Padre Manuel Martínez Cano, m.C.R.
Cuando escribí el artículo “Ángela no ha muerto”, recordaba una cosa tan sencilla y evidente, para los que tenemos fe, que nacemos para no morir nunca. Nuestra alma es inmortal y nuestros cuerpos resucitaran.
En seis meses, han fallecido repentinamente cuatro amigos. El último, Miguel Vilaroig Martín que murió el pasado 9 de junio a los 43 años de edad. Los que le conocimos y fuimos amigos, tenemos la certeza moral de que goza de la eterna felicidad de los bienaventurados.
A los siete años, Miguel era Tarsicio. Devoción y amor a Jesús en el Eucaristía que fue en aumento. Fue adorador nocturno, catequista de Primera Comunión, portador del palio en procesión del Corpus Christi, instalador de la luz del Santísimo Sacramento.
Perteneció a la Juventud Parroquial (JUPA) del padre Amorós cuando sólo era un niño. Miembro de la Hermandad Paz y Caridad, participaba en los Encuentros de Jóvenes por el Reino de Cristo, peregrinación a la Cruz del Bartolo…
Miguel era un hombre de hogar, de familia. Santa Misa en familia, Mes de María, Mes del Sagrado Corazón, Santo Rosario, bendición de las comidas, retiros de matrimonios, construcción de belenes, diálogos íntimos con su mujer y sus hijos. Diecisiete años casado con María del Carmen López Rodríguez. Dios los ha bendecido con seis hijos y tres tristes abortos.
Los padres de Miguel y María del Carmen, vienen de la Tradición Religiosa de la España Católica. Ambos matrimonios con siete hijos. Miguel tiene dos hermanos sacerdotes religiosos, dos hermanas religiosas y tres hermanos casados. María del Carmen, una hermana monja, dos hermanas misioneras y tres hermanos casados.
El primer Campamento del Padre Alba que participó Miguel fue el año 1982. Siempre pacifico, alegre y bueno. Y desde 1997, ha sido instructor de los mayores de la Colonias del P. Alba. Este año su mujer y sus hijos han participado en Colonias con mucha ilusión y entusiasmo.
No pude asistir al entierro de su cuerpo en Castellón de la Plana. Pero lo tengo muy presente. Jóvenes y adultos, me han dicho que palparon la presencia de Dios en los funerales de Miguel. Y también que nunca se había visto un funeral tan multitudinario en la ciudad.
¡Bendito sea Dios! ¡Bendita su Santa Madre! ¡Bendito es el cielo que nos espera!