Padre Jesús González-Quevedo, S.I.
Salamanca, 1971
3) Método de lucha: …Acción revolucionaria… que tiende a debilitar la estructura opresora, a base de acciones de todo tipo, mejor si son masivas, aunque sean ilegales, con tal que hagan impacto en la opinión pública…».
He copiado a la letra, aunque corrigiendo las faltas de ortografía…
Ante estas enormidades, uno se pregunta: ¿Los Superiores de estos Consiliarios Nacionales se han enterado de estas conclusiones o no se han enterado? Si no se han enterrado, malo. Y si se han enterado, peor: Después de tanto tiempo, ¿qué se ha hecho a estos señores? ¿Cómo se los sostiene encargos directivos nacionales? ¿No sería mejor suprimir esas Vanguardias que dar a sus miembros tal veneno? ¿No pide la justicia que se castigue al delincuente, y no avisa S. Agustín: Non autem regit qui non corrigit? No rige quien no corrige (17). Con estos antecedentes, no es de extrañar que, según voz pública en Madrid, en una casa religiosa muy dada a lo social, estuvieran rompiendo papeles hasta las 2 ó 3 de la madrugada, a raíz de la declaración del estado de excepción en España. Tampoco es de extrañar que, según parece, esta noticia, la divulgasen los propios interesados. Es un tanto que no podían dejar de apuntarse ante la subversión y la demagogia.
- c) Con respecto a la tradición y constante esfuerzo por el progreso. Las familias de solera, las grandes instituciones y grandes imperios, y el mayor y mejor de todos, el Imperio Espiritual, que es la Iglesia, deben su estabilidad y su potencia a la tradición, en gran parte. A través de años y de siglos; han ido conservando los firmes cimientos y sabios principios de sus fundadores, y los han ido ampliando con las aportaciones y desarrollos de sus continuadores más eminentes. Así han crecido poco a poco como los seres vivos, y superando sus dificultades o enfermedades, sufriendo sus amputaciones y recibiendo sus injertos, se han ido fortaleciendo expansionando y perfeccionando. Los nuevos ricos y los pueblos nuevos van tras la última novedad que les llega, para dejarla en cuanto llega otra. Nunca hacen cosa de provecho. No hacen más que tejer y destejer como Penélope. Y a veces dan oro y piedras preciosas a cambio de abalorios y cascabeles. Por lo brillante dejan lo sólido y eficiente.
La Iglesia Española, en estos últimos 50 años, anteriores al Concilio en sus Diócesis y en sus Institutos religiosos, acababa de hacer un esfuerzo extraordinario con la fundación y ampliación de seminarios, noviciados, escolasticados, colegios, residencias, iglesias, obras de asistencia social y caridad, revistas y publicaciones de toda clase, hasta el punto de que hemos vuelto a tener ciencia eclesiástica española en todas sus ramas, habiendo partido casi de cero. El desarrollo y perfección de este prometedor esfuerzo, pedía continuidad y duró trabajó… En su lugar han venido las reformas «atropelladamente y con ese loco y estéril furor de novedades, que en España suele asaltarnos», pues «nunca hemos entendido el insistere vestigiis y el reformar ha sido siempre para nosotros sinónimo de «demoler» como escribió Menéndez Pelayo de nuestras reformas del siglo XVII (18).
Comentando este, cuadro desolador, decía con su acostumbrada mansedumbre .el eminente canonista, P. Fernández Regatillo: «No lo entiendo, no lo entiendo. Todo está deshecho: deshechos los noviciados, deshechos los juniorados, deshechos los escolasticados. Tal institución, deshecha; tal otra, también deshecha. No lo entiendo, no lo entiendo». A quien contempla tanta destrucción, le vienen ganas de gritar a los responsables: Por Dios, más despacio. No tanta prisa en destruir, que después cuando llegue la cordura, si llega, nos va a costar mucho levantar tanta ruina. Si Nuestro: Señor Jesucristo criticó al que coepit aedificare et nonpbtuit Consummare (Lc. 14) 30), ¿qué diría del que coepit destruere?
(17) In Ps. 44, 17; PL 36, 504. En el mismo sentido escribe: «Mercenario es el que ve venir al lobo y huye…, no se atreve a reprender libremente al que peca (1 Tim. 5, 20). He aquí que pecó no sé quién, pecó gravemente; habría que increparle, habría que excomulgarle; pero el excomulgado se hará enemigo, acechará, dañará, si puede. Entonces el que busca sus cosas no las de Jesucristo… calla, no corrige… ¡Oh mercenario que viste venir al lobo y huiste. Responderá quizá: aquí estoy, no he huido! Has huido, porque has callado; y has callado, porque has temido» (In Joan. tr. 46, 8; PL 35, 1732. Edic. BAC, p. 171). Un trabajo sobre el comentario de los Padres a este pasaje de san Juan y al correspondiente de Ezequiel, cap. 34, haría temblar a los mercenarios de hoy; Isaías los llamó «perros mudos» (56, 10).
- Historia de los Heterodoxos Españoles, lib. 6, cap. 2º VI. Ed. BAC II, 528 y 530.