san-massimiliano-maria-kolbeObra Cultural

San Maximiliano María Kolbe, para quien «la santidad es sencillamente una aventura de amor», fue un franciscano polaco nacido en 1894. De carácter bravío y montaraz, nada podía domar su rebelde naturaleza. Pero un día su mamá le dice: -¿Qué vas a ser el día de mañana con esas travesuras? Y el niño, preocupado por estas palabras, va a la iglesia a preguntárselo a la Virgen. María se le aparece llevando en su mano dos coronas, una blanca y otra roja. La blanca significaba el regalo de la pureza; la roja, el del martirio. -¿Cuál de las dos escoges?, le pregunta la Virgen. -Las dos, responde el niño sin vacilar. Y la Virgen, sonriendo, desaparece. Desde ese día, todo cambió en el pequeño. Había en él esfuerzo permanente por corregir sus defectos, y a los dieciséis años pidió el ingreso en el Colegio Franciscano de Roma. En aquel ambiente mariano, el joven penetra el secreto de María Inmaculada. Estudia toda la influencia de María en el alma, y al ser ordenado sacerdote, sabe, que Ella es el camino más corto para ir a Jesús, el arma de combate para que El reme y el caminoo más apto para conquistar almas. Más tarde dirá que «se aprenden más cosas sobre la Virgen rezando y meditando, que leyendo; más postrado ante Ella, que en los libros más sabios».

Ha llegado la hora del combate. El P. Kolbe comienza fundando la MILICIA DE LA INMACULADA, integrada por siete miembros, dos de los cuales mueren pronto. Al principio, la única actividad de la Milicia consiste en rezar y distribuir la Medalla Milagrosa, comprada con metálico enviado por el General de la Orden Franciscana. EIP. Kolbe propone una auténtica consagración, y el programa de la Milicia señala cuatro medios de que ha de servirse el caballero de la Inmaculada: oración, sacrificio, ejemplo y trabajo personal.

La tuberculosis, que comenzó su obra durante los años de carrera, le lleva a un sanatorio en sus primeros años de sacerdote. La semilla germina en la oscuridad, fecundada por su oración y sacrificio. Destinado a Cracovia, funda allí el primer círculo de la Milicia, y como sus hermanos de religión no le dan importancia, acude a reclutar miembros seglares para la misma. El padre fascinaba al hablar de María; al poco tiempo eran ya tantos los socios; que se pensó en una hoja volandera que reemplazara a la palabra hablada. El P. Guardián la autorizó, pero sin darle un céntimo. Entonces interviene María, y la revista EL CA BALLERO DE LA INMACULADA marcha viento en popa. Al poco tiempo se trata de poner imprenta propia. Para ello se necesitan 100 dólares, que envía un franciscano de América. Se instálala maquinaria en el convento, pero los padres de edad no pueden tolerar el ruido.-El Padre Kolbe es destinado a un convento semidesauciado, en la ciudad de Grodno. Sufre la prueba sin queja, y en Grodno la revista alcanza 5.000 ejemplares, que se distribuyen gratuitamente.

Pronto el P. Kolbe tiene una idea genial: admitir a los seglares en el convento en calidad de hermanos, con tal de que acepten sus ideas marianas. Así nació la CIUDAD DE LA INMACULADA, que llegó a contar con 700 hermanos obreros. La revista llegaba ahora a un millón de ejemplares. Los hermanos se consagraban sin límites, al servicio de la Inmaculada, ya que, como el padre les decía, «para ser digno de trabajar por María, es preciso consagrarse a Ella». El P: Kolbe es un obrero más entre ellos. Consigue la maquinaria más moderna y sueña apoderarse de la tierra por María, para llevarla a Cristo. «No tengáis la menor confianza en vosotros mismos -dice a los hermanos-. Arrojaos en manos de María Inmaculada en vuestras tentaciones y pruebas, y triunfaréis. Os deseo que améis tanto a la Virgen María que, sin Ella y sin su amor, os juzguéis incapaces de vivir… Todo por Dios y la Inmaculada… Para nosotros, la pobreza, los alimentos sencillos, las miserables barracas, los vestidos remendados… Para ellos los talleres modernos, las mejores maquinarias, los productos de la técnica». Un día visitaba un prelado los talleres del P. Kolbe y, señalando con su dedo una potente rotativa, preguntó con suave ironía: -¿Qué haría San Francisco si viera estas costosas máquinas? -Se remangaría el hábito, monseñor, y se pondría a trabajar con nosotros, respondió el P. Kolbe.

El equipo abandonó Grodno para buscar un sitio más apto y fundar cerca de Varsovia la CIUDAD DE LA VIRGEN. Era en noviembre de 1927. En 1939 la revista llega a su apogeo y se edita para los niños EL PEQUEÑO CABALLERO DE LA VIRGEN, Y para el clero de todo el mundo MILES IMMACULATAE, en latín. Pero hacía falta más. La prensa polaca no, podía competir con los enemigos de la Iglesia. Era preciso un periódico moderno. Y salió, en 1935, EL PEOUEÑO DIARIO, con los colores de la Inmaculada, blanco y azul. EL PEOUEÑO DIARIO conquistó in-mediatamente el público polaco. Los enemigos decían a los obreros: –Bien se ve que no os cuesta la mano de obra. Pero ignoraban que el secreto del éxito consistía en que los Hermanos habían estado orando día y noche ante el Santísimo durante nueve días, y habían ayunado y hecho penitencia, mientras encomendaban a María el éxito de la empresa. Por otra Rarte, eran técnicos depuradísimos. El P. Kolbe se guía odiando las medianías. Así, el zumbido de las rotativas era un continuo Magnificat en nombre y honra de María, yla CIUDAD DE LA VIRGEN un barrio industrial con la técnica avanzada. En cada sala de talleres presidía una imagen de María. Al entrar, cada equipo se arrodilla, le ofrece su trabajo y ocupa su puesto en silencio. Las rotativas lanzan 20.000 ejemplares por hora, cosidos y dispuestos para salir al público.

