canoP. Manuel Martínez Cano m.C.R.

A mi entender, no basta decir que “hay que votar en conciencia”. Eso es liberalismo. Y si me apuran, ideología de género. Porque la conciencia moral puede ser verdadera, errónea, dudosa, perpleja, delicada, laxa… la conciencia es la norma subjetiva de la moralidad de nuestros actos, pero no basta. Para que un acto humano sea moralmente bueno tiene que adecuarse a la norma positiva de la moralidad: La Ley Divina.

La Ley Divina es la que Dios ha dictado por sí mismo. Tres son las leyes divinas: la Ley eterna, la Ley natural y la Ley divino-positiva. La Ley eterna es la razón y voluntad de Dios que manda guardar y prohíbe alterar el orden establecido por Dios. Santo Tomás de Aquino enseña que la Ley eterna: “Es el plan de la divina sabiduría por el que dirige todas las acciones y movimientos de las criaturas en orden al bien común”. La Ley eterna es el fundamento de toda obligación moral “Todas las leyes civiles o políticas, en tanto serán leyes, en cuanto reflejen con fidelidad la Ley divina”.

Solo la conciencia verdadera, que es la que juzga los actos humanos en conformidad con la Ley moral, es la regla subjetiva de los actos humanos, porque solo ella capta el verdadero y auténtico valor de la Ley eterna, origen y fuente de toda moralidad.

Monseñor Reig Pla, obispo de Alcalá de Henares ha dicho que los grandes partidos políticos de España son “estructuras de pecado”. Ningún católico puede colaborar en una estructura de pecado. Más aun, tenemos la obligación grave de huir de toda ocasión de pecado. Y el liberalismo es pecado. La democracia moderna es pecado.

El fundamento de un gobierno o un Estado no tiene por qué ser una democracia, inventada por hombres malvados, que se han enfrentado a Dios. El fundamento de todo es la Ley de Dios.

… No se edificará la ciudad de un modo distinto a como Dios la ha edificado;… no, la civilización no está por inventar, ni la nueva ciudad por construir en las nubes. Ha existido, existe: es la civilización cristiana, es la ciudad católica. No se trata más que de instaurarla y restaurarla, sin cesar, sobre sus fundamentos naturales y divinos, contra los ataques siempre nuevos de la utopía malsana de la revolución y de la impiedad: «omnia instaurare in Christo. [San Pío X, Carta sobre Le Sillon «Notre charge apostolique» (I, 11)].

… El aspecto más siniestramente típico de la época moderna consiste en la absurda tentativa de querer reconstruir un orden temporal sólido y fecundo prescindiendo de Dios, único fundamento en que puede sostenerse…, sin embargo, la experiencia cotidiana, en medio de los desengaños más amargos y aun a veces entre formas sangrientas, sigue atestiguando lo que afirma el Libro inspirado: “Si el Señor no construye la casa, en vano se afanan los que la edifican” [San Juan XXIII , Encíclica Mater et Magistra (217; 15-V-61)].

Es necesario que los católicos españoles sepáis recobrar el vigor pleno del espíritu, la valentía de una fe vivida, la lucidez evangélica iluminada por el amor profundo al hombre hermano. (San Juan Pablo II)

El santo ha dicho a todo el mundo: “la evangelización y civilización de América es una obra sin par en la Historia”. Esa es nuestra misión, la de los españoles, y de todos los bautizados: Evangelizar el mundo entero.