Contracorriente

~ Blog del P. Manuel Martínez Cano, mCR

Contracorriente

Publicaciones de la categoría: Guerra Campos

El octavo día 17 – VERDAD, HUMILDAD, UNIDAD III

14 martes Ene 2020

Posted by manuelmartinezcano in Guerra Campos

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D. José Guerra Campos
El octavo día
Editorial Nacional, Torrelara, Madrid, 1973

José Guerra CamposNo es posible llegar a la unidad renunciando a la verdad, con el pretexto de que no todos la comparten. Sería ir hacia abajo (como si nos nivelásemos todos, por ejemplo, en la ignorancia); por esa dirección se va a parar fatalmente a la estrechez visual o al egoísmo, que son factores de división. Si se parte de un mínimo, es para ascender hacia el vértice, donde las líneas convergen.

Por eso, la Iglesia se siente obligada a compartir el mínimo, pero sin dejar de ofrecer el don de Dios (5). Ella suscita una tensión hacia arriba, hacia el Evangelio, ensanchando el horizonte, encuadrando e integrando las perspectivas parciales en una armonía superior, en una auténtica mirada de conjunto. Porque ella es -como dice el Concilio Vaticano II -«sacramento de Cristo» (señal viva de su presencia); y sólo así puede ser -como añade el mismo Concilio- «sacramento y germen de la unidad de todo el género humano» (6).

Lo cual significa que es absurdo pretender la unidad por medio de la indiferencia afectuosa o de las transacciones frívolas. La unidad será fruto del amor: amor del verdadero bien del hombre, que fluye del amor de Dios (la caridad); por tanto, se funda en la fidelidad. Sacrificar la verdad «por amor» es una contradicción: no hay amor al hombre sin amor a la verdad.

Notas:

(5) Ver la encíclica de Pablo VI Ecclesiam suam, donde explica cómo la iglesia comparte las aspiraciones morales y la búsqueda de los hombres, porque ella puede decir al mundo: «tengo lo que buscáis».

(6) Ver textos varios del Concilio en LG., 1, 9, 48; GS., 42, 45, 89, 92 y 93.

El octavo día 16 – VERDAD, HUMILDAD, UNIDAD II

07 martes Ene 2020

Posted by manuelmartinezcano in Guerra Campos

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D. José Guerra Campos
El octavo día
Editorial Nacional, Torrelara, Madrid, 1973

Mons. José Guerra Campos - recibimientoCierto que la fe no aclara todos los enigmas y contingencias del camino; no nos resuelve los problemas multiformes ni elimina los riesgos de la vida temporal. Pero ya desde ahora nos orienta, en la confianza de que todo es para nuestro bien. Y esta confianza no avala ningún adormecimiento, porque es exigente y comprometedora. La seguridad de la fe se funda en Dios. Por nuestra parte, debe continuar un humilde temblor a la vista de nuestras flaquezas e infidelidades (3).

¿Acaso el amor a la unidad entre todos los hombres recomienda que sacrifiquemos las diferencias de pensamiento, para reducirnos todos a un mínimo, que sea como un común denominador?

Evidentemente, para convivir y para cooperar es necesario aprovechar un mínimo de coincidencias máximas. (Incluso, dentro de la coincidencia en lo grande o fundamental, hay que respetar las modalidades diferentes).

Pero la convivencia no puede persistir y desarrollarse sin robustecer la unidad. Y el camino a la unidad es una ascensión, apuntando desde el mínimo hacia lo que constituye de verdad el ser y el sentido del hombre. Si nos rebajásemos hasta el nivel de cualquier idea acerca del hombre, ¡no podríamos amar al hombre! Hay ideas en nombre de las cuales no se puede amar al hombre. Si podemos y debemos amar a todo hombre -incluso al enemigo– es desde una visión superior a las ideas de algunos.

