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Acabo de saber que te casas pronto, y me apresuro a escribirte para que mi carta no te llegue en las vísperas de tu boda, que con el ajetreo consiguiente no estarás en condiciones de reflexionar mucho, y deseo que por lo menos un ratito medites lo que el Señor te diga por mi medio.

En primer lugar y antes de nada, mi enhorabuena. No porque te casas, sino porque llevas la ilusión de formar una familia buena y cristiana. Eso vale más que todos los mundos. Casa en la que Dios no es un extraño es una casa bendita, porque con Dios vienen todos los bienes y el más necesario de todos: la paz. Ya sé que esta mercancía no se suele cotizar en los modernos contratos matrimoniales; pero tú, como más avisada, haz de ella el mayor aprecio.

Para que la paz y la felicidad sean una realidad en tu casa, tienes que aportar los elementos necesarios que las producen. Has de ser con los tuyos como el sol. La mujer es el sol de la familia -decía Pío XII- que ilumina y alienta, que difunde en torno suyo el calor y la vida, que da luz, bienestar y calor. ¡Pobres casas las que están sin sol! Hay muchas, desgraciadamente. Las casas que no están soleadas, son tristes; poco acogedoras, en lugar de tirar para adentro, tiran para fuera, y los maridos se sienten resfriados y se van. Que el tuyo no se vaya nunca porque tu casa esté falta de sol.

Nada más casarte, comenzará el gran viaje al País del Matrimonio, y si para cualquier viaje se necesita preparación para no carecer de lo necesario en el camino, ¡cuánto más para éste que durará toda la vida! Es indispensable, pues, que te esmeres, en prepararlo bien, porque del equipaje que lleves dependerá tu felicidad y la de tu fami­lia. Se me ocurren unas cuantas cosas que puedes meter en las maletas. Verás, te las voy a ir diciendo:

PIEDAD: Lleva mucha piedad, que es útil para todo. Si eres  fervorosa, si la piedad informa toda tu existencia, si sabes jerarquizar los valores de la vida, aun dentro de las penas, serás feliz. Esto de saber jerarquizar los valores; no creas que sea corriente. Por eso se fracasa tanto. Es saber dar importancia a lo más y quitársela a lo menos. Quiero decirte que pongas en primer lugar a Dios. Dios antes que todo: ofrécele el trabajo, las obras del día, etc. Si por la mañana das los primeros momentos a Dios y sigues por orden de prelación las obligaciones de marido, hijos, casa y demás, por la tarde no te faltará tiempo para esto, y si falta, que sea para diversiones o cosas superfluas; pero lo importante lo habrás cumplido primero y no se quedará por hacer.

AMOR: Supongo que de amor llevarás cantidades industriales. Todo te hará falta. Hay momentos en la vida matrimonial que no se pueden superar si no es con mucho amor. El amor todo lo allana. Es un gran apoyo mutuo. El Señor te ha puesto este apoyo para que  más fácilmente vayas a Él. No hagas tú, por tu incomprensión, que ese apoyo se torne un obstáculo. Y se tornaría si de él hicieses tu fin, o quisieras ser fin para él. Este es el gran error de las jóvenes cuan­do se casan: o ven en su marido un ídolo, o quieren ser un ídolo para él. Doble error y fatal escollo. Evítalo con cuidado si quieres que vuestro amor sea eterno. Los dos sois medios, el uno para el otro, para ir a Dios.

COMPRENSIÓN: Necesaria de toda necesidad. Muchísima comprensión. Para sus fallos, que los tendrá; para sus manías pequeñas o grandes, que las tendrá también -por eso de que todos tenemos algún registro desafinado que crispa los nervios a los que viven con nosotros- ; para sus defectos, para sus tardanzas. Agradécele, con todas las demostraciones que puedas, las mil atenciones que tendrá contigo. Jamás le rechaces un regalo, por feo que te parezca; ni le niegues, si puedes, tu compañía cuando te la pida. Estas pequeñas delicadezas conservan la ilusión, y la ilusión la has de conservar a toda costa.

FORTALEZA: Indispensable. Los hombres llevan fama de fuertes, porque tienen fuerza física; pero a la hora de la verdad, les cuesta aguantar hasta un pequeño dolor de cabeza. O sea que son fuertes de nombre. La fuerte en realidad es la mujer. Piensa que si has de ser -como lo espero- fiel cumplidora de tus deberes, serás a la corta o a la larga crucifijo viviente en el santuario de tu casa. Como esas imágenes del divino Nazareno, que ponen en Semana Santa en las puertas de las iglesias: muy vestidas de terciopelo y oro, pero ¡crucifijos al fin! Vete, pues, preparada. Y tanto serás más feliz, cuanto más te sacrifiques.

TRABAJO: Mete mucho en la maleta. Sin tu aportación de trabajo derrumbarías la casa, por muy alta que esté. Tu marido se sentirá feliz sabiendo que su dinero se multiplica por tu habilidad y tu es­píritu de trabajo y de economía. Nunca le pongas en trance de hacer inmoralidades en sus negocios o en su carrera, porque nada de lo que lleve a casa te baste. ¡Eso es ahora tan corriente!

