SAN PABLO, APÓSTOL

Recapitulada por el P. Cano

– SAN PABLO EN ROMA

Durante la travesía hacia Roma el barco naufragó y arribaron milagrosamente a Malta, en la primavera del 61. Los cristianos de Puzol recibieron con mucho cariño a Pablo en las costas italianas (Hch 28, 13). Conducido hacia Roma salieron al encuentro de Pablo los cristianos de Tres Tabernae.

Pablo estuvo dos años preso en Roma, pero podía tratar con los cristianos y continuar con su apostolado entre los gentiles. Puesto en libertad pudo realizar su plan de venir a España.

Encarcelado de nuevo, Pablo escribió las cartas pastorales a Timoteo y a Tito. El gran Apóstol de los gentiles murió en Roma, en la persecución de Nerón, el 29 de junio del año 67.

La acción evangelizadora de San Pablo entre gentiles fue trascendental para realizar el mandato de Cristo de que su Iglesia se estableciera en todo el mundo. Las persecuciones de la Sinagoga habían sido superadas.

– SAN PABLO EN ESPAÑA

La mayoría de los historiadores contemporáneos están convencidos de que San Pablo vino a España. Es la tradición española que tiene mejor fundamento. El mismo Pablo dice en su carta a los Romanos, escrita en Corinto, que desea venir a España: »Cuando me dirija a España, espero, al pasar, veros a vosotros» (Rom 15, 24).

El Papa San Clemente Romano (finales del siglo I), dice de San Pablo que había ido hasta »los confines de Occidente». Expresión usada por los geógrafos de aquellos tiempos para designar a España, como lo reconoce la crítica histórica de nuestros tiempos.

El Fragmento Muratoriano, escrito hacia el año 200, dice: »Lucas cuenta lo que sucedió en su presencia como lo prueba… su silencio acerca del martirio de San Pedro y del viaje de Pablo a España».

El libro apócrifo »Hechos de los Santos Pedro y Pablo», escrito de finales del siglo II, afirma: «Habiendo llegado San Pablo a Roma desde España».

Varias ciudades españolas conservan tradiciones antiguas acerca de San Pablo. Las más consistentes son las de Tarragona, que por su importancia y como puerto de mar obligado desde Roma, era la ciudad más apropiada para la llegada del Apóstol de los gentiles.

– HEREJÍAS DEL TIEMPO APOSTÓLICO

A los enemigos exteriores de la Iglesia -judíos y filósofos paganos- se unieron los enemigos internos, los herejes, a los que también se enfrentó la Iglesia. Son herejes los cristianos que defienden errores doctrinales contra lo enseñado dogmáticamente por la Iglesia.

San Juan, San Pablo y San Pedro combaten herejías en sus cartas. Los Hechos de los Apóstoles hablan de Simón el Mago, a quien se le atribuye un sistema de doctrina muy complicado, base de la herejía gnóstica.

Un error común entre los primeros herejes fue negar la divinidad de Jesucristo. Decían que Jesús tenía solamente un cuerpo aparente. Por eso se le llamaba Docetas.

Uno de los primeros herejes fue Cerinto, quien decía que Jesús era hijo de José y María, hombre verdadero, con verdadero cuerpo humano, pero sólo hombre. En el instante de ser bautizado, se le unió Cristo, la fuerza de Dios, con cuya virtud obró milagros; pero fue abandonado de Dios en la Cruz, de tal manera que sólo sufrió el simple hombre Jesús.

Los Ebionitas, descendientes de los primeros judeo-cristianos, coincidían con Cerinto en negar la divinidad de Cristo. Decían que Jesús, por su ejemplar santidad, fue consagrado por Dios como Mesías el día de su bautismo; y que el Mesías se retiró del hombre Jesús antes de la Pasión.