Papa Francisco
Desgraciadamente los tiempos de hoy no son tan distintos a los del diluvio; hay problemas, calamidades en el mundo, sigue habiendo pobres, hambrientos, perseguidos, torturados, gente que muere en la guerra porque ¡tiran bombas como si fueran caramelos! Yo no creo que nuestros tiempos sean mejores que los tiempos del diluvio, no creo: las calamidades son más o menos las mismas, las víctimas son más o menos las mismas. Pensemos por ejemplo en los más débiles: los niños. La cantidad de niños hambrientos y malnutridos, de niños sin educación: ¡no pueden crecer en paz! Sin padres, porque han sido masacrados en las guerras… ¡Y niños soldado! Basta que pensemos solo en esos niños…
Cardenal Robert Sarah
El mundo que no debemos amar, como el padre Raniero Cantalamessa comentó en su homilía del Viernes Santo de 2018, no es, como todos sabemos, el mundo creado y amado por Dios, no son las personas del mundo a quienes, por el contrario, debemos acudir siempre, especialmente los pobres y los pobres de los pobres, para amarlos y servirles humildemente… ¡No! El mundo que no debemos amar es otro mundo; es el mundo tal como se convirtió bajo el gobierno de Satanás y el pecado. El mundo de las ideologías que niegan la naturaleza humana y destruyen la familia.
Cardenal Carlos Osoro
¿Sabéis también otro factor que mide la perfección de la persona? La medida que puso el Señor: “No vine a hacer mi voluntad, vine a hacer la voluntad del Padre”. Hay que dejar espacio para que actúe la gracia de Dios. Porque otra tentación tremenda hoy es fiarme de mis propias fuerzas, no reconocer mis límites y creerme un superhombre.
Obispo Demetrio Fernández
La familia, sin embargo, tiene futuro, es el futuro de la humanidad. Jesús ha venido al mundo en el seno de una familia para indicarnos que ese nido, ese hogar es querido por Dios para la felicidad del hombre y de la mujer. Nuestra delegación diocesana de familia y vida trabaja en la educación para el amor humano, desde la niñez y la adolescencia y particularmente con los que piden a la Iglesia el sacramento del matrimonio, acompaña a los matrimonios para la vivencia de su santidad conyugal, ofrece acompañamiento desde el COF (Centro de Orientación Familiar) para situaciones de fragilidad, invita constantemente a vivir en familia la formación permanente, las convivencias, las vacaciones. Es urgente que los jóvenes se sientan atraídos por esta realidad, porque ven matrimonios que viven con normalidad su vida de familia. Y gracias a Dios son la inmensa mayoría.
Obispo Juan Antonio Reig Pla
Desde la primera ley llamada de despenalización de la interrupción del embarazo, más de dos millones de españoles no han llegado a nacer. Esto repercute en las rupturas familiares. Son ya tres millones los matrimonios que se han roto en España desde la primera ley del divorcio. Esto mismo está creando también un clima de inseguridad de los jóvenes ante el matrimonio que conduce a una creciente baja de la tasa de nupcialidad. Los jóvenes prefieren unirse y no casarse, se casan tarde y muchos tienen dificultad para tener hijos. Como resultado final de esta situación está la soledad en la que viven cada vez más personas. En España hay cinco millones de hogares donde vive una sola persona. Y de estos más de dos millones son mayores de sesenta y cinco años.
Obispo Francisco Pérez González
Todo lo que Dios ha creado es bueno, pero es mala la perversión de cómo se usa. Trastocar la naturaleza es muy peligroso y muy arriesgado; siempre acaba mal. ¿No habrá llegado el momento de proponer como salud social las bienaventuranzas? “Bienaventurados los limpios de corazón, pues ellos verán a Dios” (Mt 5, 8). Este ha sido el versículo más útil para aquellos que han luchado y luchan contra la lujuria y la tentación de la inmoralidad sexual.
San PÍO X
Pascendi Dominici Gregis (87)
Por lo cual los apologistas modernistas emprenden su trabajo avisando a los racionalistas que ellos defienden la religión, no con los Libros Sagrados o con historias usadas vulgarmente en la Iglesia, y que estén escritas por el método antiguo, sino con la historia real, compuesta según las normas y métodos modernos. Y eso lo dicen, no cual si arguyesen ad hominem, sino porque creen en realidad que sólo tal historia ofrece la verdad.
No permitamos que nuestros miedos cierren nuestros corazones, sino que tengamos el valor de abrirnos a esta luz que es suave y discreta. Entonces, como los Magos, experimentaremos «una alegría muy grande» (versículo 10) que no podremos conservar para nosotros mismos. Que la Virgen María nos sostenga en este viaje, ella que es estrella que nos lleva a Jesús y hace ver a Jesús a los Magos y a todos aquellos que se acercan a Él.
Mateo muestra diferentes maneras en que uno puede encontrarse con Cristo y reaccionar ante su presencia. Herodes y los escribas de Jerusalén tienen un corazón duro, que persiste y rechaza la visita de ese Niño, es una posibilidad cerrarse ante la luz de Dios. Representan a quienes, incluso en nuestros días, temen a la venida de Jesús y cierran sus corazones a los hermanos y hermanas que necesitan ayuda. Herodes teme perder el poder y no piensa en el verdadero bien de las personas, sino en su propio interés personal. Los escribas y los líderes del pueblo tienen miedo porque no pueden mirar más allá de sus certezas, al no poder captar la novedad que hay en Jesús.
La preparación de la predicación es una tarea tan importante que conviene dedicarle un tiempo prolongado de estudio, oración, reflexión y creatividad pastoral, y “El primer paso, después de invocar al Espíritu Santo, es prestar toda la atención al texto bíblico, que debe ser el fundamento de la predicación. Cuando uno se detiene a tratar de comprender cuál es el mensaje de un texto, ejercita el culto a la verdad”.
En el encuentro de los cardenales en ocasión del último consistorio, varios Pastores, basándose en su experiencia, han hablado de un analfabetismo religioso que se difunde en medio de nuestra sociedad tan inteligente. Los elementos fundamentales de la fe, que antes sabía cualquier niño, son cada vez menos conocidos. Pero para poder vivir y amar nuestra fe, para poder amar a Dios y llegar por tanto a ser capaces de escucharlo del modo justo, debemos saber qué es lo que Dios nos ha dicho; nuestra razón y nuestro corazón han de ser interpelados por su palabra.