meridianoRvdo. P. José María Alba Cereceda, S.I.
Meridiano Católico Nº 200, noviembre de 1995

El llegar al número doscientos de Meridiano Católico es una llamada a nuestro corazón para entonar un himno de gratitud a Dios Nuestro Señor.

La afectuosa consideración de tanto beneficio recibido, que queda reflejado en sus humildes páginas es un recuerdo dulcísimo de la misericordia del Señor, con esta familia de almas que tienen en Meridiano Católico un lazo más de unión y un recuerdo mensual de la fidelidad a nuestra vocación de un mundo para Cristo y de una España para Cristo.

¿Qué podemos ver lanzando atrás la vista de los doscientos números?

En primer lugar la misericordia de Dios en su misma existencia. El que las firmas de unos y otros hayan colaborado con continuidad durante tantos años, en una misma línea de avance, sin desmayar en los ideales, es un beneficio muy grande. Que haya llegado a tantas manos, de la Asociación, de otras personas ajenas a ella, pero que comulgan con el mismo ideal, y que gracias a su contenido se hayan enriquecido con mayores conocimientos de lo que es servir a la Iglesia y a la patria católica.

En sus páginas quedan reflejadas las actividades de nuestra Asociación, las obras buenas llevadas a cabo para la gloria de Dios, los bautizos de nuestros hijos, las vocaciones surgidas para la vida contemplativa y la activa, las peregrinaciones, los retiros, las bodas que establecen nuevos matrimonios, toda la vida interior y de movimiento externo,… Cada uno de esos puntos es un tema de agradecimiento a la providencia misericordiosa de Dios Nuestro Señor.

En Meridiano Católico encontramos en medio de una sencillez encantadora el recuerdo de las verdades alentadoras que nos hacen perseverar en el servicio a Dios, tal como Él  quiere ser servido. Encontramos el recuerdo de los preceptos y las voluntades divinas, las obligaciones de nuestra promesa, que nos atan a la verdadera libertad de los hijos de Dios.

Meridiano Católico ilustra mi memoria poniéndome ante los ojos la suma incontable de beneficios; fortalece mi débil entendimiento con el alimento seguro de la sólida doctrina y las enseñanzas de la historia patria y de las verdades reveladas; ayuda a mi voluntad manifestándome los ejemplos de hermanos, de cristianos de hoy y de ayer, de mártires y de santos, que me dicen diáfanamente con sus hechos, que lo que ellos pudieron en el servicio de Dios, también lo podré realizar yo.

Meridiano Católico, sin la apariencia de las grandes obras, de las famosas publicaciones, habla al corazón con el afecto de las cosas verdaderas, de las comunicaciones fraternas, de manera que es una voz familiar que nos reúne a todos entorno a la mesa de la misma Asociación que ha dado sentido a nuestras vidas.

Dios Nuestro Señor, como nos enseña S. Ignacio, desea dárseme en cuanto puede, y ya en la tierra se me entrega al máximo en la obra suprema de su amor que es la Eucaristía, como prenda de la entrega suprema de la gloria. Guardando la distancia inconmensurable de esta consideración, muchas veces he visto a través de Meridiano Católico, como el Señor se comunicaba a mi alma y a toda la Asociación y me hacía contemplar la hermosura de vuestros corazones llenos de caridad para con Dios y con el prójimo, en la unidad de la misma fe, y en la esperanza de la misma victoria.

Pido al Señor que bendiga abundantísimamente a todos los que idearon, compusieron y componen actualmente Meridiano Católico, escriben en él y lo difunden.