ciencia y feManuel Mª Domenech Izquierdo

La Generación Espontánea y el Evolucionismo

De las cuatro causas, final, eficiente, formal y material el espíritu del mundo contemporáneo sólo considera la material. Por eso es materialista. Seducido por el poder de las matemáticas, (58) que manejan conceptos cuantitativos cuyo principio es la materia, el mundo moderno ignora la forma y el fin, y reduce la causa eficiente al nombre del azar, lo cual le sitúa al nivel de los pueblos primitivos. Quienes aparentan ser maduros descubridores de novedades, no hacen más que repetir senilmente viejos errores:

«Los antiguos filósofos no tuvieron en cuenta más que el primer principio material que es imperfectísimo, porque como la materia en cuanto tal está en potencia, el primer principio material ha de ser la potencia en grado sumo y, por ello, imperfectísimo” (59).

Como, en el fondo, el evolucionismo pretende que todo provenga de la materia para divinizarla con su panteísmo antiteísta, tiene como hipótesis insoslayable la generación espontánea de la vida. Mientras la ciencia positiva demuestra desde Pasteur que no hay generación espontánea ni de las formas más elementales de la vida microbiana, Santo Tomás, en su Suma, cree en la posibilidad del hecho de la generación espontánea hasta de ranas y serpientes:

«Puede decirse que todos los cambios de las cosas corporales que pueden hacerse por cualesquiera virtudes corporales, entre los cuales están ciertos gérmenes que se encuentran en los elementos materiales, según San Agustín, (60) pueden hacerse por la operación de los demonios utilizando tales gérmenes; como por ejemplo al convertirse ciertas cosas en serpientes y ranas, las cuales pueden engendrarse de la putrefacción”. (61)

Recordemos las palabras de Louis Pasteur a la Academia francesa:

«Y por tanto, caballeros, puedo señalar este líquido y decirles: he tomado mi gota de agua de la inmensidad de la creación y la he tomado repleta de los elementos apropiados para el crecimiento de los seres inferiores. Y espero, vigilo, escudriño. Ruego que empiece para mi de nuevo el hermoso espectáculo de la primera creación.

Pero está muda. Muda desde hace varios años que comencé estos experimentos. Está muda porque la he guardado de la única cosa que no sabe el hombre producir: gérmenes de la vida que flotan en el aire, porque la vida es germen y un germen es la vida.”

Jamás se recuperará la doctrina de la generación espontánea del golpe mortal de este simple experimento.

El pensamiento de Santo Tomás nos permite afirmar que si un día en un laboratorio microbiológico, se llegara a sintetizar realmente un ser vivo, no se tambalearía ni un ápice la teología de la Suma, y por tanto tampoco la filosofía tradicional cristiana ni el dogma católico, en contra de la opinión de los que lo intentan con la mala voluntad de creer así poder demostrar que Dios no existe.

Las formas materiales se generan natural o artificialmente. Dice Santo Tomás al hablar de la cuestión de si el pan es forma sustancial o no:

«Nada impide hacer artificialmente algo cuya forma no es accidente, sino forma sustancial; así se pueden producir ranas y serpientes. La forma en este caso no la produce el arte por virtud propia, sino la virtualidad de los principios naturales. Este es el modo como se produce la forma sustancial del pan, por virtud del fuego que cuece la masa hecha de harina yagua». (62)

Es decir que si, por ejemplo, Dios no hubiera creado la forma del benceno, ninguna refinería de petróleo podría producir gasolina. El hecho de sintetizarse materia viva en un laboratorio no significaría que la vida fuera algo artificial. Pero las grandes dificultades que se encuentran en el intento de sintetizar sustancia viva, no hacen sino demostrar la imposibilidad absoluta de que esa síntesis se produzca del azar natural como pensaba Santo Tomás.

Si alguna vez ocurrió algo parecido, tendría que haber sido el resultado de un movimiento dirigido, y gobernado por seres más inteligentes que los químicos y biólogos que infructuosamente lo intentan con tantos recursos. Tendría que ser un intento semejante al que produce el marco ecológico que hace posible la vida de animales y plantas, es decir el resultado de la conjunción del movimiento inercial, efecto de las sustancias inteligentes separadas, con las tendencias naturales hacia las formas materiales que la física llama ahora fuerzas gravitatorias, elásticas, electromagnéticas y nucleares. Tendría que ser algo que muy bien podría describirse como «modelar un cuerpo con el barro de la tierra». (63) Todo el universo debió de conmoverse y adaptarse cuando fueron creados el hombre v la mujer. Este modelado del barro no puede ser el resultado de simples tendencias naturales porque parece muy claro que no existen fuerzas físicas hacia las formas vivas. No hay intercambios energéticos en el Instante de la muerte de los animales, como lo hay en las transformaciones químicas o nucleares.