Polonia era pequeña para el celo del P. Kolbe. Consolidada la CIUDAD DE LA VIRGEN, funda en el Japón, en 1936. Al mes de su llegada a Nagasaki, comunicaba por cable a Polonia: «Hoy, 24 de mayo, sale su primer número. Tenemos imprenta. ¡Viva la Inmaculada!» La revista pronto llegó a los 10.000 ejemplares. Pensó luego editarla en las lenguas india y árabe. Pero su gran sueño era editarla en ruso, idioma que había aprendido en el sanatorio. Uno de sus viajes a Japón lo hizo a través de Rusia, visitando Moscú. Hacia el fin de sus días dijo con tono profético: «Veréis un día la estatua de la Inmaculada en el centro de Moscú, en lo más alto del Kremlin. Pero antes de que esto suceda, hemos de pasar por una prueba de sangre».

Tres años antes de la guerra, el P. Kolbe es llamado a, Polonia para encargarse de la CIUDAD DE LA VIRGEN como Guardián. Se avecina la catástrofe nacional. El P. Kolbe, en un ambiente de odio, no se deja contaminar y mantiene su paz: -¡Ánimo, hijos míos, que la Virgen haga con nosotros lo que quiera! En 1941 un auto de la Gestapo se lleva al P. Kolbe, con varios otros, al fatal campo de Auschwitz, donde perecieron varios millones de polacos. Al padre le toca un jefe inhumano, a quien llaman «Krott el Sanguinario». Éste le obliga a transportar a paso de carrera grandes troncos de árboles, y cuando, no pudiendo más, cae en tierra, llueven palos sobre sus desnudas espaldas. A los compañeros, que tratan de ayudarle, les dice: -No os ex-pongáis. La Inmaculada me ayuda… yo aguantaré. Con Ella lo puedo todo.

El jefe del campo había amenazado a los prisioneros que por cada evadido condenaría a morir de hambre a veinte de ellos. A los pocos días se evadió uno y el terror se apoderó de todos. El barracón del hambre imponía hasta a los mismos verdugos. El jefe cumplió su amenaza. Mandó formar a los prisioneros y fue señalando uno a uno a los condenados a morir de hambre. -Esta vez nos contentaremos con diez; la próxima serán veinte. Un padre de familia estalla en sollozos mientras murmura: -¡Mi pobre mujer…, mis hijos! Es el sargento Gajowniczek. Los condenados, en fila, esperan la orden de avance hacia el barracón de la muerte. Y entonces el P. Kolbe se adelanta. -¡Alto!, grita Krott, empuñando su pistola. -¿Qué quiere este cochino polaco? -Quiero morir en lugar de uno de los condenados. -¿Por qué? -Porque yo soy viejo e inútil, y él tiene mujer e hijos. (El P. Kolbe contaba 47 años). -Pero, tú, ¿quién eres? -Soy un sacerdote católico. -Está bien, vete con ellos. El subjefe cambia el número y da la orden de marcha. Desfilan los condenados; el último, el P. Kolbe. Desde este momento no se les dará una migaja de pan ni una gota de agua. Pero, ¡cosa extraña! De ordinario en ese barracón todo son insultos y gritos de desesperación. En cambio, ahora, todo son cantos y plegarias. El encargado de retirar cada mañana los cadáveres encuentra al P. Kolbe de rodillas o en pie, alentando a los compañeros de infortunio con la esperanza cristiana. Van sucumbiendo uno tras otro hasta llegar la víspera de la Asunción. Quedan en el barracón cuatro supervivientes en estado preagónico. Sólo el P. Kolbe conserva sus facultades. Los esbirros llegan para poner una inyección mortal en aquellas venas de sangre generosa. Cuando al día siguiente, el día grande de la Virgen, llegó el prisionero encargado de limpiar el barracón de los condenados, encontró el cadáver del P. Kolbe sentado, con la cabeza ligeramente apoyada en la pared y los grandes ojos muy abiertos con una mirada llena de luz… Parecía contemplar las dos coronas prometidas por la Virgen un día de su infancia y conquistadas a pulso por su fiel servidor.

Así lo ha reconocido la Iglesia: beatificado solemnemente por el Beato Pablo VI, el día 17 de octubre de 1971; canonizado 10 de octubre de 1982, por San Juan Pablo II y su fiesta es el 14 de agosto. El P. Kolbe nos enseña a «luchar hasta morir por Ella». O sea, por la Virgen María. ¿Amamos a la Virgen?

«MARÍA ES LA ESTRELLA QUE GUÍA AL PUERTO DEL CIELO A LOS QUE NAVEGAMOS POR EL MAR DE ESTE MUNDO», dice San Bernardo. Pero alcanzarán el puerto los que rezan diariamente al levantarse y al acostarse las TRES AVEMARÍAS a la Virgen María.