Los partidos políticos, inspirados en la Revolución Francesa, destruyen las instituciones religiosas y las costumbres naturales de los pueblos, sus leyes… todo.
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El marxismo es materialismo, ateísmo. El hombre se realiza plenamente en la materia. No necesita de Dios. Dios no existe. Es curioso. El democratismo es exactamente lo mismo, materialismo y ateísmo.
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Los católicos del mal menor – moderados ellos – olvidan que “hay que dar a Dios lo que es Dios”. Todas las naciones son de Dios, y deben regirse por la Ley de Dios.
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Chirrían los oídos cuando oyen a chicos y chicas alumnos de colegios católicos que hay que defender los derechos humanos, la ecología… y al mismo tiempo son partidarios del aborto, la eutanasia…
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La ideología de género y Cia, ha nacido en las cloacas de la historia. Ideologías herméticas, búnquers sicopáticos, locuras de endemoniados. No permiten ni la más mínima ley natural. Ni absolutamente nada de la revelación sobrenatural.
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La Iglesia condenó el comunismo como intrínsecamente perverso porque es ateo y materialista.
Las democracias que abortó la Revolución Francesa son ateas, materialistas y diabólicas. Son intrínsecamente perversas. Para ellos, Dios ni existe. Y es un derecho fundamental democrático asesinar a los propios hijos.
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¿Por qué no se puede abortar? Porque el aborto es un asesinato de un niño inocente. Y Dios dice: No matarás.
¿Por qué no se puede usar las píldoras anticonceptivas? Porque Dios ha dicho: No cometerás actos impuros.
La norma objetiva de todos los actos humanos es la Ley de Dios.