Recapitulada por el P. Cano

– VOTO A SANTIAGO

A mediados del siglo IX se había generalizado la devoción a las reliquias de Santiago; de toda Europa venían peregrinos a venerar la tumba del apóstol en Compostela. Alfonso II y Alfonso III construyeron iglesias sobre el lugar del sepulcro; Diego Peláez, arzobispo de Santiago, inició la construcción de la catedral actual el año 1077.

El año 842 Ramiro I, en agradecimiento a Santiago, por la ayuda recibida del Apóstol en la batalla de Clavijo, hizo voto de entregar cada año una cantidad de trigo y vino. Parece ser que el documento en que consta el voto no es auténtico. Sin embargo, desde tiempo inmemorial, los reyes españoles establecieron la costumbre y adquirieron la obligación de hacer la ofrenda nacional al Apóstol Santiago cada año.

– LOS MOZÁRABES

A los cristianos que permanecieron fieles a su fe bajo el dominio musulmán se les llamaba mozárabes; a los descendientes de matrimonios mixtos (musulmán y cristiana) y a los cristianos renegados se les denominaba muladíes.

En los primeros años de la invasión, los mozárabes practicaban libremente su religión y tenían una justicia. y administración propias; pagaban a los musulmanes ciertos tributos. Conservaron un buen número de iglesias, cuyo culto siguió practicándose con esplendor. Abderramán I (756-788) intentó acabar con los mozárabes, porque le impedían su plan de unificación, pero, por diversas razones, prefirió contemporizar con ellos.

La situación cambió con Abderramán II (822-852). Mandó destruir algunas iglesias y maltrató de mil maneras a los cristianos; sobre todo al clero.

La reacción de los mozárabes fue de gran fervor y entusiasmo. Muchos cristianos se enfrentaron verbalmente a los mahometanos, de lo que se siguieron innumerables mártires. Los primeros mártires fueron Adolfo y Juan, martirizados el año 824.

El año que inicia la era de los mártires mozárabes fue el 850. San Eulogio, testigo de los hechos, escribió una emocionante y fidedigna historia. El primero que derramó su sangre por Cristo fue el presbítero Perfecto, siguieron el mercader Juan, el monje Isaac y una gran muchedumbre, que, espontáneamente, provocaba a los jueces mahometanos.

El sucesor de Abderramán II, Mohamed I, intensificó la persecución en el año 853, derramando muchísima sangre martirial. Son dignos de especial mención los mártires Anastasio, Félix y Digna; las vírgenes Columba, Pomposa y Aurea; los presbíteros Amador y Elías; los monjes Pedro, Luis, Pablo e Isidoro, y el anciano Witesino. San Eulogio alcanzó la palma del martirio el año 859. Durante el reinado de Abderramán III (912-961) sufrieron el martirio Santa Argéntea, San Vulfura y el niño San Pelayo.

– DOS GRANDES PERIODOS DE LA EDAD MEDIA

Las circunstancias de la Iglesia, al iniciarse la Edad Media, eran completamente distintas a las de la Edad Antigua. Las iglesias orientales empezaron una lucha, cada vez más enconada, con el Occidente; enfrentamiento que terminó con el cisma de oriente.

En Occidente se produjeron cambios radicales: El Islam arrebata a la Iglesia regiones enteras en África, Italia y España. Por otra parte, los nuevos pueblos germanos, los eslavos y otros muchos se fueron convirtiendo y abrieron nuevos horizontes a la actividad misionera de la Iglesia. Evangelización que culmina en un nuevo Imperio, profundamente cristiano, en el que el Pontificado adquiere cada vez más prestigio. El Papa se convierte en verdadero director en el orden religioso e indirectamente en el orden político, de todas las naciones cristianas.

Dos grandes períodos marcan la Edad Media. El primero abarca desde el año 681 al 1073 y el segundo del año 1073 al 1303.

– EL PATRIMONIO DE SAN PEDRO

Uno de los elementos que más contribuyó a fundamentar el prestigio de los Romanos Pontífices fue el establecimiento de su poder temporal; poder que elevó al Papa al nivel de los demás príncipes seculares, que le sirvió para aumentar su influjo moral y material sobre todas las naciones cristianas.

Desde muy antiguo los Papas poseían territorios en Roma, Italia y en regiones muy lejanas de la capital del Imperio fruto de donativos al Sumo Pontífice de príncipes y personas particulares. A estos territorios se los denominaba Patrimonium Sancti Petri que hacían a los Papas en señores feudales, como tantos otros de aquellos tiempos.

Durante un siglo los Papas tuvieron que defender sus territorios contra los lombardos y los bizantinos. Por fin se consiguió la formación del Ducatus Romanus, con verdadera independencia.

Se considera a San Gregorio Magno como el fundador de los Estados pontificios. Los territorios de los Estados pontificios comprendían la mayor parte del Exacardo y la Pentápolis (Rímini, Pésaro, Fano, Sinigaglia, Ancona), a los que se añadieron más tarde otras donaciones.