Publicado por manuelmartinezcano | Filed under Imagén - Contracorriente
Ayuda a la Iglesia Necesitada (2)
26 viernes Jul 2019
26 viernes Jul 2019
26 viernes Jul 2019
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in63 – Marmor: «Los clínicos aludidos en este volumen presentan evidencia convincente de que la homosexualidad es una condición potencialmente reversible. Cabe poca duda que muchos de los casos de éxito terapéutico reciente de homosexuales se debe a la opinión creciente entre los psicoanalistas de que la homosexualidad es un problema de adaptación”. (p. 21)
64 – Nicolosi: “Estudió 850 individuos y 200 terapeutas y consejeros – específicamente buscando profesionales que dicen haber logrado algunos cambios de orientación sexual. Antes de la terapia o de las sesiones de consejo, el 68% se consideraba exclusivamente o casi enteramente homosexuales, y otro 22% declaraba ser más homosexuales que heterosexuales. Después del tratamiento, sólo el 13% se consideraba exclusivamente o casi enteramente homosexuales, mientras un 33% se describían ya como exclusivamente o casi enteramente heterosexuales. El 99% de los interrogados dijo que ahora creen que el tratamiento para cambiar la homosexualidad puede ser eficaz y tener valor.
65 – Rogers: «En general, los informes sobre el tratamiento de grupos de homosexuales son optimistas; en casi todos los casos los terapeutas reportaron resultados favorables de la terapia, ya sea que la meta de la terapia fuera alcanzar un cambio de orientación sexual o fuera una reducción de problemas concomitantes». (p. 22)
66 – Satinover: “Revisó la literatura sobre tratamientos y encontró que sólo en los ocho años entre 1966 y 1974, la base de datos Medline (database) -que excluye muchas revistas de psicoterapia- incluía una lista de más de mil artículos sobre tratamiento de la homosexualidad. De acuerdo a Satinover, estos informes contradicen las aseveraciones de que el cambio es imposible. Más aún, sería más acertado afirmar que la evidencia que hay actualmente es muy sugerente de que la homosexualidad se puede cambiar. La mayoría de los psicoterapeutas reconocerán que en el tratamiento de cualquier condición, puede esperarse una tasa de 30%”. (p. 169)
67 – Throckmorton: «En síntesis, la pregunta que debe hacerse es: Funcionan las técnicas terapéuticas para cambiar la excitación sexual no deseada? A mi modo de ver, el caso contra la terapia de conversión requiere que los opositores demuestren que ningún paciente se ha beneficiado por tales procedimientos, o que el beneficio, cualquiera que sea, es demasiado costoso, medido en alguna forma objetiva, para ser utilizado aún si funcionara. La evidencia disponible apoya la observación de muchos consejeros – que muchos individuos de orientación sexual homoerótica han sido capaces de cambiar, a través de una variedad de técnicas de consejo». (p. 287)
Declaración sobre la homosexualidad de la Asociación Médica Católica
26 viernes Jul 2019
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inFrancisco Canals
Si se hubiese querido conocer en sus fuentes y en su historia el nacionalismo catalán, se entendería la razón de ser de la voluntad de presencia en la política española de que hacen gala con frecuencia sus dirigentes, y que se empeñan algunos en interpretar como una garantía de la unidad de España. La mítica Cataluña de los nacionalistas quiere ser hegemónica en España, porque se cree especialmente, y aun exclusivamente, capacitada para modernizarla cultural y políticamente. El Estado español modernizado, europeizado, por la influencia del catalanismo político, reconocería por fin el derecho de Cataluña a su reconstrucción nacional y a su soberanía. Que ésta se realizase después por vía “confederal” en el contexto de los pueblos del Estado español es otro tema, aunque sea conexo; en todo caso no es una garantía tranquilizadora para la unidad de España. La mítica Cataluña soñada por los nacionalistas tiene necesidad de ejercer en España su propio “imperialismo”, como afirmaba Prat de la Riba.
Confederada o no con España, la reconstrucción nacional de Cataluña se conexiona intrínsecamente con el propósito de dar presencia internacional al “problema nacional” de Cataluña. Instrumento de esta internacionalización del problema catalán, que ya se intentó en Ginebra ante la Sociedad de Naciones, son las múltiples actividades de presencia cultural, viajes, hermanamientos de municipios o de universidades, presencia en ferias y exposiciones, etcétera, de que cada día tenemos noticia. Acertaba Emilio Romero al decir que algunas autonomías tienden a tener ya una propia política internacional. El insistente tópico del “europeísmo” de Cataluña apoya cotidianamente este propósito de que Cataluña sea vista en Europa y en el mundo como una nación dotada de su propia lengua, cultura, espíritu emprendedor económico y con derecho a configurar su propia soberanía política.
En el referéndum para la aprobación del Estatuto catalán, la consigna electoral fue qué el Estatuto era “una herramienta para construir Cataluña”. Algo transitorio y útil, no un fin en sí mismo, ni un término de llegada.
¿Podría dudar alguien de que para los nacionalistas vascos la “Vía estatutaria” no es sino esto, un camino hacia una meta a la que no se renuncia? Esta meta está guardada como en reserva en las disposiciones adicionales, que afirman que por la vía estatutaria no renuncia el pueblo vasco, la nación vasca, a “los derechos que le podrían haber correspondido por la historia”. Con esta irreal alusión a la historia se quería significar la autodeterminación “nacional”, y con ella el derecho a la independencia.
Quien piense que las afirmaciones del artículo de la Constitución que, antes de mencionar las “nacionalidades”, habla de la nación española y de la “patria” indivisa, contienen una garantía para el futuro unitario de España, se engaña a sí mismo voluntariamente. El “consenso” fue el método para la simultánea afirmación de tesis insalvablemente contradictorias. Quien desee que España se mantenga como unidad histórica, y no sólo administrativa o “estatal”, en el futuro, habrá de invocar ideales y valores superiores y anteriores a esta desintegradora Constitución, promulgada al día siguiente del Día de los Inocentes de 1978.
(REVISTA VERBO)