palabras de diosMaría

Siendo juez no hagas injusticia, ni por favor del pobre, ni por respeto al grande: con justicia juzgarás a tu prójimo. (Levítico 19, 15)

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Deje el malo su camino, el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase a Yahveh Dios, que tendrá compasión de él, a nuestro Dios, que será grande en perdonar. (Isaías 55, 7)

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Desgarrad vuestro corazón y no vuestros vestidos, volved a Yahveh vuestro Dios, porque él es clemente y compasivo, tardo a la cólera, rico en amor, y se ablanda ante la desgracia. (Joel 2, 13)

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Diles: “Por mi vida, oráculo del Señor Yahveh Dios, que yo no me complazco en la muerte del malvado, sino en que el malvado se convierta de su conducta y viva. Convertíos, convertíos de vuestra mala conducta. ¿Por qué habéis de morir, casa de Israel?”. (Ezequiel 33, 11)

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La religión pura e intachable ante Dios Padre es ésta: visitar a los huérfanos y a las viudas en su tribulación y conservarse incontaminado del mundo. (Santiago 1, 27)

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Yo a los que amo, los reprendo y corrijo. Sé, pues, ferviente y arrepiéntete. Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo. (Apocalipsis 3, 19-20)

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No os engañéis; de Dios nadie se burla. Pues lo que uno siembre, eso cosechará: el que siembre en su carne, de la carne cosechará corrupción; el que siembre en el espíritu, del espíritu cosechará vida eterna. (Gálatas 6, 7-8)

El prendimiento de Jesús

Todavía estaba hablando, cuando llegó Judas, uno de los Doce, acompañado de un grupo numeroso con espadas y palos, de parte de los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo. El que le iba a entregar les había dado esta señal: “Aquel a quien yo dé un beso, ése es; prendedle”. Y al instante se acercó a Jesús y le dijo: “¡Salve, Rabbí!”, y le dio un beso. Jesús le dijo: “Amigo, ¡a lo que estás aquí!” Entonces aquéllos se acercaron, echaron mano a Jesús y le prendieron. En esto, uno de los que estaban con Jesús echó mano a su espada, la sacó e, hiriendo al siervo del Sumo Sacerdote, le llevó la oreja. Dícele entonces Jesús: “Vuelve tu espada a su sitio, porque todos los que empuñen espada, a espada perecerán. ¿O piensas que no puedo yo rogar a mi Padre, que pondría al punto a mi disposición más de doce legiones de ángeles? Mas, ¿cómo se cumplirían las Escrituras de que así debe suceder?”!En aquel momento dijo Jesús a la gente: “¿Como contra un salteador habéis salido a prenderme con espadas y palos? Todos los días me sentaba en el Templo para enseñar, y no me detuvisteis. Pero todo esto ha sucedido para que se cumplan las Escrituras de los profetas”. Entonces los discípulos le abandonaron todos y huyeron. (San Mateo 26, 47-56)