No hay tendencia natural hacia las formas vivas. Es más, la forma viva se opone activamente a las tendencias naturales corporales, y, para explicar las estructuras de los cuerpos vivos, modernamente, los sistemas biológicos se equiparan a modelos llamados estructuras disipativas, que generan ordenación estructural espacio-temporal a partir del aumento entrópico del entorno a base de reacciones químicas autocatalizadas por uno de los productos de la reacción. Los científicos reconocen ahora que es absolutamente imposible que la ordenación de un organismo biológico haya tenido lugar espontáneamente, y que la ordenación del entorno es todavía mayor, pues a expensas de esa ordenación surge lo biológico. Aunque no lo digan, reconocen que el orden del universo es mayor que el de un sistema biológico. Si un sistema biológico no puede surgir espontáneamente, tampoco lo puede la ordenación del universo. Luego han recorrido la quinta vía de Santo Tomás para demostrar la existencia de Dios.

La causa de todas las fuerzas naturales es la tendencia de las especies inanimadas a un determinado situs, a una determinada configuración de partes, y precisamente todas las especies vivas tienen libertad en ese punto. Viven bajo una infinidad de situs posibles, porque la perfección del viviente no consiste en el situs. «Hay que afirmar que las cenizas carecen de toda inclinación natural para la resurrección y que sólo por disposición de la divina Providencia volverán a unirse al alma. De esto proviene que aquellas partes y no otras vuelvan a juntarse». (64) Lo que se dice de las cenizas, se puede decir con mayor razón de cualquier sustancia del reino mineral que no haya estado tan cerca de una forma viva como las cenizas que han sido parte de una de ellas.

Aristóteles, a pesar de creer también en la generación espontanea, dice en los Meteorológicos: «Igual que la formación del bronce y de la plata puede muy bien tener por causa el frío, el calor y su movimiento, pero estas causas no bastan para explicarla formación de la sierra, una copa o una caja, de la misma manera ocurre con los anhomeómeros (tales como la cabeza, la mano o el pie), con esta diferencia: para los primeros la causa es el arte, mientras que para los segundos lo es la naturaleza o alguna otra causa». (65)

El mantenimiento de la especie por generación vital hace pensar en una forma especial que no consiste en una simple configuración. A medida que el esfuerzo intelectual es más intenso y profundo, se comprende mejor la necesidad de una infusión vital específica tal como pueden significar las palabras del Génesis: «Inspirar en el rostro aliento de vida». (66) Y esto no sólo en la creación del alma intelectual humana, sino incluso de la forma más elemental de vida vegetal, ni siquiera sensitiva.

De momento, los hombres de ciencia siguen discutiendo si fue primero el gen (DNA) o la proteína (aminoácidos), versión moderna del problema de la prioridad del huevo o la gallina. (67) En realidad buscan si la vida empezó por la virtud generativa o por la aumentativa, ignorando que la vida incluye las dos virtudes además de la nutritiva. Lo cierto es que en sus laboratorios no la consiguen de ninguna de las dos maneras, a pesar de que sus procedimientos son enormemente más sofisticados que la simple putrefacción, medio suficiente para la generación espontánea de la vida, (hasta de ranas y serpientes), según Santo Tomás.

Con objeto de no exagerar las exigencias de la Fe, podemos llevar la discusión acerca del evolucionismo al tema del poli o monogenismo y reducirla al ámbito de la creación del ser humano. Pero no deja de ser gracioso que en aras del más puro positivismo científico, parece claro que la frontera real de la discusión está mucho más abajo. Terriblemente más abajo de donde se plantearía con el optimismo del propio Santo Tomás. Ni siquiera en la generación de ranas y serpientes, sino en la de la más simple vida unicelular vegetativa.

Si un día la ciencia consigue su anhelado propósito, el de la síntesis de la vida, tendría, pues, que quedar impasible el teólogo tomista. Pero parece claro que ese día no llegará antes del fin de la historia.

58 «Metafísica». ARISTÓTELES. M-3, 15-20

59 «Suma Teológica» I q4 a1

60 “De Trinitate”. SAN AGUSTÍN. III c8, 9

61 Suma Teológica q114 a4 s2

62 Suma Teológica III q75 a6 s1

63 Génesis 2, 7

64 Suma Teológica Spl q78 a3

65 «Meteorológicos». ARISTÓTELES. libro IV 390b. Vrin. París

66 Génesis 2, 7

67 «How did life begin?». BEGLEY. Newsweek. 6 de agosto de 1979.