maria_y_jesus4Isabel

El secreto de María

No hay ni habrá jamás criatura, sin exceptuar bienaventurados, ni querubines, ni serafines de los más altos en el mismo cielo, en que Dios muestre tanto sus perfecciones internas y externas como en la divina María. María es el paraíso de Dios y su mundo inefable, donde el Hijo de Dios entró para hacer maravillas, para guardarle y tener en él sus complacencias. Un mundo ha hecho para el hombre peregrino, que es la tierra que habitamos; otro mundo para el hombre bienaventurado, que es el paraíso; más para sí mismo, ha hecho otro mundo y lo ha llamado María; mundo desconocido a casi todos los mortales de la tierra, e incomprensible a los ángeles y bienaventurados todos del cielo, que, admirados de ver a Dios tan elevado de todos ellos, tan alejado y oculto en ese mundo de la divina María, claman sin cesar: “Santo, Santo, Santo”. (San Luis Mª Grignion de Montfort)

La mujer

Edith Stein

El que ama a su mujer, a sí mismo se ama, y nadie aborrece jamás su propia carne, sino que la alimenta y la abriga como Cristo a la Iglesia, porque somos miembros de su cuerpo. Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne. Gran misterio es éste, pero yo lo aplico a Cristo y a la Iglesia. Por lo demás, ame cada uno a su mujer, y ámela como a sí mismo, y la mujer reverencie a su marido. (Ef. 5, 24-33) Este párrafo nos dice que la comunidad matrimonial tiene que estar sujeta a Cristo. El Señor sólo ha subrayado, en las palabras del Génesis, la indisolubilidad del matrimonio y la unión de los dos en una sola carne; aquí el Apóstol explica cómo hay que entender esta unión.

El hombre nuevo democrático

Claro que, para conseguir tal sumisión de las masas a los lugares comunes impuestos por el sistema, es preciso alcanzar un nivel de control social que logre que “toda contradicción parezca irracional y toda o posición imposible”, tal como establecía Marcuse. Es preciso que la propaganda actúe con tal eficacia que los individuos no puedan reconocer su naturaleza represiva, para lo cual crea “una dimensión única del pensamiento”. Naturalmente, pretender escapar de esa dimensión única se percibe por el hombre nuevo democrático como una “desviación” aberrante que debe ser condenada al ostracismo, como hacían los protagonistas del cuento de Wells El país de los ciegos con el protagonista vidente, al que sólo terminaban aceptando en sociedad después de que se resignara a que le arrancaran los ojos. El hombre nuevo democrático no necesita al poder que ha destrozado su cerebro y su alma para señalar y condenar a los disidentes; puede hacerlo muy orgullosamente él solito, y considerar además que lo hace por altruismo (y, ¡por supuesto!, de forma espontánea y no inducida). (Juan Manuel de Prada – VERBO)

Culturas católicas

Pero el grito del Papa para que Europa retorne a sus raíces cristianas. (Cfr. Juan Vallet de Goytisolo, “Europa desde la perspectiva de Juan Pablo II”, Verbo, núm. 257-258 (1987), págs. 901-954 y las selecciones de textos de Juan Pablo II, “Europa, su identidad cristiana y su actual crisis”, Verbo, núm. 211-212 (1983), págs. 3-22; “El cristianismo y la cultura de Europa: pasado, presente y futuro”, Verbo, núm. 287-288 (1990), págs. 913-923).

O para que lo haga España, como nos dijo en su viaje en el año 1982. (Cfr. Victorino Rodríguez, O. P., “La siembra de Juan Pablo II en España”, Verbo, núm. 219-220 (1983), págs. 1.019-1.036; Miguel Ayuso Torres y Luis María Sandoval Pinillos, “La confirmación de nuestra fe (en el aniversario de la venida de Juan Pablo II a España)”, Verbo, núm. 221-222 (1984), págs. 3-24).

Tiene también su proyección en Hispanoamérica con el permanente recuerdo y alabanza de la labor evangelizadora de la Iglesia en América, que contribuyó eficazmente a impregnar sus culturas, de modo que a pesar de sus diferencias, todas ellas, en lo que tenían de aprovechables, se convirtieron en culturas católica. (Cfr. las selecciones de textos de Juan Pablo II, “España, evangelizadora de América y Filipinas”, Verbo, núm. 231-232 (1985), págs. 3-13 y “Evocación del ejemplo de la evangelización de América por España”, Verbo, núm. 315-316 (1993), págs. 449-452). (Estanislao Cantero – Verbo)

Sentimiento y consentimiento

Escribe san Bernardo: “No está el pecado en el sentimiento sino en el consentimiento”. Y Blosio: «Cualquiera que gusta complacerse a sí mismo, aunque sea una sola vez, parece más mal en los ojos de Dios, que si muchos años padeciese semejantes movimientos, por muy malos que sean, como no les dé consentimiento». Así pues, no hay que hacer mucho caso de los pensamientos deshonestos, como si fueran de otro, o pasasen fuera de uno: y es así, cuando la voluntad no consiente es como si llamasen a la puerta, dando golpes, pero sin poder entrar.

No se debe tener miedo a este tipo de tentación, precisamente porque el miedo despierta la imaginación, y así cualquier fábula se imprime más profundamente en la memoria, acrecentándose la tentación. (Jaime Solá Grané – La castidad, ayer y hoy)

 

Homosexualidad y esperanza

La mayoría de los padres no quieren que su hijo se envuelva en conducta homosexual, pero los padres de niños al riesgo suelen resistir el tratamiento. (Zucker 1995; Newman 1976) Si se les informa que el 75% de los niños que muestran síntomas de Desordenada Identidad de Género y de anti-masculinidad juvenil crónica, van, en la ausencia de intervención, a experimentar atracción por su mismo sexo (Bradley 1998) y haciéndoles ver los riesgos asociados con la actividad homosexual (Garafalo 1998; Osmond 1994; Stall 1988; Rotello 1997; Signorille 1997) puede ayudar a sobreponerse a su oposición al tratamiento. (Asociación Médica Católica – AMCA)

El relativismo y existencialismo

El relativismo sostiene que todo es cambiante y que la realidad es algo vaporoso. El relativismo sólo se fija en las variaciones accidentales. Entonces, para los relativistas, la religión, la moral, la ética, son totalmente variables. Nada es vigente para todos los tiempos. Todo se transforma y se cataloga como opiniones de una época. Los relativistas no admiten las normas permanentes del orden natural.

El existencialismo ataca de frente el orden natural. Ni siquiera admite que el hombre tenga naturaleza. Para Jean Paul Sartre -corifeo del existencialismo ateo- el hombre es su “proyecto de libertad” y “un absurdo entre dos nadas”. Al no admitir ninguna realidad, el existencialismo es fanáticamente subjetivista. (Mn. José Ricart Torrens – Catecismo Social)