iglesiaPapa Francisco

Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los doctores de la letra y no del espíritu, de la muerte y no de la vida, que en vez de enseñar la misericordia y la vida, amenazan con el castigo y la muerte y condenan al justo. Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los ministros infieles que, en vez de despojarse de sus propias ambiciones, despojan incluso a los inocentes de su propia dignidad. Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los corazones endurecidos de los que juzgan cómodamente a los demás, corazones dispuestos a condenarlos incluso a la lapidación, sin fijarse nunca en sus propios pecados y culpas. Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los fundamentalismos y en el terrorismo de los seguidores de cierta religión que profanan el nombre de Dios y lo utilizan para justificar su inaudita violencia.

Cardenal Mauro Piacenza

He podido comprender bien que cualquier impulso de reforma, en el sentido católico de la palabra, no puede sino partir de sacerdotes renovados continuamente en el espíritu, de sacerdotes que sean totalmente sacerdotes, conscientes de ser otros Cristos. Solo así, con el corazón según el Corazón de Cristo, se puede incendiar la sociedad con el fuego del amor. ¿Y de dónde se obtiene la chispa que hace a este fuego encenderse? De la Eucaristía: de la santa Misa y de la adoración de la Presencia Real de Jesús en el Santísimo Sacramento del altar. Allí, el sacerdote aprende que el cuerpo y la sangre derramados obligan entonces espiritualmente también al celebrante a darse a sí mismo, todo él mismo por la salvación de sus hermanos y hermanas.

Cardenal Iván Días

Algunos meses antes de que llegara a ser Papa Juan Pablo II (9 de noviembre de 1976), el cardenal Karol Wojtyla decía: «Nos encontramos hoy ante el más grande combate que la humanidad haya nunca visto. No creo que la comunidad cristiana lo haya comprendido totalmente. Estamos hoy ante la lucha final entre la Iglesia y la Anti-Iglesia, entre el Evangelio y el Anti-Evangelio». Una cosa es, no obstante cierta: la victoria final pertenece a Dios y ello se verificará gracias a María, la Mujer del Génesis y del Apocalipsis, que combatirá a la cabeza del ejército de sus hijos e hijas contra las fuerzas enemigas de Satanás y aplastará la cabeza de la serpiente.

Cardenal Carlo Caffarra

En la práctica, ¿qué debería hacer la Iglesia? -Sólo una cosa: comunicar el Evangelio del matrimonio. He dicho «comunicar» porque no se trata sólo de un acontecimiento lingüístico. La comunicación del Evangelio significa sanar al hombre y a la mujer de su incapacidad de amarse, e introducirles en el gran Misterio de Cristo y la Iglesia. Esta comunicación tiene lugar a través del Anuncio y de la catequesis. Y a través de los sacramentos. Ha habido personas que después de una catequesis sobre el sacramento del matrimonio se han acercado para decirme: «¿Por qué nadie me ha hablado de estas maravillosas realidades?» Los jóvenes deben ser, principalmente, el centro de nuestra preocupación.

Cardenal Velasio de Paolis

Una nueva crisis fue ciertamente la luterana, que separó de la comunión de la Iglesia católica una gran parte de Europa. Fue llamada reforma. En realidad se resolvió en una legitimación de la situación de corrupción, cuanto menos por una doctrina de la justificación insuficiente.