
La Santísima Virgen María manifestó a Santa Brígida que concedía siete gracias a quienes diariamente le honrasen considerando sus lágrimas y dolores y rezando siete Avemarías:
1ª. Pondré paz en sus familias.
2ª. Serán iluminados en los Divinos Misterios.
3ª. Los consolaré en sus penas y acompañaré en sus trabajos.
4ª. Les daré cuanto me pidan, con tal que no se oponga a la voluntad adorable de mi Divino Hijo y a la santificación de sus almas.
5ª. Los defenderé en los combates espirituales con el enemigo infernal, y protegeré en todos los instantes de su vida.
6ª. Los asistiré visiblemente en el momento de su muerte; verán el rostro de su Madre.
7ª. He conseguido de mi Divino Hijo que las almas que propaguen esta devoción a mis lágrimas y dolores sean trasladadas de esta vida terrenal a la felicidad eterna directamente, pues serán borrados todos sus pecados, y mi Hijo y Yo seremos su consolación y alegría.