Carlos Velasco
En el lugar donde ahora está emplazado el pequeño pueblo zamorano de Villaescusa, hace siglos se encontraron dos caballeros para batirse en un duelo de espadas, esto es, a muerte.
Preparados ya para desenvainadas sus espadas y terminar con la vida mortal de su adversario, quiso la Infinita Clemencia y Misericordia de Su Divina Majestad, que sobre un olmo que entre ambos guerreros se hallaba, apareciese gloriosa una Bendita y Sagrada imagen de la Virgen Nuestra Señora, y he aquí, que ambos que eran cristianos buenos, aún en su maldad, que a tan mal fin les había llevado, dijeron a una voz desde el fondo de sus almas:
¡Qué bella excusa para que no nos matemos!
Y en verdad que no habrá más bella excusa para no obrar mal, que la ofensa que a su madre puede uno causar, y pues que Nuestra Madre lo es de todos, y Reina de Cielo y Tierra, no pudo la Madre de Cristo obrar más gloriosamente que viniendo entre sus hijos a parar la lucha infame que los hubiera tirado de cabeza al fuego eterno.
Es por este glorioso milagro de la Virgen Santísima María, Nuestra Señora que se conoce aquel lugar por Villaescusa, la Villa de la Excusa, y a la sagrada imagen de Nuestra Señora como Nuestra Señora de la Bella Excusa o del Olmo, por haber la Madre de Dios escogido este árbol como trono de su Bendita y Milagrosa imagen. En este pueblo y sus aledaños, es de mucho tiempo, la honra que a la Madre del Altísimo se la da en esta su devoción.
Nuestra Señora de la Bella Excusa, rogad por nosotros.
Teresa Candamo Álvarez Calderón, nació en Lima el 19 de agosto de 1875. Era la segunda de los seis hijos de Manuel Candamo, Presidente de la República del Perú (1903-1904) y de Teresa Álvarez Calderón, padres profundamente católicos.
Relaciones Iglesia-Estado. Como siempre, antes y después del Concilio, se quiere que armonicen la independencia y la sana colaboración. En 1966, el Episcopado anuncia al Papa su disposición a renunciar a cualesquiera privilegios, si conviene para mayor claridad (9); pero dice que «la Iglesia no puede renunciar a los «privilegios» que «entrañan un derecho de los ciudadanos católicos…, singularmente en el campo de la educación, la beneficencia y las obras sociales (10). La Santa Sede hace suyo el criterio (11).
*A Lutero lo usaron los príncipes y políticos de su tiempo. Él perdió la fe y atacó a la Iglesia con más odio que nadie.