iglesiaPapa Francisco

La Biblia es la gran historia que narra las maravillas de la misericordia de Dios. Cada una de sus páginas está impregnada del amor del Padre que desde la creación ha querido imprimir en el universo los signos de su amor. El Espíritu Santo, a través de las palabras de los profetas y de los escritos sapienciales, ha modelado la historia de Israel con el reconocimiento de la ternura y de la cercanía de Dios, a pesar de la infidelidad del pueblo. La vida de Jesús y su predicación marcan de manera decisiva la historia de la comunidad cristiana, que entiende la propia misión como respuesta al mandato de Cristo de ser instrumento permanente de su misericordia y de su perdón (cf. Jn 20, 23). Por medio de la Sagrada Escritura, que se mantiene viva gracias a la fe de la Iglesia, el Señor continúa hablando a su Esposa y le indica los caminos a seguir, para que el Evangelio de la salvación llegue a todos.

Cardenal Antonio Cañizares

Ya comenzamos a experimentar esos frutos: la conciencia generalizada de que hay que cambiar, que así no podemos seguir so pena de ir a la ruina y a la destrucción en la sociedad y España.

Es necesario servir al bien común, más allá del interés general, expresión a la que nos tienen acostumbrados algunas voces del ámbito público: no es lo mismo bien común, que interés general: el bien común es más exigente y tiene más en cuenta el bien de cada una de las personas en cuanto personas.

No hagamos más víctimas ni condenemos fuera de tribunales legítimos y justos, ni sentemos a nadie en el banquillo y así sembrar paz, diálogo, concordia, esperanza y justicia.

Cardenal José Saraiva Martins

A las once confirmaron la sentencia de muerte a José Sánchez del Rio y llegó la hora suprema. Le desollaron los pies con un cuchillo y le hicieron caminar a golpes hasta el cementerio. Dios le dio fortaleza para caminar, gritando vivas a Cristo Rey y a Santa María de Guadalupe. Ya en el panteón, preguntó cuál era su sepultura, y con un rasgo admirable de heroísmo, se puso de pie al borde de la propia fosa, para evitar a los verdugos el trabajo de transportar su cuerpo. Acto seguido, los esbirros se abalanzaron sobre él y comenzaron a apuñalarlo. A cada puñalada gritaba de nuevo: “¡Viva Cristo Rey! ¡Viva la Virgen de Guadalupe!”. En medio del tormento, el capitán jefe de la escolta le preguntó, no por compasión, sino por crueldad, qué les mandaba decir a sus padres, a lo que respondió José: “Que nos veremos en el Cielo. ¡Viva Cristo Rey! ¡Viva la Virgen de Guadalupe!”. Mientras salían de su boca estas exclamaciones, el capitán le disparó en la cabeza y el muchacho cayó dentro de la tumba, bañado en sangre.

Arzobispo Jean Abdou Arbach

Antes de 2014, hubo una gran ocupación de mis pueblos, de mis parroquias… tras esta fecha, gracias a Dios, muchos pueblos han sido liberados y pueden ejercer sus actividades cristianas. Hemos de agradecer el gran apoyo de Ayuda a la Iglesia Necesitada, junto a otras organizaciones de Iglesia, para restaurar y construir lo que la guerra ha destruido. Si tenemos templos, tenemos comunidades. Si no hay templos, la comunidad se dispersa. Por eso, mi preocupación, al principio, era reconstruir nuestros templos para que la gente acuda. Otra gran preocupación ha sido trabajar con niños y jóvenes, creando centros de catequesis.

Arzobispo Jesús Sanz Montes

La historia cristiana de España relata una historia paradójica también en la carne de sus mártires: la bienaventuranza de la vida que sobrevivió para siempre jamás a la muerte maldita en aquellos mártires cristianos (matados por el odio a la fe) que entre los años 1934 a 1939 fueron víctimas de una terrible confusión, una persecución enloquecida, una represión que en nombre de la libertad se trocó en liberticida. Cuando la Iglesia los beatifica no relata el escarnio de mofa y befa que sufrieron antes de morir, ni se quiere reconstruir aquel terrible escenario, ni siquiera se pronuncia el nombre de los verdugos, sus enseñas y sus siglas.

Nuestro recuerdo no nace del resentimiento ni pretende reescribir la historia con injusto ajuste de cuentas. No esgrime la provocación sino que busca el reconocimiento de la gratitud y la reconciliación que en estos mártires aprendemos. En el paredón del odio de ellos no salió queja alguna, murieron amando a Dios testimoniando su belleza, y como hizo el Maestro, mirando a quienes no sabían lo que hacían, imploraban a Dios para ellos el perdón y la clemencia.

Obispo Romá Casanova

Las fiestas navideñas que acabamos de cerrar tienen un tono muy familiar. Y en las familias, durante estos días, los niños son los grandes protagonistas. ¡Qué diferentes son, las fiestas navideñas, si hay o no hay niños! Pero, bien pensado, ¡qué distinta, la vida familiar si hay o no niños! Aunque el pensamiento dominante que promueve el individualismo y el hedonismo es reacio a la presencia de los niños en los matrimonios y familias, retrasando su nacimiento, reduciendo el número o excluyéndolos; sin embargo, los que son generosos experimentan, ya ahora, pero aún más en el futuro, el gran don de los hijos. En el futuro nuestra sociedad llorará por los hijos que no están, los hijos que no hemos querido; y aún más, los hijos que hemos matado con el «genocidio» del aborto.

 

 

Obispo Francisco Cerro Chaves

La adoración-oración-contemplación tiene que ser para nosotros una alegría desbordante que nadie nos puede arrebatar. En la clave de la contemplación, de ser hombres y mujeres orantes, adoradores «en espíritu y verdad”, sabemos que es desde aquí donde recostamos la cabeza en el pecho del Corazón de Jesús, desde donde día a día vivimos el que somos «discípulos amados». Todos los cristianos somos discípulos de Cristo por el Bautismo, pero nos convertimos en discípulos amados en la Eucaristía, en la contemplación del Corazón de Cristo. No podemos vivir nuestro ser cristiano sin la Eucaristía celebrada, comulgada y adorada, donde vamos aprendiendo a descansar viviendo con los sentimientos del Corazón de Cristo. En la medida en que vivamos unidos al Corazón Eucarístico de Jesús, seremos discípulos amados que volvemos a experimentarlo cuando junto a la Cruz, con Juan, acogemos a María en nuestra casa.