Siempre que asistimos a un entierro practicamos una obra de misericordia. En primer lugar, para el difunto. También para la familia que sufre la tribulación. Por esto, asistir a un entierro, además de un acto de amistad, de relación social, es eminentemente una obra de caridad. Todavía esta obra de caridad alcanza su mayor relieve, si al asistir al entierro, entramos en la iglesia y asistimos a la Santa Misa ofreciéndola en sufragio del alma de aquel difunto.
Pero cuando asistimos a un entierro, también nos ayudamos a nosotros mismos. Es muy distinto mirar la muerte teniendo fe o vivir en la desgracia de un materialismo. Para los que tenemos fe sabemos que la muerte no es el fin. La vida es como una película en dos partes. En la primera parte se plantea el argumento, el embrollo, el drama. En la segunda parte hay la solución, el desenlace, el esclarecimiento definitivo.
El hombre está compuesto de cuerpo y alma. El cuerpo, es lo que se lleva al cementerio. Es la carrocería de la vida humana. Pero lo trascendente en el hombre es el alma y ésta es INMORTAL.
Un sabio norteamericano tuvo la ocurrencia de reducir a sus componentes uno que había sido cuerpo humano, y halló el resultado siguiente:
Libras
Un garrafón de agua en cantidad de…………………………………. 96
Un frasco de grasa pura, en peso de………………………………… 34 1/2
Un disco de gelatina de………………………………………………….. 10
Un frasco de fosfato de cal en cantidad de………………………… 8 1/2
Albúmina……………………………………………………………………. 3
Carbonato de calcio………………………………………………………. 1
Azúcar………………………………………………………………………… 1
Almidón, cloruro de calcio y cloruro de sodio……………………… 1
Total de un hombre enfrascado………………………………. 155
No me negarás, querido lector, que el análisis yanqui tiene gracia, y con razón se guardan sus frascos nada menos que en el Museo de Historia Natural de Washington. Sin tanto aparato, todos comprendemos que además de estos ingredientes físico-químicos, biológicos o naturales, en el hombre hay un ALGO que permanece. Si la ciencia nos dice que nuestro organismo se transforma y que al cabo de unos años nuestra carne, nervios y órganos no son los mismos de años atrás, sus células son nuevas, en cambio, el YO tenemos conciencia de que pervive exactamente. Un anciano recuerda perfectamente detalles de su niñez. Su cuerpo ha variado totalmente. Pero su alma es la misma.
A veces hay personas de poca formación e instrucción religiosa, aunque tengan estudios universitarios y sean peritos en otras materias, que se preguntan: ¿cómo se explica que nadie haya venido del otro mundo a decirnos que hay otra vida? Esta pregunta demuestra una ignorancia crasa. Hay alguien que ha venido precisamente para hacernos presente esta verdad. Es el mismo Dios. O sea, Jesucristo, Dios y Hombre verdadero. Si leemos la Biblia, Jos Evangelios, si miramos el crucifijo, todo esto nos viene haciendo presente que hay otra vida, la segunda parte de la vida, la definitiva.
Inmediatamente después de la muerte, el alma será juzgada por Dios en el juicio particular. Allí no valdrán excusas. Todos los pretextos que a veces decimos para ocultar nuestra pereza, no valdrán. Cuantos dicen: yo no robo ni mato, yo tengo una religión a mi manera, yo sigo mi conciencia, yo no hago daño a nadie, a la hora de la muerte ya me convertiré, y otras tonterías por el estilo, allí verán que estas sinrazones sirven para engañarse a uno mismo. Dios es infinitamente bueno y quiere nuestro bien eterno. Para ello nos da su ley, sus Mandamientos, sus Sacramentos. Si somos tan insensatos que dedicamos la vida únicamente a lo material, a lo económico, al deporte, a la gasolina, al indiferentismo religioso, lo pensemos o no lo pensemos, es cierto que si nuestra alma no está en gracia de Dios no seremos dignos de contemplarle por toda la eternidad. Allí nadie pasa con trampa. Allí la justicia y la misericordia se reúnen para siempre. Pero nadie podrá burlarse de Dios.
