Padre Manuel Martínez Cano, mCR.

La Revolución espantosa y lamentable sedición total derrocamiento del régimen social que, a fines del siglo XVIII, castigó a Francia y persiguió con odio las cosas divinas y humanas, al rey y los nobles, y muy especialmente a la Iglesia de Cristo y a sus ministros… En esta época, hombres innobles, se apoderaron atrevidamente del poder, disimulando el odio que les agitaba contra la religión católica bajo el falaz pretexto de la filosofía, tratando con todas sus fuerzas de abolir el nombre cristiano. Con este fin son destruidos los edificios religiosos; contra los ministros de la religión, obispos y sacerdotes, incluso contra simples fieles cristianos que reprobaban las leyes inicuas de la Revolución y que profesaban la fe católica, se arma e inflama un impío furor; la era antigua de las persecuciones parece renacer y la Iglesia, la Esposa sin tacha de Cristo, parece que deba pronto adornarse de nuevas y gloriosas coronas de mártires» (Pío XI).

«Hay que desnudar a la mujer y prostituirla y a través de ella corromper a los perros cristianos. Hay que destruir la familia. Hay que legalizar el divorcio y el aborto, y más adelante la sodomía» (Gran Kaal de Nueva York, 1918).

Lenin: «El éxito de toda revolución depende del grado de participación de las mujeres” lo atestigua así según él “la experiencia de todos los movimientos libertadores”.

«Convento del Gran Oriente de Francia (6-9-1900) sometió «Al estudio de las logias la búsqueda de los medios más eficaces para instaurar la influencia de las ideas masónicas sobre las mujeres, intentar sustraerlas a la influencia de los sacerdotes y crear, en consecuencia, instituciones aptas para alcanzar esta finalidad». Ideologías de género, feminismo radical.

«La Revolución es la aplicación del racionalismo (naturalismo) al orden civil, político y social: he ahí su carácter doctrinal, el rasgo que la distingue de los demás cambios acaecidos en la historia de los EstadosSu principio, como su fin es eliminar al cristianismo entero, la revelación divina y el orden sobrenatural, para atenerse únicamente a lo que sus teorizantes llaman los postulados de la naturaleza y la razón» (Monseñor Freppel).

«Ni aborreciste, Señor, mi alma; cuando andábades por el mundo, las mujeres antes las favorecisteis, siempre con mucha piedad y hallaste en ellas tanto amor y más fe que los hombres» (Camino de perfección). «Hay muchas más mujeres que hombres a quien el Señor hace estás mercedes, y esto oí al Santo Fray Pedro de Alcántara -y también lo he visto yo- que decía aprovechaba mucho más en este camino que los hombres, y daba de ello excelentes razones (…) todas en favor de las mujeres» (Vida 40, 8). (Santa Teresa de Jesús).

La mujer tiene un corazón, un amor grande, Dios la hizo para amar, porque sin amor ni puede vivir ni dar la vida a otros seres. El hombre es cálculo, fuerza, talento frío… La mujer es corazón sobre todo corazón. La desigualdad es patente. Nada de extraño. La señal del amor es el respeto a la mujer. A la madre por respetarla no disminuye el amor.

«Las mujeres no han producido ninguna obra maestra en ningún género: no han escrito la Ilíada, ni la Jerusalén libertada, ni Atalía, ni el Paraíso Perdido. No han edificado ninguna basílica como la de San Pedro. No han esculpido el Apolo de Belvedere, ni pintado el Juicio Universal. No inventaron el álgebra, ni el telescopio ni la máquina de vapor… Pero hicieron algo mucho más grande que todo eso. Es sobre sus rodillas donde se forma lo que hay de más excelso en el mundo: un hombre honrado y una mujer honrada» (Le Maistre).

«Los hombres han sido siempre lo que han querido las mujeres… Educar un niño es educar un hombre; más educar una mujer es educar una familia» (San Enrique de Ossó).

«Cuando perece la dignidad de la mujer, o queda ésta desplazada de su misión en la vida, perecen también la dignidad y la función sagradas de la familia» (José Luis Gutiérrez)

«Todas las que militáis debajo de esta bandera ya no durmáis, ya no durmáis que no hay paz sobre la tierra» (Santa Teresa de Jesús).

«¡No somos tan fáciles de conocer las mujeres!» (Santa Teresa de Jesús).