
Recapitulada por el P. Cano
– FIESTAS CRISTIANAS
La libertad concedida por Constantino trae consigo el desarrollo del Cristianismo y la abundancia de fiestas religiosas que constituyen la base del Año litúrgico. Fiestas del Señor, la Virgen, los santos y los mártires, que fomentan el desarrollo de edificios e imágenes dedicados al culto que dan origen a numerosas obras de arte.
La fiesta de Navidad aparece el 25 de diciembre del año 336 en Roma. La fiesta de Epifanía del Señor en Oriente. En las Galias se introdujo en el siglo VI la celebración del Adviento; por el mismo tiempo se celebraba la fiesta de la Circuncisión del Señor. La fiesta de la Resurrección pertenece al Cristianismo primitivo; en el siglo IV se celebran las fiestas del Domingo de Ramos y la Ascensión del Señor. La semana entre el Domingo de Ramos y Pascua era considerada como la Semana Santa. Se introdujo el ayuno de Cuaresma, en total se ayunaban 36 días al año.
La primera fiesta mariana de la que tenemos noticia es la Maternidad divina (Éfeso 431). En el siglo IV se celebraba la Presentación de Jesús en el Templo (Candelaria); la Anunciación de María tuvo su origen en Asia en el siglo VI; la Asunción de la Virgen aparece en Jerusalén en el siglo V; el Nacimiento de María se comenzó a celebrar en Roma en el siglo VII.
A las fiestas del Señor y la Virgen Santísima se añadieron muchas dedicadas a los Santos. Los sepulcros de San Pedro y San Pablo se convirtieron en lugar de especial veneración; así como también los de San Hipólito en Roma, Santa Tecla en Seleucia y San Menas en Alejandría.
– EL ARTE CRISTIANO
El arte cristiano pudo salir de las catacumbas y demás lugares ocultos y manifestarse en todo su esplendor. Antes de Constantino fueron destruidas muchas iglesias y obras de arte, sobre todo en la persecución de Diocleciano; con el apogeo e impulso de Constantino se inicia una serie de grandes edificios, generalmente en forma de basílicas, con tres y cinco naves. En torno al altar se construía un ensanche semicircular llamado ábside.
Los cristianos procuraban decorar estos templos dedicados al culto, sobre todo el altar. Ornamentaron las paredes con frescos o mosaicos; en esto sobresalió de modo particular el estilo bizantino, que convirtió el interior de las iglesias en verdaderos museos de las más artísticas pinturas.
A las figuras simbólicas de las catacumbas sucedieron grandes imágenes de Jesucristo y de los Santos, que ornamentaban el ábside, las bóvedas y las paredes laterales. Ejemplos preciosos son Santa Prudenciana y Santa María la Mayor en Roma y Santa Sofía en Constantinopla.
Durante los siglos IV y V se fueron introduciendo los ornamentos sagrados: el alba, la casulla, el cíngulo, el manípulo, la estola.
El obispo usaba el anillo, el báculo y el palio. El Papa y sus diáconos llevaban dalmática.
Como libros litúrgicos se fueron editando los Sacramentarios, que contenían los ritos de la Santa Misa, los sacramentos y las bendiciones; los Leccionarios, con las lecciones de Sagrada Escritura; los Evangelios y los Dípticos, con los nombres de los que debían ser conmemorados en los mementos de vivos y difuntos.
– VIDA EREMÍTICA
Muchos cristianos dejaron sus casas y todo cuanto poseían y se retiraron al desierto para vivir en toda su plenitud el Evangelio. En el desierto vivían dedicados por completo a la oración y a la penitencia, en soledad y silencio. A estos cristianos se les llamaba solitarios, ermitaños o anacoretas.
Este modo de vida eremítica había alcanzado ya en el siglo IV un gran desarrollo. Uno de los casos más notables y conocidos de anacoretas es el de San Pablo el Ermitaño (+347), que se retiró al desierto de Egipto.
A principios del siglo IV también se retiró al desierto, de Egipto un joven que había sido muy rico, Antonio Abad. Pronto se reunió en torno suyo una comunidad de ermitaños.
San Antonio Abad concibe y desarrolla un nuevo paso de la vida eremítica: sus seguidores vivían en sus chozas solitarias, cada uno por separado, pero recibían la dirección espiritual de un maestro o padre espiritual. Tenían cierta distribución del tiempo y se reunían algunas veces durante el día para los oficios. divinos. Todos los anacoretas se ganaban la vida con el trabajo de sus manos.