JEAN DUMONT, Historiador francés
ISABEL LA CATÓLICA, LA GRAN CRISTIANA OLVIDADA
LA PERSECUCIÓN RELIGIOSA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA, ¿PATINAZO O PLAN ORGANIZADO? (XI)
La bomba de efecto retardado
Ahora bien, el anticatolicismo fundamental de la Revolución es precisamente, y por desgracia, “imperecedero”, en este mismo texto, más que en todo el resto, y ahora por los siglos. Los verdaderos oídos finos oyen en este texto no un “sonido cristialino” pero sí el tic-tac de una “bomba con efecto retardado”, como lo ha dicho en 1991, en el Colloque de Cracovia, Philippe Bénéton, profesor de la universidad de Remes. Pues, ha añadido: “Partir del individuo y de sus derechos es abrir la vía a una dinámica, la de la soberanía del individuo, donde se rompe toda ligadura con la moral natural”. “La idea de la soberanía del individuo (la bomba de efecto retardado) ha producido que hoy esté mal defender la idea del bien”. “Los hombres son todos semejantes, pero no tienen ya nada en común más que esta igualitaria libertad degradada en libertad de actuar según su capricho”. En definitiva, una libertad degradada a una “incitación a vivir mal” que “dispensa a los hombres de lo esencial”. Otro ponente del mismo coloquio, Henri Hude, profesor del colegio Mayor Estanislao, en París, subrayaba igualmente la decisiva subversión anticatólica que traen consigo los Derechos del hombre revolucionario. “El ataque del dogmatismo (que ellos presuponen) no es más que un modo hábil e indirecto de atacar el cristianismo, e incluso toda idea de Revelación”. Desde entonces, “para el hombre moderno, la libertad del espíritu se opone a la verdad”. Lo que Philippe Bénéton había constatado del siguiente modo: “El lenguaje contemporáneo de los derechos del hombre borra las diferencias —entre los sexos, las edades, los dones, los méritos— y rechaza toda autoridad moral y toda jerarquía en los modos de vivir”, En definitiva, rechaza toda verdad revelada.
También en el mismo coloquio, Erik Von Kuhnelt-Leddihn, gran historiador austriaco, concluía con este juicio desesperado: “¿Puede la Iglesia católica (y sobre todo la fe católica) sobrevivir y florecer en una civilización liberal y democrática? De un modo provocador podríamos responder ¡no!, Ya que el padre de la Revolución francesa no es solamente Rousseau, es también el marqués de Sade” Esta visión aguda la vuelve a encontrar, dos años más tarde, el sacerdote psicoanalista Tony Anatrella, casi desesperado él también (entrevista a Familia cristiana, el 29 de abril de 1993).