Marcelino Menéndez y Pelayo
Cultura Española, Madrid, 1941
- Estado Moral en el siglo XIV
Caracterizase el siglo XIV por una recrudescencia de barbarie, un como salto atrás en la carrera de la civilización. Las tinieblas palpables del siglo X, no infunden más horror, ni quizá tanto. Reinan doquiera la crueldad y la lujuria, la sórdida codicia y el anhelo de medros ilícitos; desbórdanse todos los apetitos de la carne; el criterio moral se apaga; la Iglesia gime cautiva en Aviñón, cuando no abofeteada en Anagni; crecen las herejías y los cismas; brotan los pseudo-profetas animados de mentido fervor apocalíptico; guerras feroces y sin plan ni resultado, ensangrientan la mitad de Europa; los Reyes esquilman a sus súbditos o se convierten en monederos falsos; los .campesinos se levantan contra los nobles, y síguense, de una y otra parte, espantosos degüellos y devastaciones de comarcas enteras. Para deshacerse de un enemigo, se recurre indistintamente a la fuerza o a la perfidia; el Monarca usurpa el oficio de verdugo; la justicia se confunde con la venganza; hordas de bandoleros o asesinos pagados deciden la suerte de los imperios; el adulterio se sienta en el solio; las Ordenes religiosas decaen o siguen tibiamente las huellas de sus fundadores; los grandes teólogos enmudecen, y el arte tiene por forma casi única la sátira. Al siglo de San Luis, de San Fernando, de Jaime el Conquistador y de Santo Tomás de Aquino, sucede el de Felipe el Hermoso, Nogaret, Pedro el Cruel, Carlos el Malo, Glocester y Juan Wiclef. En vez de la Divina Comedia, se escribe el Román de la Rose y llega a su apogeo el ciclo de Renart.
Buena parte tocó a España en tan lamentable estado. Olvidada casi la obra de la Reconquista después de los generosos esfuerzos de Alfonso XI (carácter entero, si poco loable); desgarrado el reino aragonés por las intestinas lides de la unión, que reprime con férrea mano Don Pedro el Ceremonioso, político grande y sin conciencia; asolada Castilla por fratricidas discordias, peores que las de los atridas o las de Tebas, empeoraron las costumbres, se amenguó el espíritu religioso y sufrió la cultura nacional no leve retroceso (1).
(1) Heterodoxos Tomo III, páginas 227y 228.