D. José Guerra Campos El octavo día Editorial Nacional, Torrelara, Madrid, 1973
Pero, al mismo tiempo, el Concilio afirma que las religiones, sin excluir las formas primitivas, tienen su valor. La razón es que las religiones tratan de responder a interrogantes profundos (3), y de expresar necesidades de la vida humana que, por su misma naturaleza, están y estarán siempre fuera del alcance de nuestro dominio científico o técnico:
«Los hombres -dice el Concilio- esperan de las diversas religiones respuesta a los enigmas recónditos de la condición humana, que hoy como ayer conmueven íntimamente su corazón: ¿Qué es el hombre? ¿Cuál es el origen y el fin de nuestra vida? ¿Qué es el bien y qué el pecado? ¿Cuál es el origen y el fin del dolor? ¿Cuál es el camino para conseguir la verdadera felicidad? ¿Qué es la muerte, el juicio, y cuál la retribución después de la muerte? ¿Cuál es, finalmente, aquel último e inefable misterio que envuelve nuestra existencia, del cual procedemos y hacia el cual nos dirigimos?» (4).
El valor de las religiones está en que, por lo menos, reflejan estos anhelos íntimos (5), las necesidades profundas, las muy variadas formas en que se ha ido expresando la búsqueda de los hombres, nos ilustran sobre el ser íntimo del hombre, con su proyección hacia Dios, y aunque no acierten a establecer comunicación con Él, aunque no pasen de buscar por tanteos, a veces imperfectísimos, esto es por sí mismo respetable y positivo; sin duda, mucho más que el desentenderse de la búsqueda.
NOTAS:
(3) Ver GS., 10.
(4) Declaración Nostra aetate, sobre las relaciones de la Iglesia con las religiones no cristianas: Nae., 1.
(5) Las religiones «se esfuerzan por responder… a la inquietud del corazón humano, proponiendo caminos, es decir, doctrinas, normas de vida y ritos sagrados» (Nae., 2).
* El culto a la moda es satánico. A todas las modas.
* Dios es belleza infinita. Lo más bello que Dios ha creado es la mujer. Ama más que el hombre.
* Jesús le dice a Nicodemo: si no creéis cuando os hablo de la tierra; cómo creeréis cuando os hable del Cielo.
* «La Verdad es Jesucristo. ¡Amad la Verdad! ¡Vivid en la Verdad! ¡llevad la Verdad al mundo!» (San Juan Pablo II).
* Todas las almas son iguales. No hay almas masculinas y femeninas. Reconozcamos que el alma de la mujer es más bella que la del hombre.
* «Benedito XVI reitera que el tercer secreto de Fátima está enteramente publicado. El Papa emérito desmiente personalmente afirmaciones de que haya algo aún por publicarse» (Zenit).
* «No saldremos ni obedeceremos la orden del rey profanando el sábado… ¡Muramos todos con la conciencia limpia! El Cielo y la tierra son testigos de que nos matáis injustamente» (Mac 2, 37).
Salve, custodio del Redentor y esposo de la Virgen María. A ti Dios confió a su Hijo, en ti María depositó su confianza, contigo Cristo se forjó como hombre. Oh, bienaventurado José, muéstrate padre también a nosotros y guíanos en el camino de la vida. Concédenos gracia, misericordia y valentía, y defiéndenos de todo mal. Amén.
Y en un discurso posterior, Juan XXIII volvía a posar su mirada en la epopeya misionera y en la Hispanidad, declarando que la fe es “la más preciada de las herencias legadas en los pasados siglos” a América, y que los pueblos hispanoamericanos, a quienes “Unen tantos vínculos fraternales”, quieren “servir a la gran causa de la paz en el mundo”.
“¡El Perú! Este solo nombre evoca la visión de un pueblo portador de una antigua y noble civilización; de un pueblo que, con un generoso impulso, afronta hoy los problemas que le plantea la vida moderna, y se muestra solícito por la seguridad y progreso, no sólo para sí mismo, sino para todo el continente sudamericano; de un pueblo, en fin, que de común acuerdo con los países con quienes le unen tantos vínculos fraternales, quiere servir a la gran causa de la paz en el mundo”.
“En primer lugar, Nos deseamos de todo corazón a vuestra querida patria que sepa guardar siempre intacta y que haga fructificar más cada día la más preciosa de las herencias, que le fue legada en los pasados siglos, la fe cristiana. Pues esta fe es la base de todo progreso real y de todo bienestar digno de este nombre, así como el fundamento de la paz y de la concordia nacional e internacional. Esta fe—que ha dado al Perú precisamente sus primicias de santidaden el continente americano—deseamos que penetre cada vez más profundamente en las conciencias y en las costumbres, en la vida de los individuos, de las familias y de toda la sociedad”.
(Juan XXIII, discurso a D. Manuel Prado, presidente del Perú, 22-II-1960.)
En otra ocasión, Juan XXIII expresaba de nuevo su confianza en el porvenir del continente hispano:
“El futuro de la Iglesia en los extensos territorios latinoamericanos se revela rico de inefables promesas y una firme convicción Nos dice que el espíritu y la vida católica en los países de América Latina tienen en sí energías suficientes para proporcionar las más hermosas esperanzas para el futuro. Los tesoros de bienes espirituales, derramados con tanta abundancia en el pasado y los que en el futuro se sembrarán a manos llenas, harán sin duda germinar excelentes frutos de santidad y de gracia, muy gratos para la Iglesia de Dios”.
(Discurso a los Superiores Generales Religiosos, sobre la necesidad de operarios apostólicos en Iberoamérica, 25-III-1960.)
Y Juan XXIII continúa derramando luz clarísima sobre la colonización hispánica.
“Cultivad vuestra fe, aquella fe que os trajeron heroicos misioneros de la católica España, y mantenedla siempre viva con una adecuada instrucción religiosa. Supla en este campo a la escasez de obreros evangélicos el uso inteligente de los medios de difusión de la verdad, a fin de que los embates insidiosos del “inimicus homo” hallen la puerta cerrada a la siembra de ideas que pudieran escindir la unidad de vuestra herencia católica”.
(JUAN XXIII, II radiomensaje a Costa Rica, 29-V-1960).
Pocos días después de este radiomensaje escribía todavía el Pontífice reinante:
“Amamos a España, cuya pureza de costumbres, lo mismo que sus bellezas y tesoros de arte, hemos podido admirar en los gratos viajes con que hemos recorrido sus tierras. Por eso Nos alegramos de que la España que llevó la fe a tantas naciones quiera hoy seguir trabajando para que el Evangelio ilumine los derroteros que marcan el rumbo actual de la vida, y para que el solar hispánico, que se ufana justamente de ser cuna de civilización cristiana y faro de expansión misionera, continúe y aun supere tales glorias, siendo fiel a las exigencias de la hora presente en la difusión y realización del mensaje social del cristianismo, sin cuyos principios y doctrina fácilmente se resquebraja el edificio de la convivencia humana.»
(JUAN XXIII, mensaje al Cardenal Cayetano Cicognani, representante pontificio en la consagración de la Basílica de la Santa Cruz del Valle de los Caídos, 6-VI-1960.)