Rvdo. P. José María Alba Cereceda, S.I. Meridiano Católico Nº 186, julio-agosto de 1994
No puedo sustraerme en este mes de junio de 1994 en atraer vuestra atención sobre la conmemoración de los veinticinco años del nacimiento de la Unión Seglar de San Antonio María Claret.
Un grupo numeroso de sacerdotes de la Asociación de religiosos y sacerdotes de San Antonio María Claret había convocado para el 26 de junio a las 8 de la tarde a todos los seglares que sintieran en su corazón la tragedia que vivía el mundo y sobretodo la auto-demolición de la Iglesia que había denunciado el Papa, causa del desconcierto universal en que se encontraban los hombres.
Hacía medio año exacto de la muerte del P. Piulachs, fundador de la Asociación de Sacerdotes. En sus Estatutos se decía como aspiración de la Asociación, que al calor de los sacerdotes, se constituyeran agrupaciones de seglares, que con el mismo espíritu mantuvieran la lealtad a la Iglesia, traicionada en tantos lugares, y desarrollaran en su vida profesional un apostolado de reconquista y evangelización, en medio de una sociedad descristianizada, y en medio de los ambientes de herencia aun católica, pero destrozados en pensamiento, acción, oración y vida moral y litúrgica, por la herejía progresista, como la llamó S.S. Paulo VI.
Aquella generosa reunión de seglares se convocó como no podía ser de otra forma en la Basílica de La Merced. Era la Casa de la Virgen Madre, la que había descendido a Barcelona para la fundación de la orden de Nuestra Señora de la Merced. Allí quiso la Virgen se fundara también la Unión Seglar. Estaba la iglesia llena de fieles. Mn. Ricart, que fue tantos años brazo derecho del P. Piulachs, predicó con fervor la llamada de María a una nueva empresa de seglares. La lectura de la “Declaración del Pueblo de Dios” centró la oración y el sentimiento de aquella multitud que oyó la llamada de Dios en un actualísimo “Dios lo quiere”. Se entregaron nombres, se habló de organizarse. La Virgen María lo hizo todo. Ella plantó la semilla de la Unión Seglar que había de fructificar en los nobles corazones de nuestros fundadores.
Ahora mi alma se vuelve al alma santa del P. Piulachs que está en la base de todas estas cosas. Ahora mi alma se vuelve conmovida hacia el alma de nuestros fundadores, los fieles de la primera hora, donde la Virgen Madre encontró la tierra buena, colaboradores de la Obra de Dios. Pero especialmente se vuelve mi alma hacia los fundadores de la primera época que nos han precedido en la marcha a la Patria celestial, y duermen el sueño de la paz. He conocido almas muy santas. He conocido sacerdotes de virtud eximia. Los he visto en medio de las persecuciones de que hemos sido objeto, no perder su calma, no perder su decisión de seguir son fidelidad la vocación a la que fueron llamados. La Unión Seglar tiene un tesoro escondido en el Corazón del Señor, en donde están escritos los nombres de quienes nos enseñaron con su ejemplo, nos sostuvieron con su oración, e interceden por nosotros ante Dios.
La Unión Seglar, renovada casi por completo la primera generación, sigue su marcha, dispuesta a honrar a sus mayores, caminando por el camino que ellos nos marcaron.
Estamos en los últimos tiempos. Debemos tener alma de cruzados y de santos. Debemos confesar intrépidamente a Cristo, con la seguridad de que así se acerca más y más su Reino. Ese Reino que será en España el triunfo de su Sagrado Corazón, y en el mundo también, gracias a la fe y al heroísmo de nuestros mártires, de nuestros Santos, de la súplica de las almas santas de nuestra Unión Seglar, y sobre todo de la señal victoriosa de María y su promesa de la victoria de su Corazón Inmaculado.
