* Lo único que vale es lo que se hace por amor a Dios. Si hay orgullo no está Dios.
* Hay almas piadosas que han hecho las paces con el mundo. San Pablo nos dice que debemos combatir los nobles combates de la fe.
* Los políticos quieren cambiar el mundo. El mundo cambiará con la entrega, oración y penitencia de los católicos.
* “Es propio del sacerdote arrebatar almas al mundo para dársela a Dios” (San Anselmo).
* El estado sobrenatural del hombre comprendía los dones sobrenaturales y los preternaturales. Dones sobrenaturales: La gracia santificante, las virtudes infusas y los dones del Espíritu Santo.
* La gracia santificante es un don sobrenatural que da como una segunda naturaleza al alma para que participe, en cierto modo, de la vida divina.
* Las virtudes sobrenaturales son disposiciones permanentes del alma, por las que el hombre hace el bien moral de manera sobrenatural y meritoria.
Siempre será un misterio insondable de la divina Providencia que tanto esfuerzo y entusiasmo se perdieran casi totalmente. Las Cruzadas fracasaron, pero se consiguieron resultados muy apreciables. Se manifestó magníficamente el entusiasmo religioso y se multiplicaron los actos de heroísmo. Es cierto que se mezclaron miserias humanas, pero analizadas en su conjunto, las Cruzadas son la manifestación más brillante del espíritu cristiano de la época. Se acreditó y afianzó la figura del Papa como guía y jefe de la Cristiandad. Se detuvo, durante varios siglos, el poderío musulmán, que amenazaba constantemente a Europa.
El contacto con la cultura bizantina trajo a Occidente elementos culturales nuevos e importantes; se estrecharon más los vínculos de fraternidad cristiana entre los pueblos; se crearon nuevas diócesis y se organizaron obras de caridad y beneficencia.
– LA LEYENDA NEGRA SOBRE LAS CRUZADAS
El famoso escritor italiano, de fama universal, Vittorio Messori ha dicho: los iluministas han construido una “Leyenda Negra” sobre las cruzadas como arma de la guerra psicológica contra la Iglesia Romana.
En Oriente la Leyenda Negra se ha vuelto contra el entero Occidente: pagamos todos (y pagaremos todavía más) las consecuencias, con el deseo de venganza de las multitudes musulmanas que piden venganza contra el «gran Satanás» que no es sólo Estados Unidos, sino la entera cristiandad ¿No son quizá los occidentales mismos quienes insisten en decir que las cruzadas han sido una terrible, imperdonable agresión contra los píos, devotos, mansos seguidores del Corán?
¿Quién fue el agredido y quién el agresor? Cuando, en el 638, el califa Ornar conquista Jerusalén, ésta era ya desde hacía más de tres siglos cristiana. Poco después, los seguidores del Profeta invaden y destruyen las gloriosas iglesias primero de Egipto y luego del norte de África, llevando a la extinción del cristianismo en los lugares que habían tenido obispos como San Agustín. Toca luego a España, a Sicilia, a Grecia, a la que luego se llamará Turquía y donde las comunidades fundadas por San Pablo mismo se convierten en cúmulos de ruinas. En 1453, tras siete siglos de asedio, capitula y es islamizada la misma Constantinopla, la segunda Roma. El rodillo islámico alcanza los Balcanes, y como por milagro es detenido y obligado a retroceder ante los muros de Viena.
«Todavía hoy: ¿qué país musulmán reconoce a los otros que no sean los suyos, los derechos civiles o la libertad de culto? ¿Quién se indigna ante el genocidio de los armenios ayer y de los sudaneses cristianos hoy? El mundo, según los devotos del Corán, ¿no está dividido en «territorio del Islam» y «territorio de la guerra», esto es, todos los lugares todavía no musulmanes que deben serlo, por las buenas o por las malas?».
«Un simple repaso a la historia incluso en sus líneas generales, confirma una verdad evidente: una Cristiandad en continua postura defensiva respecto a una agresión musulmana, desde los inicios hasta hoy (en África, por ejemplo, está en curso una ofensiva sangrienta para islamizar a las etnias que los sacrificios heroicos de generaciones de misioneros habían llevado al bautismo). Admitido -y probablemente no concedido- que alguno, en la historia, deba pedir excusas a otro ¿deberán ser quizá los católicos quienes se hagan perdonar por aquel acto de autodefensa, por aquel intento de tener al menos abierta la vía de la peregrinación a los lugares de Jesús que el ciclo de las cruzadas?».
– CABALLEROS HOSPITALARIOS O DE SAN JUAN
Una de las manifestaciones más características del espíritu cristiano de este tiempo son las Órdenes militares, estrechamente unidas al espíritu guerrero de la época y al fervor de los cruzados.
Las órdenes militares participaban del espíritu monacal y militar al mismo tiempo. Todos sus miembros hacían voto de pobreza, castidad y obediencia; los caballeros añadían el voto de consagrarse a la milicia.
La Orden Hospitalaria se fundó en el hospital de San Juan Bautista de Jerusalén, hacia el año 1050. Raimundo de Puy le dio la organización definitiva y una Regla propia. En este primer periodo eran denominados Hospitalarios; más tarde, convencidos de que para proteger a los peregrinos en los hospitales y refugios necesitaban una fuerza militar, nació la rama de los Caballeros en el año 1137; se fue estableciendo de tal manera que la Orden tomó el carácter de Orden militar, aunque nunca abandonaron el cuidado de los enfermos. Como distintivo llevaban manto rojo y una cruz blanca.