

18 miércoles Abr 2018
Posted in Imagén - Contracorriente


18 miércoles Abr 2018
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Pablo
La experiencia nos asegura ampliamente que, en igualdad de condiciones, es mucho mejor la salud psíquica y somática de los hombres y mujeres castos, que de quienes son lujuriosos. Los cónyuges que permanecen castos, fieles a su amor, tienen una vida total mucho más sana que la de aquellos que andan jugando con infidelidades y adulterios o son adictos a la pornografía. Por otra parte, los célibes no tienen peor salud psicosomática que los casados, y con frecuencia alcanzan una notable longevidad laboriosa: el santo Cura de Ars, metido 12 o 14 horas diarias en el confesonario; un Juan Pablo II, lúcido y activo hasta su muerte, etc. Pero sigamos con la misma analogía, aplicándola a sociedades y culturas. (José María Iraburu)
En ningún caso se borrarán las conclusiones de aquellos Concilios en que se hizo limpieza de las herejías que deformaban la Palabra de Cristo, o negaban la unidad esencial de la Iglesia que fundó sobre la firmeza pétrea y la autoridad de San Pedro. Esto es aplicable a los luteranos, a cuya conversión no ayudaremos con gestos relativistas, sino con el testimonio de nuestra Fe, nuestra Esperanza, nuestra Caridad y nuestras oraciones. (Carlos González Flórez – EL PAN DE LOS POBRES)
Recuerdo especialmente una tarde cuando dos cardenales de nuestro círculo, que habían estado ausentes hasta ese momento -porque eran miembros del grupo de los diez Padres Sinodales, encargados por el Papa de la elaboración de relato final- llegaron justo a tiempo para tratar un punto que para ellos y otros Padres de países occidentales parecía ser de la máxima importancia: el párrafo sobre los homosexuales y, en general, la forma en que el documento debía mencionar la homosexualidad. Pude convencerme de que cualquier discusión era inútil, porque los padres que dominaban el debate en nuestro grupo parecían haber establecido muy firmemente su posición y no querrían escuchar otros argumentos. Parecían haber decidido que era imprescindible mencionar a los homosexuales en el documento del Sínodo sobre la familia. Y que fuera necesariamente de manera positiva. (María Virginia Olivera de Gristelli – CÁRITAS in VERITATE – INFOCATÓLICA)
Digo todo esto, no para ser pedante, sino para dejar claro que la conciencia no puede de ninguna manera asumir la jurisdicción sobre la ley natural o divina. Sobre la ley civil, sí; sobre la ley natural o divina, no. Ahora, ¿qué pasa con la ley eclesial? La ley eclesial, en su sentido estrecho como ius canonicum, es, claramente, una forma de ley civil o positiva, que debe siempre medirse por la ley natural y divina, y por tanto también por la conciencia. Pero este no es nuestro problema presente. Nuestro problema presente -y una buena componente de la crisis actual- es que la conciencia está siendo malinterpretada como una fuente de autoridad moral junto con la ley natural y divina: una fuente capaz de anular, no simplemente el ius canonicum y la disciplina sacramental, sino también la enseñanza de Dios y la lex credendi, en las cuales se basa la disciplina. (Douglas Farrow)
En efecto, teólogos como Ramón Llull y Juan de Segovia habían defendido en la Edad Media este privilegio mariano, que entonces sólo era una «opinión piadosa» dentro de un debate en el que había férreos opositores a ella. (Fr. Santiago Cantera Montenegro, O.S.B. – EL PAN DE LOS POBRES)
18 miércoles Abr 2018
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P. Alba
Alma de Cristo, santifícame. / Cuerpo de Cristo, sálvame. / Sangre de Cristo, embriágame. / Agua del costado de Cristo, purifícame. / Pasión de Cristo, confórtame. / ¡Oh buen Jesús! óyeme. / Dentro de tus llagas, escóndeme. / No permitas que me aparte de Ti. / Del maligno enemigo defiéndeme. / En la hora de mi muerte, llámame. / Y mándame ir a Ti, / para que con tus Santos te alabe, / por los siglos de los siglos. Amén.
Tomad, Señor y recibid toda mi libertad, mi memoria, mi entendimiento y toda mi voluntad; todo mi haber y mi poseer; Vos me lo disteis, a Vos Señor, lo torno; todo es vuestro: disponed a toda vuestra voluntad. Dadme vuestro amor y gracia, que esto me basta.
Miradme, ¡oh mi amado y buen Jesús!, postrado ante vuestra santísima presencia; os ruego con el mayor fervor imprimáis en mi corazón vivos sentimientos de fe, esperanza y caridad, verdadero dolor de mis pecados y propósito firmísimo de enmendarme, mientras que yo, con todo el amor y con toda la compasión de mi alma, voy considerando vuestras cinco llagas, teniendo presente aquello que dijo de Vos, ¡oh buen Jesús! el Santo Profeta David:”Han taladrado mis manos y mis pies, y se pueden contar todos mis huesos”.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria por las intenciones del Sumo Pontífice.
¡Oh Cristo Jesús! , yo os reconozco por Rey universal. Todo cuanto ha sido hecho, ha sido creado para Vos. Ejerced sobre mí todos vuestros derechos. Renuevo mis promesas del Bautismo, renunciando a Satanás, a sus pompas y a sus obras, y prometo vivir como buen cristiano. Y particularmente me comprometo a hacer triunfar, según mis medios, los derechos de Dios y de vuestra Iglesia. Corazón divino de Jesús, os ofrezco mis pobres acciones para obtener que todos los corazones reconozcan vuestra sagrada realeza, y así se establezca en todo el universo el reino de vuestra paz. Así sea.
