¡Sombra protectora de María, tu esposa; sombra de Jesús, que te llamó Padre y al que te entregaste del todo!
San José bendito tú has sido el árbol elegido por Dios no para dar fruto, sino para dar sombra. Sombra protectora de María, tu esposa; sombra de Jesús, que te llamó Padre y al que te entregaste del todo. Tu vida, tejida de trabajo y de silencio, me enseña a ser fiel en todas las situaciones; me enseña, sobre todo, a esperar en la oscuridad. Siete dolores y siete gozos resumen tu existencia: fueron los gozos de Cristo y María, expresión de tu donación sin límites. Que tu ejemplo de hombre justo y bueno me acompañe en todo momento para saber florecer allí donde la voluntad de Dios me ha plantado. Amén.
Un trabajo de amor espiritual de cara a los indios (o los esclavos negros) que fue cosa de todos. De todo un pueblo cristiano. Los religiosos, por supuesto, con multitud de figuras destacables. Un San Francisco Solano, franciscano, lanzado a la caza del alma india, al son de su violín, a través de los terribles parajes de Tucumán y Paraguay. Esta otra “silueta angélica”, San Luis Beltrán, dominico, evangelizador y servidor de los indios de Colombia. O San Pedro Claver, jesuita, haciéndose hermano y protector durante cuarenta años de los esclavos negros del mar Caribe, cuyas heridas besaba. Será nombrado por la Iglesia patrón de las misiones para los negros, lo que nos recuerda que la evangelización de América fue el modelo de todas las misiones. También fueron modelo los jesuitas de las reducciones del Paraguay y de otros sitios que, a menudo, pagarán con su servidumbre propia la evangelización de los indios que habían reunido. Las cartas del último provincial del Paraguay, el padre Andreu, a su familia, demuestran que no podía ni siquiera respetar el descanso dominical, debiendo dedicar todas las tardes de los días festivos a cortar la ropa de los indios, a fabricar jabón o a curtir pieles.
SAN LORENZO DE BRINDIS, presbítero y doctor de la Iglesia
Padre Martínez m.C.R.
* No somos custodios de la Verdad. Amamos la Verdad. Amamos a Cristo.
* «Dios ha muerto». Sí, lo dicen y escriben los que no cesan de crear dioses para saciar sus vicios.
* En este mundo pagano y satánico en el que vivimos debemos buscar un lugar de Retiro en nuestro interior para estar con Cristo.
* Más de dos millones de personas en España se han incorporado al voluntariado social, considerado «servicio esencial», a raíz de la pandemia.
* «Cuántas almas se pierden por la asistencia irregular al confesionario o por rehusar oír confesiones fuera de las horas señaladas» (Cardenal Manning).
* La manera burguesa y mundana de vivir envenena las almas y las hace incapaces de combatir los nobles combates de la fe. «La vida sobre la tierra es milicia».
* José Luis Aberasturi, un cruzado de nuestro tiempo, ha escrito: «No Queda ya Iglesia». Él sabe perfectamente que la Iglesia Católica Apostólica y Romana perdurará hasta el fin del mundo.Y bien sabe que hemos de defender a la Iglesia combatiendo los nobles combates de la fe.
Sentía resonar en lo más profundo de su Corazón de Jesús a Santa Maravillas de Jesús, al pedirle la fundación del Carmelo del Cerro de los Ángeles
“Aquí quiero que tú y esas otras almas escogidas de mi Corazón me hagáis una casa en que tenga mis delicias. Mi Corazón necesita ser consolado y ese Carmelo quiero que sea el bálsamo que cure las heridas que me hacen los pecadores. España se salvará por la oración”.
«Misterio de la cruz: el poder de Dios, manifestado en Cristo, no actúa como un realizador satisfactorio de nuestras pretensiones inmediatas, sino como demostración de que nos ama y de que está con nosotros para realizar un programa de vida superior, cuya prenda tangible es la resurrección de Jesucristo».
D. José Guerra Campos El octavo día Editorial Nacional, Torrelara, Madrid, 1973
Misterio de la cruz: el poder de Dios, manifestado en Cristo, no actúa como un realizador satisfactorio de nuestras pretensiones inmediatas, sino como demostración de que nos ama y de que está con nosotros para realizar un programa de vida superior, cuya prenda tangible es la resurrección de Jesucristo.
Santiago, patrono de España, nos ha inspirado siempre este aprecio de la fe, como valor primario. Con su protección se ha dado en nuestra patria un prodigio histórico: que, a través de siglos de presencia mahometana, se haya conservado la continuidad de un pueblo cristiano, sin diluirse, mientras, por ejemplo, las espléndidas cristiandades del país de San Cipriano o de San Agustín se han desvanecido. Y no fue una conservación meramente defensiva: la fe, que había sido el aglutinante supremo en el interior del país, impulsó en su momento a España a una expansión misionera que, juntamente con Portugal, le dio a la Iglesia su universalidad geográfica. La fidelidad se mostró, una vez más, como fuerza creadora. Son hechos innegables por los que nosotros y el mundo entero debemos dar gracias a Dios. No tenemos por qué avergonzarnos de que nuestros padres hayan estimado la fe como el bien máximo que podían ofrecer a sus hermanos en todo el mundo. Lamentaremos, si acaso, en la presencia de Dios lo que haya habido de defectuoso en el cumplimiento de dicha tarea.
En las actuales condiciones de la historia, vuelve Jesús a preguntarnos, como a Santiago, si estamos dispuestos a seguirle. La tentación de ahora no es urgir al Señor para que instaure un reino temporal, ni pedirle los primeros puestos. La tentación es más bien invitarle a que se retire, a que nos deje concentrar toda nuestra esperanza y todo nuestro corazón en el reino que nosotros mismos intentamos construir en el tiempo. Es decirles a los apóstoles que han dado demasiada importancia a la fe. Se aboga por que los pueblos renuncien a su consagración, a las motivaciones trascendentes; se busca un modo prácticamente ateo, como forma de convivencia, con peligro de que se convierta en forma de vida.
Yo espero que el Apóstol vele sobre nosotros, sobre nuestras familias, sobre todo el pueblo de España, para que se reavive el gozo y el compromiso de la fe. Y como la fe, que es don continuamente ofrecido por Dios a cada uno, nos ha venido ligada a una tradición, que también es don de Dios, haga el Apóstol que las generaciones sucesivas hereden de nosotros la fidelidad al Evangelio.