¡Feliz y Santa Navidad!

D. José Guerra Campos
El octavo día
Editorial Nacional, Torrelara, Madrid, 1973

Mons. José Guerra CamposAceptemos el principio: lo que importa es la vida. Pero, ¿quién nos da esa plenitud de vida que deseamos y necesitamos? ¿Quién nos revela y comunica el amor del Padre, nos hace hijos, transfigura nuestro vivir temporal por el amor y la esperanza, nos conduce a la victoria sobre el pecado, el dolor y la muerte? ¡Cristo! No son unas «ideas»; es Él, con su persona y por su acción (por lo que es y lo que hace), quien nos da la vida. Y por esto, lo que importa ante todo es una realidad viviente.

Pero, a más vida, más verdad. Verdad y vida son inseparables. Las verdades de la fe -la doctrina católica- son una expresión de esta realidad viviente, una dimensión de esta vida nueva: nos dicen lo que Cristo es y lo que Cristo hace. El Credo, toda profesión legítima de fe, está muy lejos de constituir un sistema de ideas frías y abstractas; es una historia de una acción salvadora, que parte de la vida eterna de Dios y nos conduce a nuestra propia vida eterna por el camino del Hijo de Dios incorporado a la historia, hombre, hijo de María, hermano nuestro, cabeza de una humanidad reconciliada, Señor del universo.

Nada de ideas frías. Se trata de una comunicación cálida: en la memoria, en la presencia y en la esperanza. De ahí les viene su vitalidad a las llamadas «ideas prácticas». Un huérfano puede tener muchas ideas sobre la maternidad, pero no conoce a su madre. ¿Nos va a molestar este conocimiento como si fuese una carga? Es un conocimiento entrañado en la comunicación vital y en el amor. Por eso Jesús ha dicho: «Esta es la vida eterna: que te conozcan a Ti, Padre…, y a tu enviado, Jesucristo» (2).

Nota:

(2) Jn. 17, 3.