Contracorriente

~ Blog del P. Manuel Martínez Cano, mCR

Contracorriente

Publicaciones de la categoría: P. Manuel Martínez Cano

Dios Omnipotente y pequeñico

24 jueves Oct 2019

Posted by manuelmartinezcano in P. Manuel Martínez Cano

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Padre Manuel Martínez Cano mCR.

Dios OmnipotenteDios es Eterno, Inmenso y Omnipotente. Dios es Infinito Amor. La prueba más grande y hermosa de que Dios nos ama es la Encarnación del Verbo en las purísimas entrañas de la Niña Hermosa de Nazaret, la Virgen María. La Segunda Persona de la Santísima Trinidad se hizo hombre para la salvación eterna de los hombres (no del planeta, como ha dicho Cardenal Müller) «Aunque Jesucristo murió por todos, no todos se aprovechan del beneficio de su muerte» (Concilio de Trento).

Santa Catalina de Siena exclamaba: «¡Oh eterna grandeza! ¡Oh grandeza de bondad! ¡Tú te abajaste y te hiciste pequeño para hacer grande al hombre! ¡A cualquier parte que me vuelva no encuentro más que el fuego y el abismo de tu caridad!” Los santos lo han entendido bien ¡Amor con amor se paga! Hagámonos pequeños, humildes para amar a Dios Todopoderoso hecho Niño.

Proclamemos la grandeza del Señor con nuestro testimonio de amar al prójimo. Un corazón repleto de soberbia y afectos desordenados no puede ser el Palacio donde viva el Rey de Cielos y Tierra. Santa Bernardita decía que en el corazón que la Virgen tiene un altar no puede entrar un ídolo humano. «Despertándonos siempre para amar porque si una vez nos hace el Señor merced que se nos imprima en el corazón este amor, sernos ha todo fácil y obraremos muy en breve y muy sin trabajo» (Santa Teresa de Jesús).

En el corazón puro nace un ardiente amor al prójimo. Pues, aunque Cristo murió por todos los hombres, no todos se salvan. Nosotros podemos ayudar a Cristo, a la Iglesia, a salvar almas. El Papa Pío XII, en la encíclica Mystici Corporis dice: «Misterio verdaderamente tremendo y nunca suficientemente meditado: que la salvación de muchos dependa de las oraciones, de las mortificaciones voluntarias ordenadas a este fin por los miembros del Cuerpo Místico de Cristo y de la colaboración de los pastores y de los fieles».

El apostolado es siempre una colaboración con nuestro Señor Jesucristo en la salvación de las almas. Comencemos, pues, con nuestro apostolado interior, oración y sacrificio con generosidad y perseverancia. Y sobre todo cumpliendo el Primer Mandamiento del Decálogo. Amar a Dios sobre todas las cosas. Porque, como enseña San Juan de la Cruz: «Es más precioso delante de Dios y del alma un poquito de este puro amor y más provecho hace a la Iglesia, aunque parece que no haga nada, que todas esas obras juntas».

Nos recuerda el Santo Doctor de la Iglesia que «Al atardecer de la vida seremos examinados en el amor».

Empecemos por santificar nuestras propias almas. La oración y los sacrificios son absolutamente necesarios para llegar a ser santos. Jesucristo redimió a todos los hombres por su oración y su dolorosa Pasión. Su muerte en la Cruz es la culminación de su obra redentora. San Juan de la Cruz nos dice que Cristo: «Hizo la mayor obra que en toda su vida con milagros y obras había hecho… que fue reconciliar y unir al género humano por gracia con Dios».

Voluntad de Dios y santidad

17 jueves Oct 2019

Posted by manuelmartinezcano in P. Manuel Martínez Cano

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Padre Manuel Martínez Cano mCR.

Imagen del rostro de JesúsLa sierva de Dios Madre María Josefa del Corazón de Jesús, C. D., decía: «Te suplico, Jesús mío, se cumpla en mí perfectamente tu voluntad, sin que jamás las criaturas, ni yo misma sean obstáculo para ello, y hacer que nunca quiera, ni desee más que lo que Vos dispongáis». Ahí está la santidad. En el cumplimiento de la voluntad de Dios en todo. Voluntad de Dios que se cumple con mis deberes de estado y obedeciendo a los superiores. San Juan de la Cruz escribe: «Jamás fuera, de lo que por orden está obligado, te muevas a cosa, por buena que parezca y llena de caridad… sin orden de la obediencia».

La unión con Dios más que con las prácticas de devoción se alcanza cuando el alma cumple con perfección la voluntad de Dios. Cuando sigo mis caprichos y comodidades, mi amor propio ocupa el puesto de la voluntad de Dios y se impone mi soberbia. Nuestra felicidad está en hacer lo que Dios quiere, no dejarnos llevar de nuestros gustos y caprichos.

