Publicado por manuelmartinezcano | Filed under Artículos - Contracorriente
Virgen de Fátima
26 jueves Jul 2018
26 jueves Jul 2018
26 jueves Jul 2018
Posted Mojones
inMontserrat
Nosotros, que sabemos eso, creernos que cuanto más trabaje cada región y más ahonde en las capas históricas que la forman, más llegará a encontrar los cimientos de su constitución interna, y, soterrada en ellos, alguna veta que la una con las demás regiones; y cuando todas hayan cavado lo bastante para dejar al descubierto el edificio que la Revolución ha tratado de cubrir con escombros, no habrán hecho otra cosa que sacar a la luz del sol, a recibir los esplendores de una nueva vida, la constitución interna de toda nuestra España. (Juan Vázquez de Mella – El Verbo de la Tradición)
Es en algún modo complicidad prestar la casa propia para actos liberales o cederla en alquiler para ello, como por ejemplo, para casinos patrióticos, escuelas laicas, clubs, redacciones de periódicos liberales, etc. (Sardá y Salvany – El liberalismo es pecado)
La verdad social no es una verdad formal impuesta por el discurso lógico. Es una verdad consentida y vivida por una comunidad mayor o menor que se basa en ella y se reconoce en pos de ella. La posibilidad de que la libertad de expresión sea ejercida para zaherirla es muy residual, al menos para los miembros de dicha comunidad. Si ello ocurre, es más por la vía de la presión social que del derecho, como se inhiben tales actos. (Julio Alvear Téllez – Verbo)
Si el respeto a la libertad de los demás viene inspirado por la convicción de que también los adversarios pueden sorprendernos con aportaciones valiosas que nos ayuden a descubrir la verdad, tal actitud contribuye eficazmente a fundar el acontecimiento de encuentro, el campo de iluminación en que se alumbra el sentido de las cosas y sucesos. Para ser absoluto, el respeto a los demás debe partir del amor a la verdad que cada uno puede contribuir a alumbrar. (Alfonso López Quintás – Manipulación del hombre en la defensa del divorcio)
¿Y qué decir de la clarísima relación entre natalidad y futuro, empezando por la dramática situación de las cuentas de las pensiones públicas? Y si ya entramos a comentar el totalitarismo de género, una ideología dirigida radicalmente contra la familia que se impone desde los despachos de Bruselas y que defienden todos los partidos, nos exponemos a una demanda, como acaba de suceder con varios obispos de Madrid por sencillamente exponer, desde su derecho a la libertad de expresión, la doctrina católica de siempre. (Blas Piñar Pinedo – Razón Española)
Se trata, por supuesto, de sujeción, primero, a la ley natura inscrita en cada hombre, y sólo luego, y a condición de ser expresión de la primera, a la ley positiva. “La conciencia es ley pero no la ley. La conciencia constituye un imperativo para el sujeto, pero no es el último y supremo imperativo. En otras palabras, la conciencia constituye norma de conducta subjetiva pero a condición de que sea recta y cierta. (José Luis Widow – Verbo)
Una vez, cuando en lugar de la oración interior comencé a leer un libro espiritual, oí en el alma estas palabras, explícitas y fuertes: Prepararás al mundo para Mi última venida. Estas palabras me conmovieron profundamente y aunque fingía como si no las hubiera oído, no obstante las comprendí bien y no tenía ninguna duda al respecto. (Santa María Faustina Kowalska – Diario – La Divina Misericordia en mi alma)
26 jueves Jul 2018
Posted P. Manuel Martínez Cano
inPadre Manuel Martínez Cano mCR.
La conciencia es la regla próxima de nuestros actos morales y, como la felicidad temporal y eterna depende de la moralidad de los actos humanos, tenemos la obligación de formarnos bien la propia conciencia.
No se trata de formar una conciencia simplemente honrada en el plano meramente natural, sino una verdadera y recta conciencia cristiana.
Los principales medios naturales para formar bien la conciencia son tres: la buena educación, la sinceridad y el estudio profundo de nuestros deberes y obligaciones.
El primero y más eficaz de los medios naturales para adquirir una verdadera conciencia es la buena educación, recibida ya desde la infancia. Los padres tienen una gran responsabilidad ante Dios.
Hay que inculcar a los niños desde su más tierna edad la distinción entre el bien y el mal y sus diferentes grados. Hay que acostumbrarlos a vivir en la presencia de Dios.
Debemos ayudar a los niños a contrarrestar el mal ejemplo de la calle, del colegio, de la televisión, etc. con sanos consejos y, sobre todo, con la eficacia del buen ejemplo.
Para formar bien la conciencia se ha de ser siempre sincero, decir siempre la verdad, cueste lo que cueste; presentándonos en todas partes tal como somos realmente, sin doblez alguno.
Para formar bien la conciencia nos ayudará mucho el examen de conciencia diario y la práctica de la verdadera humildad de corazón, ya que sólo el humilde se conoce perfectamente a sí mismo, porque la humildad es la verdad. Y la verdad es que en muchas ocasiones no hemos sido sinceros con Dios, ni con el prójimo, ni con nosotros mismos.
Para formar bien la conciencia es preciso hacer un esfuerzo para adquirir los necesarios conocimientos morales que nos permitan formar rectamente nuestra conciencia.
Hay que apartar de la mente toda clase de prejuicios a priori y estudiar con sinceridad los principios de la moral cristiana y aceptarlos sin discusión para ajustar nuestra conciencia a nuestros deberes y obligaciones.
Los principales medios sobrenaturales para formar la conciencia son tres: la oración, la práctica de la virtud y la frecuente confesión sacramental.
Para formar bien la conciencia es necesario levantar con frecuencia el corazón a Dios en la oración. Pedirle que nos ilumine en la recta apreciación de nuestros deberes para con Él, para con el prójimo y para con nosotros mismos.
La liturgia de la Iglesia está llena de peticiones, tomadas a veces de la Sagrada Escritura: «Dame entendimiento para aprender tus mandamientos» (Sal. 118, 73); «Enséñame a hacer tu voluntad, pues eres mi Dios» (Sal. 142, 10).
La práctica intensa de la virtud crea la rectitud de juicio y una conciencia delicada y exquisita. Por el contrario, no hay nada que aleje tan radicalmente de toda rectitud moral como el envilecimiento del vicio y la degradación de las pasiones.
San Pablo advierte que «el hombre animal no percibe las cosas del Espíritu de Dios; son para él locura y no puede entenderlas, porque hay que juzgarlas espiritualmente» (1ª Cor 2, 14).
La confesión frecuente es un medio sobrenatural eficacísimo para la cristiana formación de la conciencia.
La confesión frecuente obliga a practicar un diligente examen previo, para descubrir nuestras faltas, y aumenta nuestras luces con los sanos consejos del confesor, que disipan nuestras dudas, aclaran nuestras ideas y nos empujan a una delicadeza y pureza de conciencia cada vez mayor.
Comulga frecuentemente y nuestro Señor Jesucristo te irá formando perfectamente tu conciencia.