Publicado por manuelmartinezcano | Filed under Oraciones
¡Feliz Navidad y Nuevo Año 2019!
20 jueves Dic 2018
20 jueves Dic 2018
20 jueves Dic 2018
Posted Mojones
inMontserrat
Tenemos también verdades permanentes, que son la consecuencia de la existencia de este Dios y la realidad de la naturaleza humana, que no pueden sufrir cambios y no están sujetas a las mutaciones históricas o a cualquier tipo de alteraciones. Este punto fundamental puede ser claramente demostrado mediante serias investigaciones filosóficas e históricas. Al mismo tiempo existe una mutabilidad de las circunstancias históricas. Ese cambio dependerá fundamentalmente de la mayor o menor fidelidad de los hombres a los planes permanentes de Dios y en particular del grado de fidelidad de los hombres de Iglesia. (Mons. Ignacio Barreiro Carámbula – Verbo)
En la noche del mismo día sentí en el alma una gran nostalgia de Dios; no lo veo con los ojos del cuerpo como antes, sino que lo siento y no comprendo; eso me produce un anhelo y un tormento indescriptibles. Me muero del deseo de poseerlo para sumergirme en Él por la eternidad. Mi espíritu tiende a Él con todas las fuerzas, no hay nada en el mundo que pueda consolarme. (Santa María Faustina Kowalska – Diario – La Divina Misericordia en mi alma)
La Revolución rusa produjo en los revolucionarios italianos una reacción crítica. Benito Mussolini, hombre de acción, extrajo sus consecuencias, y Antonio Gramsci, hombre de pensamiento, extrajo las suyas, pero ambos coincidieron en una misma ilusión, a saber, que la revolución, que los rusos habían hecho mal, sólo podían hacerla bien los italianos. (Aquilino Duque – Razón Española)
La unidad nacional en España la formaron la Iglesia y la Monarquía tradicional, que representan las dos grandes unidades, interna y externa, que han originado, sin amasarlas ni confundirlas, la federación de las regiones que constituyen la patria común. La unidad nacional estaba fundada sobre la unidad de creencias, que producía la de los sentimientos, costumbres y aspiraciones fundamentales, dejando ancho cauce a una opulenta variedad que se desarrollaba sobre ellas como una vegetación espléndida. (Juan Vázquez de Mella – El Verbo de la Tradición)
La sociedad política, por ende, es necesaria a la vida humana, a la naturaleza del hombre; el ser gregario no es una tendencia de su animalidad sino una exigencia de su racionalidad. De donde resulta que es natural al hombre ser “amigo” del hombre, no enemigo, como supuso Hobbes (hamo homini lupus) y el gnosticismo político de la modernidad. La amistad es motor de la sociedad, dice Aristóteles, es causa agente aunque no sea su fin. (Juan Fernando Segovia – Verbo)
Guardando esta prudencia, se puede vivir sin menoscabo de la fe, aun en medio de un pueblo de judíos. Sin olvidar las demás prevenciones generales recomendadas en el grupo anterior, y teniendo en cuenta que aquí no media razón alguna de vasallaje, y que de la independencia católica conviene hacer alarde en frecuentes ocasiones para imponer respeto con ella a los que creen poder anonadarnos con su desvergüenza liberal. Mas si llegase el caso de una imposición descarada, débase repelerla con toda franqueza y erguirse ante el descaro del sectario con todo el noble y santo descaro del discípulo de la fe. (Sardá y Salvany – El liberalismo es pecado)
La mayor capacidad conciliatoria que pueda poseer un gobernante es incapaz de integrar modelos de sociedad abruptamente opuestos. Por generosa que sea la voluntad de hacer concesiones, se llega ineludiblemente a una frontera que marca los límites entre una tendencia y otra. La ilusión de que hay un punto céntrico capaz de aunar orientaciones contradictorias sólo puede ser abrigada por personas insensibles a valores, indiferentes en materia ética. (Alfonso López Quintás – Manipulación del hombre en la defensa del divorcio)
20 jueves Dic 2018
Posted P. Manuel Martínez Cano
inPadre Manuel Martínez Cano, mCR.
Contempla a María en compañía de José caminando hacia Belén. El César ha mandado que cada uno se empadrone en el lugar de su nacimiento. Y la Virgen que está a punto de dar a luz, con el corazón herido, acepta la Divina Voluntad y confía en el Señor. El viaje es largo, unos cinco días; y duro. Acompaña a la Virgen Hermosa, mírala abrigada con ropas pobres. San José no le quita el ojo de encima, contempla el rostro de su esposa toda pureza, toda modestia; va recogida en su belleza y hermosura celestial. Los ángeles acompañan y protegen a los padres del Rey y Señor del Cielo y Tierra. Cinco días de camino, llegan a la ciudad de David, Belén.
