación. No es satisfactoria; No disminuye la urgencia de la acción misional. Porque no todo es buena fe, a los ojos de Dios, que es quien la juzga. Seguir la conciencia es seguir la voz de Dios, que resuena en ella; no un proceder arbitrario. Dice el Concilio: «Quienes voluntariamente pretenden apartar de su corazón a Dios y soslayar las cuestiones religiosas, desoyen el dictamen de su conciencia y, por tanto, no carecen de culpa» (5). «Con mucha frecuencia los hombres, engañados por el maligno, se envilecen sirviendo a la criatura más bien que al Creador…; o, viviendo y muriendo sin Dios en este mundo, se exponen a la desesperación extrema» (6).

Además, cualquiera que sea el número de los que se salven por la buena fe (7), no se trata sólo de no tener culpa. La orfandad de un niño abandonado, aunque sea inculpable, es un estado de desgracia. Aquel que no ha descubierto la manifestación de Dios, vive privado de un gran bien: el de ver y esperar con la luz de la fe. Anda a tientas a través de los enigmas del pecado, el dolor y la muerte; no reconoce a Aquel que es su vida; «no recibe plena y conscientemente la obra salvadora de Dios» (8).

Notas:

(5) GS., 19.

(6) LG., 16.

(7) «Cuyo número sólo Dios conoce» (profesión de fe, de Pablo VI). Este Credo del Papa resume así nuestro tema: «Creemos que la Iglesia es necesaria para salvarse, porque Cristo, el solo mediador y camino de salvación, se hace presente para nosotros en su cuerpo que es la Iglesia. Pero el designio divino de la salvación abarca a todos los hombres; y los que sin culpa por su parte ignoran el Evangelio de Cristo y su Iglesia, pero buscan a Dios con sinceridad y, bajo el influjo de la gracia, se esfuerzan por cumplir su voluntad conocida mediante la voz de la conciencia, éstos, cuyo número sólo Dios conoce, pueden obtener la salvación”.

(8) Decreto Ad gentes: AG., 7.

El octavo día 43 – FE Y BUENA FE. NECESIDAD DE LA IGLESIA (I)

23 martes Feb 2021

Posted by manuelmartinezcano in Guerra Campos

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Monseñor D. José Guerra Campos (Obispo de Cuenca)

D. José Guerra Campos
El octavo día
Editorial Nacional, Torrelara, Madrid, 1973

Hemos insistido en lo importante que es para nuestra vida la verdad cristiana, íntimamente ligada a la presencia del mismo Cristo resucitado en su Iglesia.

Pero algunos piensan: «Después del Concilio la Iglesia reconoce el valor que tiene ante Dios la conciencia sincera, aunque no profese la verdad revelada; ya no parece urgente ni primordial, como se pensaba antes, la labor misionera; acaso lo mejor sería no inquietar a los hombres con la invitación a la fe». En resumen, ¿no basta la «buena fe» sin necesidad de fa «fe»?

¿Cuál es, en realidad, la enseñanza de la Iglesia en este punto?

El Concilio -voy a utilizar lo más posible sus palabras- reafirma la doctrina tradicional de la Iglesia y la fórmula del modo siguiente:

«La Iglesia peregrinante es necesaria para la salvación. El único mediador y camino de salvación es Cristo, quien se hace presente a todos nosotros en su cuerpo, que es la Iglesia» (1). «Todos los hombres están obligados a buscar la verdad» (2); «están llamados a formar parte del nuevo pueblo de Dios (3). Ahora bien -continúa diciendo el Concilio-, «quienes ignorando sin culpa el Evangelio de Cristo y su Iglesia, buscan, no obstante, a Dios con un corazón sincero y se esfuerzan, bajo el influjo de la gracia, en cumplir con obras su voluntad, conocida mediante el juicio de la conciencia, pueden conseguir la salvación eterna» (4).

Notas:

(1) Constitución LG., 14.

(2) «Sobre todo -continúa el texto– en lo referente a Dios y a su Iglesia, y, una vez conocida (están obligados), a abrazarla y practicarla» (Declaración sobre libertad religiosa: DH., 1).

(3) LG., 13. «Dios quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad» (1ª Tim. 2, 4-5). A la unidad católica pertenecen todos los creyentes en Cristo; y a ella se ordenan «todos los hombres en general, por la gracia de Dios llamados a la salvación» (LG., 13).

(4) LG., 16. «La divina providencia tampoco niega los auxilios necesarios para la salvación a quienes sin culpa no han llegado todavía a un conocimiento expreso de Dios y se esfuerzan en llevar una vida recta, no sin la gracia de Dios.»

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