Que no nos arrastren los afectos desordenados. Debemos ser dueños de nuestros propios actos, según la voluntad de Dios. No hacer lo que pasa momentáneamente por nuestro entendimiento. Paciencia, prudencia y oración. La santidad consiste en cumplir la voluntad de Dios.

Santa Teresa de Jesús decía: «No consintamos que sea esclava de nadie nuestra voluntad, sino de Aquel que la compró con su sangre». En todas las circunstancias de nuestra vida, deberíamos preguntarnos ¿esto lo haría Jesucristo así, diría estas palabras? Cristo es nuestro Rey y Señor y a Él le debemos obediencia perfecta. Que no nos engañes Satanás, Jesús nos dice: «No todo el que dice ¡Señor, Señor! Entrará en el Reino de los Cielos sino el que cumple la voluntad de mi padre, que está en el Cielo, ese entrará en el Reino de los Cielos» (Mateo 7, 21).

San Juan de la Cruz dice que: «El alma no tiene más que una voluntad y esa, si se embaraza y emplea en algo, no queda libre sola y pura como requiere para la divina transformación». No hay vida espiritual seria sin sacrificio y mortificación. Negarse a sí mismo es absolutamente necesario para seguir a Cristo Rey.

Nuestro Señor Jesucristo le dijo a Santa Catalina de Siena: «Sabe, pues, que todo lo que hacen mis siervos está en esto, en que hagan Mi voluntad. Y por eso todo su esfuerzo lo deben poner en cumplirla perfectamente. Porque cuando más cumplen mi voluntad tanto más perfectos son, porque se acerca más a Mí, que soy la suma perfección».

La santidad está al alcance de nuestra mano, Santa Teresita del Niño Jesús nos dice: «La perfección consiste en hacer la voluntad del Señor en ser lo que Él quiere que seamos» ¿Pobreza o riqueza; vida larga o corta, salud o enfermedad? ¡Lo que Dios quiera! La Virgen Santísima siempre estará a nuestro lado.

En la calle

10 jueves Oct 2019

Posted by manuelmartinezcano in P. Manuel Martínez Cano

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Suplica a la preciosa sangre de Cristo

Padre Manuel Martínez Cano mCR.

Asistimos con gran gozo y alegría a la primera Misa de Miguel Ángel. La Iglesia repleta de fieles y muchos quedaron fuera. Su madre, hermanas, sobrinos y familiares estaban radiantes de felicidad. El misacantano no podía estarlo más ¡Sacerdote de Cristo por toda la eternidad! Al besarle las manos le dije: ahora a trabajar por la salvación de las almas.

Fui uno de los que quedaron en la calle. Me aparté un poco de la puerta de entrada. Pasaron unos minutos y se me acercó un joven. Hablamos. Ya ha terminado su carrera universitaria. Me dice: «Padre puede usted confesarme”. Y confesó. Fue alumno de un profesor que fue alumno nuestro. Todos nos encontraremos en el Cielo. Por la gracia de Dios y la intercesión de la Virgen María.

Vamos a hacer los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola. Después de cientos de kilómetros, paramos a las puertas de un bar, que tenía mesas y sillas en la calle. Comemos nuestros bocadillos. Pasan dos o tres minutos y sale del bar un buen hombre que muestra su asombro ante «tantos curas». Se sienta junto a nosotros y empieza sus preguntas y sus alabanzas por vernos y poder hablar con nosotros. Es católico pero solo reza dos Padrenuestros cada día. Uno por su esposa y otro por su hijo.

Este buen hombre es camionero. Ha recorrido muchas veces Europa y el norte de África. Siempre que ve una Iglesia abierta entra y está unos minutos. El mayor disgusto de su vida fue cuando vio las cadenas que impedían entrar en una Iglesia en África.

Vuelve a casa cada quince días. Y se encuentra con su hijo que, desde la adolescencia empezó con los porros y ahora cosas peores. No quiere ir al psicólogo y vive como aislado. Por eso, reza más por él. Su santa mujer tiene mucha paciencia.

Nos dice que todo ha cambiado mucho. Antes había más alegría, más paz, más educación, más respeto. Ahora hay mucha gente mal educada, mala, que hacen muchas cosas malas, que antes no se hacían. Hay de todo. Los mejores camioneros son los polacos y son los mejores porque son católicos. Todos los camioneros los admiramos y queremos.

No reza por él mismo porque piensa que otros rezarán por él. Rezaremos por él. Y lo recordaremos, porque quiso hacerse una fotografía con nosotros.