María, Virgen y Madre santísima, he recibido a tu Hijo, Jesucristo, a quien concebiste en tu seno inmaculado, diste a luz, alimentaste y arrullaste en tu regazo. Ahora vengo ante ti, con Él en mi Corazón, para pedirte humildemente que me enseñes a amarlo como tú lo amas y para que sepa ofrecerlo, como tú, al Padre eterno, por mis necesidades y las de todo el mundo. Intercede por mí Madre llena de amor, para que obtenga yo el perdón de todos mis pecados, la gracia de servir a Cristo con mayor fidelidad, de ahora en adelante, y el don de la perseverancia final, para que pueda alabarlo en tu compañía, por los siglos de los siglos. Amén.
Oh Señor Dios mío, acepto desde ahora, con toda mi voluntad, cualquier género de muerte que Vos os dignéis enviarme, con todos los dolores, penas y congojas que la acompañen.
Para días más señalados
Bendecid al Señor, cantad su gloria / todas las obras de su mano excelsa / alabad su virtud, cantad su nombre / en la presente edad y en las eternas.
Alabad al Señor, ángeles santos, / que a su trono asistís con reverencia. / Bendecid al Señor, cielos hermosos, / con todo lo que abraza vuestra esfera.
Bendecid al Señor, todas las aguas, / que tenéis sobre el cielo residencia; / virtudes del Señor, bendecid todas / su soberana e invencible fuerza.
Bendecid al Señor, el sol y la luna / con brillantes destellos e influencia. / Bendecidle también con vuestras luces / brillantes y magníficas estrellas.
Bendecid al Señor, blancos rocíos, / bendecidle también las lluvias frescas. / Bendecid al Señor todos los vientos, / que sois ministros de su Omnipotencia.
Bendecid al Señor, fuego y calores, / que en el verano desecáis la tierra; / bendecid al Señor, fríos terribles / que el agua cuajan y la nieve hielan.
Bendecid al Señor, nieblas y escarchas, / que de los montes coronáis las crestas. / Bendecid al Señor, días y noches, / ya turbadas estéis o ya serenas.
Bendecid al Señor, en todos tiempos, / a todas horas, luces y tinieblas. / Bendecid al Señor, nubes opacas, / que al relámpago dais su luz funesta.
Bendíganle, la tierra y sus espacios, / del Señor alabando sus grandezas, / y exaltando su nombre soberano / a todo lo que el hombre alcanzar pueda.
Bendecid al Señor, montes soberbios / con los amenos cerros y florestas, / y todo lo que crece y se produce / como las flores, plantas y las hierbas.
Bendecid al Señor, fuentes sonoras, / que nacéis entre flores y entre arenas. / Bendecid al Señor, mares y ríos, / cuyas aguas las naves atraviesan.
Bendecid al Señor, cuanto en las aguas / vive, desde la ostra a la ballena. / Bendecid al Señor, todas las aves, / que voláis por los aires, tan ligeras.
Bendecid al Señor, todos los brutos, todos los animales y las fieras. / Bendecid al Señor, todos los hombres, / y alabad todos su bondad eterna.
Que a su Dios, Israel, tierno bendiga, / cante su gloria, alabe su grandeza, / más allá de los siglos de los siglos / Y cuantos siglos no haya ni haber pueda.
Bendecid al Señor, sus sacerdotes, / bendecidle sus siervos con terneza; / bendecidle también, almas virtuosas / y los que humildes, con amor le ruegan.
Bendecidle, Ananías, Azarías / y Misael, que a todos los liberta. / Alabad todos y cantad su gloria / desde ahora a la vida sempiterna.
Bendigamos al Padre con el Hijo, / y al Amor de Ambos, Trinidad suprema. / Celebremos la gloria del Dios solo, / Trino en persona, único en esencia.
Bendito eres, Señor, en lo más alto / de la sublime y celestial esfera. / Que sobre todo seas siempre amado / y que ensalzado por los siglos seas.
Oremos.
Oh Dios, que a los tres jóvenes mitigaste las llamas del fuego; concede propicio que no abrase a tus siervos la llama de los vicios.
Te suplicamos, Señor, que con santas inspiraciones prevengas nuestras acciones, y con tus auxilios las continúes, para que todas nuestras oraciones y nuestras obras por Ti empiecen, y en Ti terminen.
Haz, Señor, que se apaguen enteramente en nosotros las llamas de los vicios, Tú, que diste al bienaventurado San Lorenzo fuerzas para hacerse superior al incendio de las llamas de su suplicio. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.
18 miércoles Abr 2018
Posted in Semillicas
Padre Cano, m.C.R.
*Es bueno recibir reprensiones, porque nos vamos apegando a las cosas, las tierras, las costumbres.
*Cuando la personalidad se pierde por amor es cuando se la encuentra, enriquecida por la gracia de Dios.
*El santo de la bondad y misericordia, San Francisco de Asís, clamaba: “¡Caballero de Cristo! ¿Tienes miedo?”
*La conversión no es un acto, siempre debemos estar convirtiéndonos. Siempre más amor a Dios y al prójimo.