Una Epopeya misionera
Padre Juan Terradas Soler C. P. C. R
La Hispanidad, firme y prometedora realidad (40)
“El Pilar de una dilatada y gloriosa estirpe” (6)
Es verdad que la doctrina de Pío XII en este particular no es nueva. Sus ideas sobre la conquista y colonización de América siguen el curso de una corriente de revalorización iniciada ya hace algunos decenios. Y a nadie se le oculta que el mundo va abriendo los ojos ante la realidad de la obra española, y que se levantan voces en todas partes que reconocen lealmente la obra de España y Portugal católicos. Así el Padre Petters, misionero holandés de Oceanía, confesaba ya en 1931 haberse “convertido” al palpar con su mano los resultados de la misión de Filipinas. Esté ilustre sacerdote, admirado de la profunda obra apostólica realizada por los españoles en países tan alejados como Filipinas, y en medio de las dificultades de aquella época, ha dejado escrito:
“Españoles y portugueses han sido los grandes propagandistas de la fe y de la cultura cristiana en todas las partes de la tierra, y hubieran acabado por conquistar para Jesucristo, no solamente el Nuevo Mundo, sino Asia, África y Australia, si los enemigos de Roma y España, los protestantes holandeses e ingleses, no hubiesen sembrado la cizaña en los campos del Padre de Familia. Hubo Un tiempo en que el sol no se ponía en los dominios españoles, ni el sol del firmamento, ni el sol de la fe cristiana”.
Pero el florilegio de Pío XII echa la contera al largo proceso de rehabilitación. Sus ideas serán en adelante el arsenal donde todo católico de buena voluntad, deseoso de conocer la verdad de la conquista y colonización de América, encontrará el material variado y selecto para formarse, en primer lugar, él mismo; un criterio sólido y equitativo, y para combatir definitivamente después, a su alrededor, las calumnias de Ja Leyenda Negra.
En lo futuro gracias en buena parte al Papa de la Hispanidad, españoles y portugueses, instrumentos de la Divina Providencia para alumbrar la gran epopeya, no sólo dejarán de ser considerados “los más indignos de llevar el nombre de cristianos”, como afirma la Leyenda Negra, sino que podrán levantar sus frentes serenas ante el mundo católico, y tributar reconocida alabanza a la Iglesia Católica, fecunda madre de hazañas, que alentó y dio espíritu a sus antepasados para ejecutar la que ahora celebramos.