José Luis Aberasturi
He estado dándole vueltas al tema de Franco por su reciente actualidad; y porque, con mi edad, más o menos la del Josep, a mí no pueden engañarme como a los que han nacido después del setenta: he vivido las mismas cosas que él, en el mismo País, con el mismo gobierno, con la misma Iglesia, etc.
Y he llegado a esta conclusión: a Franco se le persigue con saña -con la saña de los derrotados, de los resentidos, de los que viven de las subvenciones, de los mismos mimados por el régimen, de los camisas azules reconvertidos en rojelios: en la «irreductible» progrez, etc.,- por dos razones.
Una principal e incuestionable. La otra, como consecuencia necesaria.
Una, la primera y principal: porque Franco fue católico. Nació católico, vivió católico, obró a favor de la Iglesia Católica, y murió católico. Una trayectoria tan impecable, que ni siquiera los propios obispos le reconocen ahora. ¡Hasta ahí han llegado! Y supongo que contentos con ellos mismos. Siempre hay excepciones, por supuesto.
Por contra: TODOS los obispos que había en España en 1975, públicamente, uno por uno, hablaron y escribieron a su favor y en este sentido. Los de ahora van por otro lado: su principal preocupaciones que haya un «pin parental», por ejemplo: supongo que les pone en un aprieto…
La segunda: el sectarismo de las izquierdas masónicas, marxistas, ateas y rabiosamente anticatólicas, que están en la DEMOLICIÓN de España -quizá también una buena parte de la Jerarquía-, precisamente por esto: porque su esencia, también como Nación y no solo como «ALMA» y proyecto común y permanente, ha sido SER CATÓLICA. A costa de barcos, de riquezas, y de dominio del mundo. Y no se lo han perdonado aún.
Por poner un dato: en el siglo XIX, prácticamente todos los Presidentes de Gobierno de este País, han sido los responsables de la masonería española: grado 33 y Jefe máximo de todo el tinglado. Para cargarse España, empezando por sus Reyes, católicos también.
Y esto sigue, está en marcha, porque y según «ellos» -los masoncicos y demás carcamales de la cáscara amarga, incluido el Josep-, todavía no se ha triturado suficientemente a España ni su Fe Católica; sin olvidar la propia Iglesia.
¿Les encaja con lo que está pasando hoy y ahora, desde «el siglo de las luces» a nuestros días, y con la única excepción y paréntesis de la «cuarentena»?
Porque está pasando lo que está pasando. Y sus raíces: en el XIX. Lean a Alberto Bárcena, «La pérdida de España», Tomo I y II, editorial San Román, si quieren estar al loro de la historia verdadera, y que no les den gato por liebre. Por cierto: un historiador del XIX como la copa de un pino, y honrado a carta cabal.
«La verdad os hará libres». Lo que nunca podrán ser los que se dejan atrapar por las IDEOLOGÍAS y las máximas mundanas -y pseudoeclesiales-, se llamen como se llamen. Por cierto: lo dijo Jesús, si no me equivoco.
Creo que no fue Ghandi, ni Marx, ni la progrez de cualquier signo y color.
(INFOCATÓLICA)