Hablando de la cooperación social -de la construcción de este mundo, a la que todos tienen que arrimar su hombro-, Pablo VI ha dicho hace bien poco que la verdad no es indiferente para la acción: porque toda acción lleva implícita una idea del hombre; si esta no es adecuada, la acción puede llegar a ser nociva y hasta inhumana. De ahí que los cristianos, según el Pontífice, no deban implicarse indiscriminadamente en cooperaciones con sistemas cuya ideología contradice a la fe (4).

Notas:

(3) El Concilio de Trento ha enseñado que nadie debe dudar de la misericordia de Dios, del mérito de Cristo y del poder y eficacia de los sacramentos; pero cualquiera puede temer cuando se contempla a sí mismo y la propia debilidad e indisposición. No hay «certeza de fe» de que uno está en gracia de Dios. Por lo mismo, podemos tener firme esperanza en la ayuda de Dios; pero no hay certeza absoluta de la perseverancia final, ya que es posible nuestro fallo. (Ver el decreto sobre la justificación.)

(4) Carta Octogesima adveniens 1971, especialmente los números 26-39, 49.             

 

 

El octavo día 15 – VERDAD, HUMILDAD, UNIDAD I

31 martes Dic 2019

Posted by manuelmartinezcano in Guerra Campos

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D. José Guerra Campos
El octavo día
Editorial Nacional, Torrelara, Madrid, 1973

Mons. D. José Guerra Campos - entrevistadoConsideramos la otra semana un alegato contra la profesión de las verdades de la fe, en nombre de la vida; otros se hacen en nombre de la humildad y de la unidad.

En nombre de la humildad: «no está bien presumir de poseer la verdad»; «nadie posee la verdad entera»; “sería una falsa seguridad”…

Pero la adhesión a las verdades de la fe, cuando es auténtica, es una obediencia humilde, una aceptación de la revelación de Cristo con la actitud de quien recibe un don de Dios. No presumimos de nuestra verdad.

Cuando presentamos la verdad a los demás, no les invitamos a que reconozcan nuestra superioridad mental; sencillamente, les señalamos la presencia de ese don que a todos se ofrece y que todos debemos acoger con humildad gozosa. Mostrar con solicitud la verdad y estimular a su reconocimiento no es atacar la libertad, es favorecerla, fomentando su movimiento hacia el bien, sin ninguna coacción, sin trabar para nada la iniciativa creadora en el ancho campo de lo opinable, y, además, compatible con la comprensión respetuosa hacia quienes buscan de buena fe.

Se habla mucho, incluso entre los creyentes, del riesgo y la aventura de la fe, como si el paso a la fe fuese a manera de un salto desde un lugar tranquilo y luminoso a una zona de oscuridad y de vacío. Es lo contrario: desde la desorientación y la inseguridad, entre las sombras, en la misma noche, descubrimos una luz que nos guía, que nos permite vislumbrar lo que de verdad somos y podemos esperar. La Carta a los hebreos dice que «la fe es una garantía -una firme seguridad- de lo que esperamos» (1). Y el apóstol San Pedro, por su parte, explica que la fe es como «una lámpara que luce en lugar tenebroso hasta que luzca el día y el lucero se levante en nuestros corazones» (2). No es mediodía, pero es mucho más que la noche cerrada.

Notas:

(1) Heb. 11, 1.

(2) 2ª Pe. 1, 19.

El octavo día 14 – CRISTO Y LAS VERDADES DE LA FE. LA VERDAD Y LA VIDA III

24 martes Dic 2019

Posted by manuelmartinezcano in Guerra Campos

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¡Feliz y Santa Navidad!

D. José Guerra Campos
El octavo día
Editorial Nacional, Torrelara, Madrid, 1973

Mons. D. José Guerra Campos - acompañadoY por eso, la Iglesia es mucho más que una asociación educativa; es una familia en la que se nos da y alimenta la vida superior.