Normalmente la muerte nos produce tristeza y miedo. Es natural. Ante la muerte lloramos, decimos palabras de consuelo y resignación, a veces visitamos el cementerio, adornamos el féretro con coronas y flores. Todo esto no está mal. Son demostraciones de cariño. Pero en definitiva no ayudan a nuestros difuntos de verdad, ni siquiera a nosotros mismos.
La realidad de la muerte nos debe recordar estas tres cosas: que cada día hemos de rezar, a lo menos, TRES AVEMARÍAS a la Santísima Virgen pidiendo por nuestra salvación eterna y la de nuestra familia, por la mañana y por la noche. Que todos los domingos y fiestas de guardar tenemos obligación de asistir a la Santa Misa. Esto no es una beatería, ni una devocioncilla, ni una superstición. Es un deber para el hombre que entiende cómo Dios nos ama. Y que una vez cada año, en tiempo de Cuaresma, hemos de confesarnos. Sin este mínimo de cumplimiento cristiano, lógicamente, no somos cristianos de verdad. Somos cristianos porque estamos bautizados, pero no vivimos como tales. Somos HIPÓCRITAS, falsos, mentirosos. Vesta en lo más trascendental de nuestra vida.
Es una ingratitud negra olvidarse de los difuntos. Recordémoslo. Por ello te incluimos aquí LO MEJOR que puedes hacer por los difuntos de tu familia y por todos los de la humanidad. Hazlo. No te arrepentirás. El mejor obsequio y sufragio para el difunto es asistir o hacer celebrar una Misa por su alma. Algunos tienen la costumbre, anualmente, de hacer celebrar Misas por los difuntos en el día en que fallecieron. También es espléndido confesarse y comulgar, ofreciendo dichos Sacramentos por el alma de aquel difunto. No menos las oraciones populares del Padrenuestro, del Santo Rosario, del Vía Crucis, y de otras oraciones, así como entregar limosnas a personas o familias necesitadas y otras obras benéficas, son ofrendas agradables a Dios para nuestros difuntos.
Si tienes fe verdadera, todo esto lo entenderás en seguida. Si, por desgracia, tuvieras la fe amortecida, no sabes el mal que llevas dentro de ti. Reacciona valientemente. Te aseguro que a la hora de la muerte, si lo reflexionas bien, no te arrepentirás de haber hecho caso de lo que aquí te indicamos. Y es tan serio este problema, que no es de hombres ni de personas racionales encogerse de hombros, hacer un guiño, y continuar despreocupado.
El hombre, además del cuerpo, TIENE UN ALMA INMORTAL. El hombre es algo más que un vientre, un estómago, un bolsillo. El hombre ha sido creado para contemplar a Dios y ser feliz eternamente. Si lo crees, dichoso de ti. Si no, lee el Evangelio -el mejor libro de toda la historia del mundo-, pregunta a quien pueda contestarte, resuelve tus dudas, rompe con tu incredulidad, pero no lleves una vida inconsciente…
Muchas gracias por tu asistencia a una familia apenada y por tu compañía al cadáver que ahora nos ha venido a recordar estas verdades. Jesucristo vino al mundo únicamente para que viviéramos Y salváramos nuestra alma. No seamos tan orgullosos para enfrentarnos a Jesucristo. Si tienes fe, agradécele este don. Si no tuvieras fe, NUNCA ES MAS GRANDE EL HOMBRE QUE CUANDO SE ARRODILLA PARA PEDIRLE A DIOS LA LUZ DE LA FE. Pruébalo.
También en un entierro se aprenden lecciones que pueden ser salvado-ras. Que así sea.
«A PROPÓSITO DE LA SANTÍSIMA VIRGEN HE DE CONFIARTE UNA DE MIS SIMPLEZAS PARA CON ELLA. A VECES ME SORPRENDO DICIÉNDOLE: MI BUENA VIRGEN SANTÍSIMA, ME PARECE QUE SOY MÁS FELIZ QUE TÚ J PORQUE YO TE TENGO A TI POR MADRE Y TÚ NO TIENES UNA SANTÍSIMA VIRGEN A QUIEN AMAR», escribía Santa Teresa del Niño Jesús a una de sus hermanas. Pero cada día podemos recurrir a Ella con las TRES AVEMARÍAS para que nos alcance la salvación eterna y convivir con Ella en la bienaventuranza.
Obra Cultural
Laura, 4 – Barcelona-10