Junto a las mesas, había distracciones para niños. Tres niñas subían y bajaban muy contentas. Las vigilaba su padre. Me acerqué y les regalé tres medallas de la Milagrosa. Muy felices, me dieron las gracias. Su padre les dijo: “Os compraré tres cadenitas para que os la pongáis en el cuello.

La Ley moral

03 jueves Oct 2019

Posted by manuelmartinezcano in P. Manuel Martínez Cano

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Padre Manuel Martínez Cano mCR.

La Ley moral NaturalLa Ley moral es el conjunto de preceptos contenidos en la Ley eterna, la Ley divino-positiva y la Ley natural.

La Ley moral es la norma objetiva de la moralidad de nuestros actos y, por tanto, obliga en conciencia.

La moral, es la ciencia teórico-práctica que enseña a portarnos bien en el cumplimiento de nuestros deberes.

La moral estudia los actos humanos en cuanto buenos o malos. Si estudia los actos humanos sólo a la luz de la razón, es moral natural o ética; si los estudia a la luz de la razón y de la fe, en orden al fin sobrenatural del hombre, es moral sobrenatural.

La moral no puede darse sin Dios o sin la Religión, porque el hombre ha sido creado por Dios y es el mismo Dios quien ha señalado al hombre los medios que ha de usar para alcanzar su fin.

La moral natural es buena, pero no basta, porque el fin del hombre no es meramente natural; se necesita, además, la moral sobrenatural, porque el fin del hombre es un fin sobrenatural que alcanza con el cumplimiento de los deberes que le enseñan la Religión y la Moral Católica.

En nuestros tiempos se difunden muchos errores morales. La falsa «moral de actitudes» enseña que lo importante es la actitud que habitualmente mantiene la persona ante Dios.

Lo importante para los partidarios de esta falsa moral es la opción fundamental de amar a Dios. Los actos concretos no tienen importancia. Todo está bien. Nada es pecado. No hay distinción entre pecado mortal y venial.

El error fundamental de esta doctrina es olvidar que la libertad del hombre es una libertad limitada por el pecado original y los pecados personales. El hombre puede cometer pecados mortales no sólo porque directamente se opone a Dios, sino también por debilidad.

«Se deberá evitar reducir el pecado mortal a un acto de opción fundamental -como hoy se suele decir- contra Dios, entendiendo con ello un desprecio explícito y formal de Dios o del prójimo. Se comete, en efecto, un pecado mortal también cuando el hombre, sabiendo y queriendo, elige, por cualquier razón, algo gravemente desordenado» (San Juan Pablo II).

La falsa «moral de situación» enseña que la bondad o malicia de un acto humano no lo determina la Ley eterna universal e inmutable, sino que depende del estado anímico o de las circunstancias en que se encuentra la persona.

San Juan Pablo II ha salido también al paso de este error: «Existen actos que, por sí y en sí mismos, independientemente de las circunstancias, son siempre gravemente ilícitos por razón de su objeto. Estos actos, si se realizan con el suficiente conocimiento y libertad, son siempre culpa grave».

La «nueva moral» niega la Ley natural a la que califican de moral cerrada y le contrapone una moral abierta que depende de la psicología, la sociología, la biología, etc.

La «nueva moral» fabrica sus propias normas de moral, según las circunstancias de lugar y tiempo, y así, pecados contra el sexto o noveno mandamiento, no sólo no serían pecados, sino actos virtuosos; lo importante es «la realización del hombre», su felicidad. Esta falsa moral ha sido condenada por la Iglesia.

Sólo hay una verdadera moral: la Moral Católica. Sólo la Moral Católica ofrece y garantiza al hombre la verdadera moralidad, porque la moral católica reconoce:

a) un Legislador Supremo, con autoridad soberana para imponer obligaciones y deberes a los hombres.

b) una sanción eficaz para premiar o castigar, especialmente en la otra vida, todos los actos humanos, incluso los actos internos.

c) y ofrece un auxilio eficaz, la gracia divina, para superar los obstáculos y vencer las tentaciones que se opongan al cumplimiento de la Ley de Dios.

La Moral Católica no es, como afirman sus enemigos, una moral meramente negativa, que sólo pretende evitar el pecado, sino que es una moral eminentemente positiva, porque tiene como fin la práctica integral de la virtud, que se fundamenta no sólo en lo estrictamente mandado, sino también en lo que está aconsejado como conveniente o necesario para la perfección, como veremos en las siguientes lecciones.

Sólo la Moral Católica tiene la fuerza necesaria para establecer y mantener el verdadero orden moral en los individuos, en las familias y en los pueblos.

La fe divina

26 jueves Sep 2019

Posted by manuelmartinezcano in P. Manuel Martínez Cano

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Padre Manuel Martínez Cano mCR.

