¡Viva Jesús Sacramentado!
¡Viva y de todos sea amado!
¡Viva María Santísima! ¡Viva!
D. José Guerra Campos
El octavo día
Editorial Nacional, Torrelara, Madrid, 1973
Hemos indicado, en conformidad con las insistentes enseñanzas del Papa, criterios válidos para orientarse en medio de la confusión doctrinal.
Tras enfilar hacia puntos fijos, que lucen como faros, señalamos las condiciones que legitiman lo «nuevo»: cuando el progreso es hijo de la fidelidad (1). Y, como una gran tentación actual en la Iglesia es la dictadura ideológica en materias opinables, acotamos las zonas donde se ha de respetar la apreciación libre.
Pero el factor más pernicioso en la confusión es el que registra Pablo VI en su exhortación a los obispos: «numerosos fieles –dice- se sienten turbados en su fe por una acumulación de ambigüedades».
Aunque a veces sea inevitable atravesar los bancos de niebla de la duda, es preciso rehuir siempre las cortinas de humo de la ambigüedad, del lenguaje de doble sentido, y el chisporroteo de una fraseología enrevesada.
En ocasiones no hay por qué suponer mala fe en los que hablan así. Tal lenguaje será efecto, no deseado, de la impericia, de entrometerse en problemas que desbordan la capacidad o la preparación, de traducir lucubraciones no digeridas, de publicar prematuramente lo que todavía está en fase de tanteo, por legítimo que sea.
Notas:
(1) Cuando el progreso nace de la asimilación activa y armónica de los distintos ingredientes de la única verdad.