SENTIDO COMÚN: ¡Parece esto tan fácil! No creéis. El sentido común, que dicen es el menos común de los sentidos, falta mucho, a veces, en la vida matrimonial. Hay que vivir de realidades y no de ilusiones. Pídeselo mucho a Dios. Este sentido te irá diciendo en cada mo­mento qué es lo que tienes que hacer. Con una mujer de buen sentido común, se puede ir al fin del mundo sin perderse.

CARIÑO A LA FAMILIA DE TU MARIDO: ¡¡¡Esencialísimo!!! Él idea­lizará a los suyos, a sus padres, a sus hermanos. Es natural. Agradéceselo, porque si es bueno para ellos, lo será para ti. Lleva como norma que has de cumplir a la letra: JAMÁS SACARLES UNA FALTA. Aunque se las veas, aunque se las tengas que soportar. A tu fami­lia les puedes decir las faltas que encuentres, a la de él, NO. Ni consientas que nadie se las saque delante de ti. Que tengan guar­dadas las espaldas con tu cariño y tu comprensión. Esta táctica será la llave mágica y la puerta ancha por donde entres en su casa con todos los honores. TE CASAS CON ÉL Y SU FAMILIA DESDE EL PUNTO Y HORA QUE OS ECHEN LA BENDICIÓN NUPCIAL. Pensar de distinta manera es tal equivocación, que desgraciadamente se pagan muy caras las consecuencias.

ALEGRIA: Mucha alegría. Haz por sentir gozo e irradiarlo. El relente de buen humor hace respirar bien a todos. «La mujer que habla con ‘humor’ sin descuidar el amor, se queda en seguida con la gente.» Y la que es malhumorada, por el contrario, ahuyenta a los que tiene cerca.

Debes de ser tú quien levante y alegre el ánimo de tu marido. A los hombres, por buenos que sean, el afán de los negocios o de la ca­rrera, el trato de gentes, los disgustos inherentes a todo cargo, y las responsabilidades que llevan anejas, les hacen mirar demasiado hacia abajo, y llenan a veces su corazón de desaliento que es como una sangría del espíritu. Pero al llegar a su casa, el amor tierno y profundo de una esposa cristiana, tiene el poder de levantar ese querido corazón, alegrarle y hacerle mirar hacia arriba, donde no habrá luchas ni tristezas, ni lágrimas.

Guarda con mucho interés estos bártulos en tus maletas, sin des­cuidar ninguno: todos te harán falta. Con tu buen equipaje tan bien preparado, el gran viaje al PAÍS DEL MATRIMONIO constituirá para vosotros una eterna luna de miel, y tú serás una esposa ideal y una madre completa… Que al cabo de los años nos pueda decir él: «No me equivoqué, es una santa». Y que tus hijos, en fin, todos te miren como el dechado de lo que ellos quisieran ser.

Antes de terminar quiero recomendarte que asocies al Señor a todas vuestras empresas. Él, el socio capitalista, vosotros los industriales. Pero es tan generoso, que aunque malbaratéis parte de los bienes que os otorga, siempre que vea en vosotros buena voluntad y deseos de agradarle y servirle, no se dará por aludido y seguirá volcando sobre vuestra casa el torrente de sus gracias y bendiciones. La ben­dición del Señor. ¡Qué mina a explotar de dicha pura!

Y si te parece que todo este equipaje tan complejo va a ser muy pesado, y que tus brazos jóvenes no tendrán fuerza suficiente para llevarlo, recuerda que tienes una Madre, MARÍA, que posee toda la fortaleza de que tú puedes carecer. Ponlo en sus maternales e inmaculadas manos, y verás cómo, día a día, se te hace ligero lo que, mirado sin Ella, te podría parecer una carga insoportable. Ella ha de ser la Reina de tu hogar, la guardiana de vuestra felicidad, la auxiliadora en todos vuestros apuros, la Madre en quien se confía plenamente, porque nunca falla. Ella que, en Caná, supo proporcionar a los esposos un vino que no era de primera necesidad, ¡cuánto más pondrá a tu alcance el elemento que falte o que se deteriore de este equipaje que tanto habrás de necesitar!

Adiós, queridísima. A tu novio salúdale de mi parte. Lo miro como algo propio puesto que tan de cerca te foca. Para los dos la enhora­buena sincera, junto con unos grandes deseos de vuestra felicidad, y de que la gracia del Sacramento del Matrimonio caiga sobre vosotros abundantemente.

Un fuerte abrazo.

María Luisa ROMERAL

 

«HONRAD A LA VIRGEN MARÍA Y HALLARÉIS LA VIDA Y LA SALUD ETERNA», decía San Buenaventura. Podemos honrar a la Virgen María sencillamente con las TRES AMEVARÍAS cada mañana y cada no­che. Rezadas de corazón pueden obtenernos por su mediación la vida eterna.