jesusRvdo. P. José María Alba Cereceda, S.I.
Meridiano Católico Nº 202, enero de 1996

Nos enseña S. Ignacio que en la misma cuna de Belén, veamos ya el proyecto final de la cruz. Nacer en Belén para, después de tantas persecuciones y trabajos, venir a morir en cruz por mi bien.

Ante el pesebre de Belén y ante el año de 1996 que vamos a iniciar, no puedo menos que pensar en todos vosotros para que no olvidéis al besar las pajas del Nacimiento, que vivimos en tiempos de persecución y que tenemos que abrazarnos con ella, para nuestro bien y bien de las almas.

No fue recibido por los suyos. Herodes le persiguió. Tuvo que huir casi recién nacido a Egipto. A su vuelta, el hijo de Herodes le obligó a refugiarse en Galilea y ser “nazareno” incomprendido desde niño.

Por el modo como se van desenvolviendo los acontecimientos y la vida de los hombres, podemos prever, sin que esto sea una ligereza que la persecución que hoy vivimos en el seno de la Iglesia y en el mundo se irá agravando más y más. Debemos, por nuestra parte, tener el alma preparada para arrastrar con fe la insistencia y el empeoramiento de la persecución.

Dios Nuestro Señor puede en sus planes divinos enviar pronto a su Iglesia una purificación misericordiosa de una especial intensidad que alcance a los que quieran seguir fieles.

Las grandes revoluciones contra la Iglesia, tendrán su ápice en el aparente y temporal triunfo de la Revolución anticristiana en todas las naciones y el triunfo de una aparente también nueva iglesia en la misma Iglesia. Llega el momento de la soledad de Jesucristo en la cruz, unido a unas pocas almas, el momento de la soledad de San Pablo cuando repite, “estoy enclavado con Cristo en la Cruz”; la soledad de los buenos vencidos por los tiranos, incomprendidos por la masa de los buenos acomodaticios. Pero ese momento es el momento de la victoria y del triunfo de la coronación en el cielo. Es la última bienaventuranza, cuando por Cristo se desprecia la propia vida para obtener con Él la eterna gloria.

En estos tiempos, y en todo tiempo de persecución, los hombres suelen pensar en los medios necesarios para vencer, para superar los males. De ahí nacen los desalientos y hasta el enfriarse de la fe.

Pero no. Dios quiere que cuando la persecución arrecia discurramos sobre nosotros mismos, ofreciéndonos como víctimas de amor y esforzándonos en cumplir con nuestro deber, abrazándonos con la cruz redentora. Todo lo demás pertenece a la divina Providencia. Por larga que sea la persecución, no nos amarguemos, no nos irritemos, no perdamos ánimo. La persecución es el tiempo propicio para nuestra santificación y por la cruz salvar a la Iglesia, y salvar las almas. Veremos un día derrumbarse la persecución y con ella muchas cosas que no debían permanecer. Pero sobre sus ruinas se agigantarán las virtudes, se dilatará la gloria del Señor y se salvaran por la cruz, innumerables almas. Ese será el gran triunfo del Corazón Inmaculado de María y su reinado social que brotará del interior de los espíritus.

“El reino de Dios está dentro de vosotros”.

Sea así feliz nuestra Navidad y Año 1996.