ESCUDO EPISCOPAL SAIZ+ Josep Àngel Saiz Meneses
Obispo de Terrassa

El primer domingo de julio celebramos en la Iglesia la Jornada de Responsabilidad del Tráfico. Ciertamente en la primera semana de julio se acostumbra a producir un incremento importante de circulación en las carreteras y autopistas a causa del comienzo de las vacaciones para una buena parte de ciudadanos. Aunque también es cierto que dicho incremento se mantiene durante todo el verano. Y no podemos olvidar quienes salen a la carretera durante todo el año por razones de trabajo.

El verbo conducir viene del latín conducere. Entre los diferentes significados que nos ofrece el diccionario podemos seleccionar dos: uno que tiene un sentido directamente aplicable a las vías públicas y las carreteras – “guiar un vehículo automóvil” y otro que se refiere a las actitudes con que vamos por la vida: en la forma reflexiva –conducirse– equivale a “manejarse, portarse, proceder una determinada manera, bien o mal”. Siguiendo esta reflexión es lamentable que, por una imprudencia nuestra, pongamos en peligro la integridad física –y la misma vida, en algunos casos- de los demás.

El objetivo, pues,  de esta jornada es educativo: invitar a los conductores a comportarse, es decir, a portarse bien. En este Año Santo de la Misericordia esta jornada es una invitación a ejercer la cortesía en la vida pública y en las vías de circulación, a circular bien, conductores y peatones, a ayudarnos unos a otros a ser correctos, para evitar males mayores; es decir, accidentes.

La cortesía –lo que llamamos “urbanidad”- es también una forma de vivir la caridad y la misericordia. Tener urbanidad es conducirse con atención y con buenos modos y buenos modales. Esto es de gran importancia en la educación vial y los es para todos. Tratemos a los demás como nos agrada que ellos nos traten a nosotros. “Todo lo que queráis que haga la gente con vosotros, hacedlo vosotros con ella; pues esta es la Ley y los Profetas” (Mateo 7, 12). Tampoco nos olvidemos nunca de la paciencia, del autocontrol y del buen humor.

Procuremos cumplir escrupulosamente las disposiciones legales y los avisos para una circulación segura –las señales de tráfico— que tienen su razón de ser y son fruto de una experiencia, a veces dolorosa, cuando se han producido accidentes. Incluso quienes salen – o salimos- a la carretera circunstancialmente, hemos de imitar la corrección que se reconoce en los profesionales del volante, las personas que –en ciudad o en la carretera- se ganan la vida ejerciendo la conducción de vehículos, lo cual, como es sabido, aporta una valiosa contribución al bienestar general de la sociedad.

Para terminar, permitidme una recomendación: hacer una breve oración, personal o familiar, cuando nos ponemos en viaje. Puede ser una Avemaría, o un “Procedamos en paz, en el nombre de Cristo. Amén”. O la clásica invocación: “Nuestro auxilio es el nombre del Señor, que hizo el cielo y la tierra”. O esta otra, que copio de un devocionario: “El Señor omnipotente y misericordioso nos dirija por el camino de la paz y la prosperidad. Y el arcángel San Rafael y San Cristóbal –cuya fiesta pronto celebraremos  nos acompañen en el viaje para que con paz, salud y gozo podamos volver a nuestras casas”.