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Mi imagen está en tu alma

“Cuando lo dije al confesor recibí como respuesta que eso se refería a mi alma. Me dijo: Pinta la imagen de Dios en tu alma. Cuando salí del confesionario, oí nuevamente estas palabras: Mi imagen está en tu alma. Deseo que haya una Fiesta de la Misericordia. Quiero que esta imagen que pintarás con el pincel, sea bendecida con solemnidad el primer domingo después de la Pascua de Resurrección; ese domingo debe ser la Fiesta de la Misericordia.” Santa Faustina Kowalska, Diario de Santa Faustina Kowalska, nº 49.

Dos mil nombres

“El evangelio de esta Misa nos recuerda la visitación de María, después de la anunciación, a la casa de Isabel. América Latina se ha convertido en la tierra de la nueva visitación. Porque sus habitantes han acogido a Cristo, traído en cierto sentido en el seno de María, cuyo nombre llevaba ya una de las tres carabelas de Colón. Y se han unido de modo particular a Cristo mediante María. Por ello este continente es hasta hoy testigo de una particular presencia de la Madre de Dios en el misterio de Cristo y de la Iglesia (cf. Lumen gentium, c.VIII, n. 52-65). Aun externamente, las tierras de la nueva evangelización denotan esa presencia singular de María, con sus cerca de. 2.000 nombres de ciudades, villas y lugares referidos a los misterios y advocaciones de la Virgen Santísima. Cuando Isabel, saludando a la Virgen de Nazaret, pronuncia las palabras: «Feliz la que ha creído»· (Lc 1,45), esas palabras pueden aplicarse a los habitantes de vuestro continente: felices vosotros, porque habéis creído.” San Juan Pablo II, Ante el V centenario de la evangelización de América, p. 26.

Dos revoluciones

“A nuestro juicio, en torno al año 1848 se produjeron en Europa dos revoluciones distintas, una liberal y social, y otra nacionalista. La primera revistió la forma de una lucha de clases. y su manifestación más pura fue la revolución que derribó a Luis Felipe: la burguesía en plena madurez exigió una mayor participación en el mando, y el proletariado, que hacía entonces su aparición, reivindicó derechos sociales, libertades, voto y voz. La revolución liberal y social del 48 la hicieron los burgueses y los obreros contra las aristocracias y los absolutismos. La revolución nacionalista, en cambio, revistió la forma de una lucha internacional, acaudillada por un grupo de intelectuales y apoyada por colectividades muy imprecisas que se titulaban naciones. Esta revolución tuvo que enfrentarse con las grandes potencias, interesadas en sus zonas de hegemonía, y con la Santa Alianza, defensora del statu qua. En los países sin problemas de unidad ni de independencia, la revolución nacionalista no tuvo lugar. Así en Bélgica, Francia y Gran Bretaña. Por el contrario, en los pueblos que, como Alemania, Italia o Hungría, permanecían invertebrados o sometidos, las ideas de los teóricos del nacionalismo se abrieron paso y desencadenaron la revolución.” Gonzalo Fernández de la Mora, Revista Razón Española, julio-agosto 2015, p. 7.

Cristo Rey autor y fin de la creación

«»Dios quiere crear porque quiere su glorificación fuera de Sí mismo. Y queriendo su glorificación externa, quiere, ante todo, y principalmente, aquello que en la historia actual de la humanidad es el primero y universal medio de procurada: la Encarnación Redentora, obra de Cristo, cumplida con la cooperación de su Madre. Así, pues, Jesús y María son principalmente queridos por Dios como aquellos de quienes todas sus demás obras dependen […] Tienen preeminencia y verdadera raleza sobre toda la Creación…” «Se representa a menudo al creador en la obra de los seis días como trabajando en función del hombre. » Todo esto es verdad. Pero el primer hombre y la primera mujer para quienes prepara tantas maravillas no son Adán y Eva, sino Jesucristo y María. En la historia del mundo, Adán y Eva se hallan subordinados a Jesús y a María, por quienes ellos mismos y sus descendientes han recobrado la Gracia. Jesús y María son, de hecho y en el orden actual de las cosas, los primeros en la intención divina y las verdaderas cabezas de la humanidad»» Revista Verbo (Argentina), mayo 1959, p. 9.

Tiranía del Estado

“El absolutismo es la ilimitación jurídica del Poder, y consiste en la invasión de la soberanía superior política en la soberanía social; cuando la soberanía social se niega en un pueblo porque la soberanía política la invade, empieza por las regiones, sigue por las comarcas y municipios y llega hasta las familias; y no encontrando ya los derechos innatos del hombre en medio de asociación permanente que esté fuera de la acción del Estado y que le sirva de escudo para desarrollarse, los individuos mismos quedan sujetos a la tiranía del Estado; y entonces, identificándose las dos soberanías, nacen los grandes socialismos políticos, precursores de los económicos, por la absorción de todos esos órganos en uno.” Juan Vázquez de Mella, El Verbo de la Tradición, p. 48.

Cinismo

“El número de los que mandan, en efecto, es limitado, lo que no excluye el hecho de la representación ni un cierto reconocimiento social de la potestad para que el ejercicio del poder político -derivado de Dios- sea legítima. La afirmación, un tanto cínica, de que la oligarquía es la forma trascendental de gobierno, entendida así, es -pues- correcta. La decadencia de la aristocracia depende en parte de la desaparición de la «nobleza»: «Nobilis, de nosco (conocer), es la persona «conocida». Este especial «conocimiento» de que eran objeto algunas personas se debía a los muchos actos, muchas veces heroicos, de sus antepasados. Pero los nuevos medios de comunicación social ha impuesto otro tipo de «conocimiento», sobre todo por la publicidad de la imagen.»” Miguel de Ayuso, Revista Verbo, nº 535-536, mayo-junio-julio 2015, p. 391.

Una ideología

«Una ideología es una filosofía política popularizada, simplificada, generalizada, dramatizada, sacralizada y desrealizada. Sus inventores son pensadores que están o enfeudados en el poder o al servicio de una alternativa de poder. Son pseudointelectuales porque no hacen cultura por la cultura, sino en cuanto es un medio para conservar o conquistar la soberanía; no les mueve la verdad, sino la apariencia; no la libertad, sino el ejercicio de la coacción; no buscar la seguridad, sino el riesgo; no son universales, sino partidistas, o sea, parciales» Gonzalo Fernández de la Mora, El intelectual y el político, p. 135.