No es buen cristiano el que no ama las verdades de la fe. La doctrina es vital. El que desprecia la doctrina en nombre de la vida, desprecia a Cristo y su propia vida. Tenemos hoy un ejemplo bien tierno y emocionante: comienza el mes de mayo; los dogmas de la Inmaculada, de la maternidad divina, de la Asunción gloriosa ¿son acaso abstracciones? ¿O nos acercan más bien a alguien, que es de verdad Madre, que nos acompaña como hermana, como modelo de una vida cristiana perfecta, como realización anticipada de todo lo que esperamos?

Los testigos fundamentales de la verdad, los que nos dicen lo que es Cristo y lo que Cristo hace, son los Apóstoles. Por amor a la vida guardamos fidelidad gozosa a las verdades de fe que ellos nos han legado como un «depósito» viviente, cuya custodia y exposición ha sido confiada a quienes continúan a los Apóstoles en la Iglesia. El depósito no es un lastre: es vida y razón de esperanza.

El Papa, sin cesar, nos urge a que mantengamos fielmente este depósito, para vivir de él. ¿Obtiene el Papa toda la colaboración que ha pedido y la que tiene derecho a esperar, especialmente de los más obligados (los sacerdotes e incluso los obispos)?

Es un depósito que hay que guardar entero. Sin recortes. Sin selecciones caprichosas, al estilo del dicho clásico: «Yo soy católico como el que más, pero no creo en el infierno, en la virginidad de María, en la resurrección de la carne…» Por este camino llegaríamos a no creer sino lo que a nosotros se nos ocurra; no lo que Cristo dice. Y así se desvanece la palabra de Dios, se divinizan nuestras propias ideas, y puede suceder que nos quedemos sin verdad y sin vida.

Quizá alguno diga, sin embargo, que sería conveniente reducirnos todos a las ideas comunes de la humanidad, si no por razón de la vida, sí apelando, por ejemplo, a la humildad (¿no está mal presumir de poseer la verdad?), al respeto a la libertad, al amor a la unidad entre los hombres.

Hablaremos de ello en otra ocasión.

(1 de mayo de 1972).

El octavo día 13 – CRISTO Y LAS VERDADES DE LA FE. LA VERDAD Y LA VIDA II

17 martes Dic 2019

Posted by manuelmartinezcano in Guerra Campos

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¡Feliz y Santa Navidad!

D. José Guerra Campos
El octavo día
Editorial Nacional, Torrelara, Madrid, 1973

Mons. José Guerra CamposAceptemos el principio: lo que importa es la vida. Pero, ¿quién nos da esa plenitud de vida que deseamos y necesitamos? ¿Quién nos revela y comunica el amor del Padre, nos hace hijos, transfigura nuestro vivir temporal por el amor y la esperanza, nos conduce a la victoria sobre el pecado, el dolor y la muerte? ¡Cristo! No son unas «ideas»; es Él, con su persona y por su acción (por lo que es y lo que hace), quien nos da la vida. Y por esto, lo que importa ante todo es una realidad viviente.

Pero, a más vida, más verdad. Verdad y vida son inseparables. Las verdades de la fe -la doctrina católica- son una expresión de esta realidad viviente, una dimensión de esta vida nueva: nos dicen lo que Cristo es y lo que Cristo hace. El Credo, toda profesión legítima de fe, está muy lejos de constituir un sistema de ideas frías y abstractas; es una historia de una acción salvadora, que parte de la vida eterna de Dios y nos conduce a nuestra propia vida eterna por el camino del Hijo de Dios incorporado a la historia, hombre, hijo de María, hermano nuestro, cabeza de una humanidad reconciliada, Señor del universo.

Nada de ideas frías. Se trata de una comunicación cálida: en la memoria, en la presencia y en la esperanza. De ahí les viene su vitalidad a las llamadas «ideas prácticas». Un huérfano puede tener muchas ideas sobre la maternidad, pero no conoce a su madre. ¿Nos va a molestar este conocimiento como si fuese una carga? Es un conocimiento entrañado en la comunicación vital y en el amor. Por eso Jesús ha dicho: «Esta es la vida eterna: que te conozcan a Ti, Padre…, y a tu enviado, Jesucristo» (2).

Nota:

(2) Jn. 17, 3.

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