Imagen de María coronada con las 12 estrellasEl depósito sagrado de la fe contenida en la Tradición divina y en la Sagrada Escritura fue confiada por Jesús y los Apóstoles a la Iglesia. El Magisterio de la Iglesia no está por encima de la palabra de Dios, sino a su servicio, para enseñar íntegramente la fe divina.

Antes de escribirse los Evangelios, la Iglesia sirvió de fuente humana de certeza de la Revelación divina y de intérprete auténtica de su contenido. Fue la Iglesia quien reconoció los escritos posteriores como fieles transmisores de la verdad revelada por Dios y a la vez, rechazó otros escritos como apócrifos por falsear el mensaje de Cristo.

La Iglesia, por voluntad de Cristo e iluminada por el Espíritu Santo, es hoy el único depositario e intérprete auténtico de la Revelación divina. Por eso sería absurdo aceptar como verdadero lo revelado por Dios en la Biblia negando al mismo tiempo el Magisterio de la Iglesia, que es el fundamento del valor de la Sagrada Escritura como Revelación divina.

La fe puede ser objetiva y subjetiva.

Fe objetiva es el conjunto de verdades que Dios ha revelado y la Iglesia nos enseña. Estas verdades objetivas son: de fe divina, de fe divina-católica y de fe católica.

Verdades de fe divina, son todas las verdades reveladas por Dios contenidas en la Sagrada Escritura y en la Tradición divina.

Verdades de fe divino-católica, son las verdades reveladas por Dios en la Sagrada Escritura y la Tradición divina que la Iglesia ha declarado y definido como reveladas por Dios. Son las verdades dogmáticas o dogmas de fe.

Verdades de fe católica son las verdades que sin haber sido directamente reveladas por Dios, la Iglesia manda creerlas por la íntima conexión que tiene con las verdades reveladas.

Entre las verdades reveladas por Dios están los misterios, que son verdades reveladas por Dios que podemos conocer y concebir, pero que no podemos comprender por ser tan elevadas, tan profundas y tan inmensas que exceden a la capacidad de nuestro entendimiento. Como verdades reveladas por Dios, deben ser creídas sencilla y humildemente.

Los misterios de la fe son superiores al entendimiento humano, pero no contrarios a la razón; es decir, que no son absurdos.

Regla de fe es la norma, o medio fácil y seguro que Dios nos ha dado para saber con certeza cuales son las verdades de fe, que debemos creer como reveladas por Dios.

La «Regla remota» de fe es todo lo revelado por Dios en la Sagrada Escritura y la Tradición divina.

La «Regla próxima de fe» es el Magisterio infalible de la Iglesia, porque así lo quiso Dios Nuestro Señor. Fácil y con toda seguridad sabemos cuáles son las verdades de fe: basta creer lo que enseña la Iglesia.

La Iglesia enseña lo que el cristiano debe creer por su Magisterio extraordinario, en las solemnes definiciones «ex-cátedra» del Sumo Pontífice y en los concilios ecuménicos dogmáticos.

La Iglesia enseña también por su Magisterio ordinario (encíclicas y otros documentos del Papa), y por el magisterio de los obispos dispersos por todo el mundo. Alexis Carrell, Premio Nobel de Medicina, decía: «Yo creo todo aquello que la Iglesia Católica quiere que creamos. Y para esto no encuentro ninguna dificultad, porque no encuentro en la verdad de la Iglesia ninguna oposición con los datos seguros de la Ciencia. No soy lo suficientemente crédulo para ser incrédulo».

La fe objetiva tiene un sólido fundamento racional en la filosofía y en la historia; la fe no es una mitología.

La filosofía, con argumentos de razón, demuestra la existencia de Dios, como ser absolutamente necesario.

La historia recoge la existencia de Jesucristo. Su vida, milagros y propia resurrección demuestran que Jesús es el Mesías prometido en el Antiguo Testamento, el Verbo encarnado, el Hijo de Dios hecho hombre.

La historia de la Iglesia, fundada por Jesús en Jerusalén y extendida por todo el mundo, demuestra con su vitalidad sobrenatural su fuerza expansiva, su admirable supervivencia, el magnífico testimonio de sus santos, mártires, confesores y vírgenes, que la fe es razonable.

Los motivos de credibilidad: milagros, profecías, historia de la Iglesia, divinidad de Jesucristo, nos confirman que la fe no es una mitología ni un instinto ciego del espíritu, sino que la fe tiene sólidos fundamentos racionales.

Volta, descubridor de las nociones básicas de la electricidad, ha dicho: «He estudiado y reflexionado mucho: Ahora yo veo a Dios en todo. Yo confieso la fe santa, apostólica, católica y romana. Doy gracias a Dios que me ha concedido esta fe, en la que tengo el firme propósito de vivir y morir».

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