Una Epopeya misionera

Padre Juan Terradas Soler C. P. C. R

Reinado Social de Nuestro Señor Jesucristo

La Hispanidad, firme y prometedora realidad (16)

Vocación misionera de la Hispanidad (1)

“Cuando acá reviva el catolicismo, volverán a cuajar a su derredor todas las virtudes de la raza… y los “mil cachorros sueltos del león español”, las “ínclitas razas ubérrimas” sangre de España fecunda”, sentirán el hervor de la juventud remozada que los empuje a las conquistas que el porvenir tiene reservadas a la raza hispana”.

(Cardenal Gomá, 12-X-1934).

Cuando se realice la Hispanidad consciente, cuando se logre establecer esa esperada unión de los pueblos hispánicos—cohesión moral, unidad de criterios, solidaridad de mutuo apoyo; comunicación de cultura católica—, ¿cuál será su misión dentro de la comunidad universal? ¿Se establecerá acaso una Liga egoísta, que pretenda reservar para sí el disfrute de los bienes y la posesión de la verdad, o que abuse de su fuerza política o económica para turbar a otros pueblos y a otras naciones? Nada más lejos de la realidad. Ni de la tradición histórica de los pueblos hispánicos, ni en los ideales de los nuevos caballeros de la Hispanidad —comenzando por su abanderado, Ramiro de Maeztu— aparece ninguno de tales despotismos. Oigamos de nuevo al nicaragüense Quadra, uno de los paladines de la rehispanización de América, explicar el papel de la Hispanidad, una vez engranada en la armonía universal.

“Imperio, para la Hispanidad, ni significó ni significará imperialismo. Por derrumbarse hacia rutas imperialistas perdió su razón y su ser nuestro antiguo Imperio Católico y universalista en tiempo de la monarquía libero-masónica. ¡Esto ya lo sabe la tradición! ¡No estamos pidiendo turno al mundo para caer insaciables sobre los que ayer vencían!… Quede eso para los imperialismos nacidos de la piratería, no para los Imperios que descubren mundos para extender la Cristiandad”.

“Imperio será el despertar de veinte pueblos, que al encontrar la unidad perdida de su espíritu, querrán protegerla en la unidad de intereses recíprocos e iguales, y en el poder y la fuerza que esa sola unidad tiene que significar.

Imperio, es decir, unidad soberana de soberanías para imperar: porque la unión hace la fuerza. Y necesitamos fuerza para garantizar, con el auxilio mutuo, nuestro mutuo destino en lo universal.

¿Es que acaso problemas y soluciones, espíritu y cultura, lengua y sentimientos, religión y anhelos—comunes y constantes—no marcan ya, con mojones precisos, el camino de la unidad imperial?”

“Victoria, conquista del mundo en sus destinos. Señorío de principios. Imposición del respeto a lo que significamos. Amanecer de una nueva edad ceñida al Espíritu. Fuerza para poder dictar al universo las normas cristianas de conducta internacional, como hasta ahora se las han dictado, para su fracaso, las internacionales masónicas, judías y soviéticas”.