“Y sucedió que, mientras estaban allí, le llegó a ella el tiempo del parto y dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo recostó en un pesebre, porque no había sitio para ellos en la posada. En aquella misma región había unos pastores que pasaban la noche al aire libre, velando por turno su rebaño. De repente un ángel del Señor se les presentó; la gloria del Señor los envolvió de claridad, y se llenaron de gran temor. El ángel les dijo: “No temáis, os anuncio una buena noticia que será de gran alegría para todo el pueblo: hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor. Y aquí tenéis la señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre”. De pronto, en torno al ángel, apareció una legión del ejército celestial, que alababa a Dios diciendo: “Gloria a Dios en el Cielo, y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad”.
Y sucedió que, cuando los ángeles se marcharon al Cielo, los pastores se decían unos a otros: “Vayamos, pues, a Belén, y veamos lo que ha sucedido y que el Señor nos ha comunicado”.
Fueron corriendo y encontraron a María y a José y al niño acostado en el pesebre. Al verlo, contaron lo que se les había dicho de aquel niño. Todos los que lo oían se admiraban de lo que les habían dicho los pastores. María, por su parte, conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón. Y se volvieron los pastores dando gloria y alabanza a Dios por todo lo que habían oído y visto, conforme a lo que se les había dicho”. (Lucas 2, 6-20).
La Virgen María, con inmensa alegría, admiración respetuosa y amor encendido, arrulla a Jesús en sus brazos, lo estrecha contra su pecho, le adora con profundo respeto, le besa con cariño infinito, ¡Hijo mío y Dios mío! Exclama. Le envuelve en los pobres pañales que tenía preparado. Pobres pero limpios. Misterio profundo: Dios hecho un niño; la omnipotencia reducida a suma impotencia; el dueño de Cielos y Tierra sin cuna donde ser colocado ¡un establo es el palacio del Hijo de Dios! ¡un pesebre, el trono del Hijo de Dios! Allí concelebramos la Santa Misa el padre Turú y yo.
«Vino a los suyos y los suyos no lo recibieron». Hace frío, pero Jesús no siente el frío de la noche; lo primero que ha visto sus ojos al abrirlos a la luz de este mundo, ha sido el rostro de su Madre tan pura, tan guapa, tan hermosa… Madre e Hijo no se hartan de contemplarse mutuamente. La mirada de la Virgen es consuelo y alegría para Jesús y la mirada de Jesús es aumento de alegría y santidad para María.
En el portal de Belén, Jesús reunió dos cosas que el mundo democratista tiene por irreconocibles: ¡pobreza y felicidad! Miremos la cueva ¡cuánta pobreza! Miremos a Jesús, María y José ¡cuánta felicidad! El desasimiento del corazón de todas las cosas de la tierra, esta es la gran asignaturas para alcanzar la felicidad. San Ignacio de Loyola dice: “Que el relajamiento de las órdenes religiosas vino por las riquezas”. Santa Clara decía a sus hijas: «Por amor del Santísimo y amadísimo Niño envuelto en pobrecillos pañales, acostado en un pesebre, y de su Santísima Madre, amonesto, ruego y exhorto a mis hermanas que se vistan siempre de ropas viles». Hermanas religiosas, no seáis mundanas. La moda es un ídolo.
Compañera inseparable de la pobreza es la humildad. El Verbo divino, Dios omnipotente, reducido a la impotencia de un pobre Niño. ¡Qué difícil es la humildad! El anonadamiento, sobre todo cuando se tiene conciencia de las razones y del valer propio. Tenemos que aprender de Jesús a sacrificarlo todo por amor a quien primero se humilló por nosotros. ¡Qué felicidad hubiera sido estar presente en la cueva de Belén! Besar los pies del Niño recién nacido. ¡Si viviéramos nuestras comuniones, la Santa Misa, la visita al Santísimo! Nosotros recibimos a Dios, a Jesús sacramentado, cada vez que comulgamos. La Santísima Trinidad vive en nuestras almas.
Y los ángeles cantan ¡Gloria a Dios! Jesús viene al mundo a reparar la gloria de Dios oscurecida en nuestros días. Nosotros podemos reparar la gloria de Dios. San Juan de la Cruz decía que «Vale más un acto de amor a Dios que la creación entera» ¡Dios mío, te amo! ¡Jesús en tí confió! ¡Virgen Santísima, te quiero mucho! ¡Jesús hazme humilde como Tú!
Y los ángeles cantan: «Paz a los hombres de buena voluntad». San Gregorio decía: «Ninguna cosa hay más rica, ni más amable, ni más pacífica que la buena voluntad». Cuando nuestra voluntad se entrega generosa a la voluntad divina todo es paz, anchura de corazón, alegría. La Paz se pierde por el pecado mortal: «¿Quién jamás ha resistido a Dios y gozado de paz?» (Job 2, 4). También se pierde por nuestra falta de generosidad con Dios y con el prójimo. No nos engañemos. La paz no está en gozar las cosas desordenadamente. La paz está en Jesús, en Belén, en aquella pobre cueva con María y José.