JEAN DUMONT, Historiador francés
ISABEL LA CATÓLICA, LA GRAN CRISTIANA OLVIDADA
LA PERSECUCIÓN RELIGIOSA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA, ¿PATINAZO O PLAN ORGANIZADO? (X)
“Veo un gran fuego”
Una verdad que no era otra que la del anticatolicismo fundamental, irreprimible, inseparable y constitutivo de la Revolución desde su nacimiento como lo fue, lo hemos visto, desde su gestación. Esto mismo que había anunciado un mendigo conmovedor, peregrino del Absoluto, testigo del profundo cristianismo de la Iglesia de Francia del Antiguo Régimen que nos ha sido tan exactamente descrito por Jean de Viguerie: San Benoist Labre. Antes de morir en 1783, Benoist había anunciado que, sobre esta cristiandad que le había dado sus raíces, la desgracia se iba a volcar. Había exclamado: “Veo un gran fuego que atraviesa mi país”. Había precisado que las abadías arderían, las hostias serían profanadas, los sacerdotes serían perseguidos. Así todo lo que sucedería en la Revolución era bien evidente para todos, desde antes de 1789.
Sólo queda una objeción que no se dejará de primera revolución es también la de la Declaración de los derechos del hombre de agosto de 1789. La cual, en su artículo 10, estipulaba: “Ningún hombre puede ser molestado por sus opiniones, incluso religiosas”. Nuestros liberales no cesan de hacerse gárgaras con este texto tan poco respetado por la primera Revolución; lo acabamos de ver. Un texto, según ellos, “Imperecedero”. La finura de su oído llega hasta que les resuene, dos siglos más tarde, en lo que ellos llaman “sonido cristalino” (fórmula de Jean-Marc Varaut).