La llamada filosofía y teología progresista es mucho más perniciosa que todas las herejías de la historia de la Iglesia. Ocultan sistemáticamente la verdad.
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Si no hay una ley superior a la que debemos obedecer todos: el rey, el parlamento, los partidos, los ciudadanos, la sociedad se convierte en una estructura de pecado. Esa ley existe, es la Ley Eterna, gravada por Dios en el corazón del hombre y que todos los partidos políticos desprecian.
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Modernistas, progresistas y otros istas, hacen caso de los fantasmas de su celebro. Se creen fantásticos y son esclavos de su imaginación. No usan el entendimiento, no razonan. Si se da alguna excepción, aducen falsas razones, como dice San Ignacio de Loyola.
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La Inquisición de la Iglesia se instituyó para defender la verdad y aplicar la justicia. Errores los hubo.
La Inquisición modernista sólo admite la “políticamente correcto” Aborto y eutanasia sus derechos democratistas. Y ya está dicho todo.
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En este año de la Misericordia, hemos leído y oído muchas veces que Jesús es el rostro de la misericordia del Padre. Pues sí.
Y Jesús es Dios infinitamente misericordioso, como el Padre, y el Espíritu Santo es Dios, infinitamente misericordioso.
Solo hay un Dios, una naturaleza o esencia divina. Y tres personas divinas distintas.
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Una de las causas de tantos complejos de inferioridad enfermiza en esta sociedad es haber dejado a Dios. Las personas se encierran en sí mismas, se “realizan” egocéntricamente. No conectan con la realidad. Su imaginación lo invade todo y su sentimentalismo les impide amar, darse a los demás. La solución: Amar a Dios y al prójimo.
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Hay quienes confunden ecumenismo con sincretismo, un ecumetismo.
El ecumenismo es la entrega total a la oración, al sacrificio y al apostolado para lograr el retorno a la Iglesia Católica – la única fundada por Cristo – de todos los bautizados, de todos los protestantes, de buena voluntad.
