A veces estando en el cortijo, me levantaba a las cinco de la mañana aproximadamente, para ir a Deifontes a comulgar, sin que mis padres se dieran cuenta. Yo me ataba a la mano o al pie una cuerda la pasaba debajo de la puerta y la muchacha que trabajaba en casa me daba un tironcito desde a fuera, esa era la contraseña, yo me levantaba a prisa, me lavaba la cara y me vestía corriendo, sin hacer ruido para que nadie se despertarse, entonces salíamos de casa, atravesábamos montes hasta llegar a la carretera corriendo a todo correr, para poder estar de vuelta a las nueve que era la hora del desayuno. Acababa rendida de tanto correr, pero merecía la pena porque Jesús descansaba en mí.
Madre Rafaela Mª de Jesús Hostia (20)
26 Lunes Mar 2018
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