Poesía creadora de José Antonio
Nuestra victoria hubiera sido huera e ineficaz si no se hubiera llenado de contenidos políticos, si un sentido político-social no la hubiera presidido, y pese a las malicias de los detractores enquistados, fue ese espíritu del Movimiento, encamando en nuestras juventudes, prendido en vuestros corazones, el que nos dio fuerza y confianza para resistir las presiones de fuera y para que resplandezca y empiece a amanecer en el horizonte español.
Si el Movimiento Nacional no hubiera contado con esa poesía creadora que un día José Antonio concibiera, hubiéramos tenido que inventarla, que ir a buscarla a las aldeas y a los pueblos serranos, no contaminados de los vicios de la ciudad; a perseguir las esencias de los tiempos viejos en esas modestas iglesias de aldea, donde el espíritu sereno de nuestros campesinos, reflexivos y filósofos, guarda puras las esencias de la fe. En ellos encontramos nuestro ser perdido. Pero no fue necesario, porque en medio de la decadencia de España habían sonado cantos de esperanza y la inspiración le nuestros poetas había dado vida a la canción de la Falange, que no sólo se cantaba en nuestros campos, sino en las cárceles rojas y en las mazmorras más tremendas, y así, cuando liberábamos a las ciudades y a los pueblos de la tiranía roja, alzaban sus notas con ilusión el himno de nuestra Falange y el “Oriamendi” de nuestros requetés, escuchados y aprendidos a costa de Dios sabe cuántos sacrificios, que inundaban los espacios como una afirmación.
(12-VI-1951: Castillo de Las Navas.—Inauguración de la Escuela Nacional de Instructoras de la Sección Femenina.)